Vanity Fair (Spain)

SOMBREROS PARA LA JET

La empresaria Esther Koplowitz se ha convertido en la embajadora de Balel, una exclusiva firma de sombreros en la que confían otras mujeres de la élite empresaria­l y social del país.

- POR EDUARDO VERBO

Balel es la marca de ISABEL TERROSO en la que confían empresaria­s de élite como ESTHER KOPLOWITZ.

M e encanta tu trabajo. Quiero conocerte”. Así de entusiasma­da y directa se mostró Esther Koplowitz el pasado mes de enero cuando decidió llamar por sorpresa a la sombrerera Isabel Terroso Torres (Madrid, 1973) después de leer un reportaje sobre su trabajo en un suplemento de un periódico. “No me lo esperaba. Me hizo mucha ilusión. Ella va buscando siempre sombreros cuando viaja a París, Londres o Nueva York. Al descubrir que yo estaba en Madrid y que hacía lo que ella apreciaba, se interesó por mi trabajo. Me dijo que quería verme”, cuenta la creadora de la firma Balel (www.balel.es) desde su estudio del madrileño barrio de Salamanca. La mayor de las hermanas Koplowitz, una gran defensora de este complement­o, cumplió su palabra. “Vino a los pocos días y empezó a hacerme encargos. Es espontánea y divertida. Estoy agradecida. Ya le he hecho cerca de 10 sombreros para diferentes eventos o para el día a día”, prosigue Terroso, ingeniera agrónoma que encontró su verdadera vocación después de dejar su trabajo como consultora en una empresa dedicada a la construcci­ón naval.

Hace seis años, “tras luchar mucho”, esta madrileña que reivindica la sencillez frente al exceso y lo clásico frente a la extravagan­cia pudo finalmente instalar su negocio. “Al principio, en los bancos me miraban raro. Ser emprendedo­r es duro, pero sé que es lo que quiero. Noto la fuerza del destino”, cuenta convencida. Desde joven había tenido una debilidad especial por “las cosas bien hechas”, pero el impulso definitivo para lanzarse a la aventura empresaria­l se lo dio una clienta de Dior con la que se encontró en la calle y quien, al verla luciendo una boina en forma de hoja, quedó tan impactada que le hizo su primer pedido. Su tesón venció pronto las frustracio­nes iniciales. Ahora, Balel —“Lo llamé así porque de pequeña no sabía decir bien mi nombre”— ha seducido a numerosas clientas exigentes como Koplowitz que buscan la minuciosid­ad y el cuidado de los detalles con el que trabaja Terroso, autodidact­a que ha aprendido este oficio, entre otras cosas, “abriendo sombreros antiguos”.

La vinculació­n de Esther ha sido tal que, cuando Isabel le propuso convertirs­e en embajadora de la marca, no se lo pensó dos veces. “Dijo que sí enseguida. Desde entonces he sentido su apoyo y el cariño de toda la familia Koplowitz. Me hace encargos para ella y también regala muchos”. La empresaria no es la única clienta que ha pasado por el atelier de Terroso ubicado en el número 25 de la calle Claudio Coello en Madrid. Antes, la diseñadora ya había vendido algunas de sus creaciones para gente relevante de la jet. “Hace un tiempo vino una señora importante de la sociedad británica y, cuando preguntó en Prada por una sombrererí­a, se acordaron de mí. Buscaba una pieza para llevar al cumpleaños de la reina Isabel II. Las nacionalid­ades de mis clientes son muy variadas. Viene gente de Moscú o de Costa Rica. Buscan piezas para ir a la Ópera de Viena y otros exclusivos eventos”, finaliza.

“He hecho cerca de 10 sombreros para Esther Koplowitz”

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