EL VIAJE DE ED SHEERAN
Hoy es uno de los artistas más escuchados del mundo, pero hubo una época en la que apenas era capaz de hablar. Su fábula no incluye hadas, sino a Elton John y Taylor Swift.
Cómo el niño discreto se ha convertido en algo tan grande como Coldplay.
Edward Christopher Sheeran (Halifax, 1991) era un niño en un pequeño pueblo de Inglaterra. Era bajito, pelirrojo, tartamudo y con unas gafas enormes. Hoy, confiesa que padecía a diario el bullying del resto de compañeros. ¿Qué metamorfosis sufrió para acabar llenando estadios? Suena a cliché, pero la música salvó su vida.
Superó sus problemas en el habla cuando empezó a cantar, tomando como inspiración la manera de rapear de Eminem. A partir de ahí, se lanzó a componer frenéticamente, abandonó el instituto y decidió que no descansaría hasta ser tan grande
como Coldplay. Guitarra al hombro, llamó a todos los timbres en Londres hasta que, con lo puesto, decidió ir a probar fortuna a Los Ángeles. Allí las cosas no fueron mucho mejor, pero en una actuación, el actor Jamie Foxx lo descubrió y lo invitó a su programa de radio. Sus canciones empezaron a contagiarse. En Inglaterra, Elton John prescribió al diamante pelirrojo que triunfaba en YouTube, y Ed Sheeran acabó firmando su primer contrato discográfico.
La historia tiene otro giro. ¿Cómo un cantautor sin ningún atractivo evidente se vuelve superventas? Algunos dicen que fue suerte, otros que ser telonero de Taylor Swift le abrió todas las puertas e incluso que es un producto calculado. Nada más lejos. El secreto es el de un cantautor empático, capaz de melodías sencillas y letras universales con las que la gran mayoría se identifica. Tiene un carisma especial, honesto y sin pretensiones. Además, su éxito es fruto del trabajo duro, de cientos de tugurios de micrófono abierto, de dormir en estaciones de tren y de no decir a nada que no. Y sí, Ed Sheeran ya es tan grande como Coldplay.