Vanity Fair (Spain)

EXTRANJERA­S SOLO DE NOMBRE

- NINA JUNOT Por VERA BERCOVITZ ISABELLE JUNOT

NINA E ISABELLE JUNOT hablan de su familia y de aquellos años locos de Marbella.

Nina y Philippe Junot formaron uno de los matrimonio­s más glamurosos del papel cuché del siglo pasado. Hoy, su hija Isabelle Junot y su pareja, Álvaro Falcó, les han tomado el relevo. Hablamos con madre e hija de los años locos de Nina en Nueva York, de cómo descubrió Marbella y de por qué Isabelle decidió cambiar Los Ángeles por Madrid, la ciudad donde reside desde hace casi dos años.

Álvaro e Isabelle se conocieron hace tres años en Gstaad. “En realidad, lo saludé pensando que era otra persona”, recuerda Isabelle Junot (Nueva York, 1992) sobre su novio, Álvaro Falcó. “Otro español que tampoco sabía bien quién era pero que creía que debía saludar. Así que hablamos un rato y, cuando se fue, mi amiga me preguntó: ‘¿Lo conoces?’. Y yo: ‘¿No es Fulanito?’. Y mi amiga: ‘Qué va’. Y yo: ‘Qué vergüenza’. Así que esa noche, cuando lo volví a ver, le aclaré el error. Él se partía de risa”. Dos años más tarde, se reencontra­ron en Madrid. “Yo ni siquiera vivía aún aquí. Le dije: ‘¡Hombre, Fulanito!, ¿qué tal?’, siempre que nos veíamos le hacía la gracia. Y nada, con el tiempo me mudé, empezamos a quedar con la misma gente y poco a poco…”. La gracia se convirtió en realidad. Isabelle es una mujer de ojos y sonrisa enormes. Casi tan grandes como su vitalidad. Ella y Álvaro recogen el testigo de un romance que vivieron sus padres, Philippe Junot y Marta Chávarri, en los años noventa y del que Isabelle no ha oído hablar. “Creo que es la persona menos indicada para darte una respuesta. A mí también me lo han preguntado. ¿Qué sabemos? Eso lo sabrán los protagonis­tas. Además, en cualquier caso, es pasado”, contesta Nina Junot (Ystad, Suecia, 1963), lanzando un capote a su hija.

Nina ha llegado esta mañana de Nueva York, la ciudad donde reside, y lleva casi todo el día caminando por Madrid junto a su incombusti­ble niña. Dice no sufrir jet lag: “Parece que llevara aquí una semana”, asegura en un titubeante y tierno español mientras se

acomoda en el sofá y pide un agua. Hoy, toca entrevista en su hotel; mañana, fotos en el tablao flamenco Villa Rosa, en pleno barrio de Las Letras, donde madre e hija se meterán en la piel de Lola Flores. Volantes arriba, tacones abajo, sombreros, palmas, lunares y risas. Las guiris toman la ciudad. Y todo es una fiesta. ¿A Nina le queda pequeño un vestido? No pasa nada, se lo cuelga del cuello y se lo pega al cuerpo. ¿A Isabelle le quedan grandes los zapatos? Tranquilid­ad, puede caminar.

IIsabelle es hija del inversor y promotor inmobiliar­io francés Philippe Junot y la socialite danesa Nina Wendelboe-Larsen, uno de los matrimonio­s más glamurosos del papel cuché del siglo XX. Cuando se conocieron, a finales de los ochenta en Nueva York, Nina era una joven licenciada en Económicas por la Universida­d de Georgetown, donde estudió el rey Felipe y donde ella hizo amistad con Isabel Sartorius, de quien hoy sigue siendo amiga. Su madre, Anna Margrethe, descendía de una adinerada familia de aristócrat­as daneses, dueños del castillo Marsvinsho­lm, lugar en el que Nina se crio entre dos torres renacentis­tas y cerca de un lago. “Tuve una infancia protegida y algo mimada. Mi abuela fue un gran ejemplo para mí. Pasaba los días en la biblioteca leyendo libros en varios idiomas. Era una gran señora. Y muy moderna. Fue la primera mujer en sacarse el carné de conducir en Dinamarca”. A sus 14 años, la familia se trasladó a Bruselas después de que su padre, Iörgen Wendelboe-Larsen, empezara a trabajar en el Mercado Común.

“ÁLVARO [ FALCÓ] Y YO NOS CONOCIMOS EN GSTAAD. EN REALIDAD, LO SALUDÉ PENSANDO QUE ERA OTRO ESPAÑOL QUE TAMPOCO SABÍA BIEN QUIÉN ERA” ( ISABELLE JUNOT) Cuando Philippe y Nina se conocieron, ella vivía inmersa en la New York scene, ajena a lo que pasaba en el resto del mundo. De día, trabajaba como relaciones públicas en la ONU. De noche, quemaba las horas en la discoteca Palladium —sucesora de la famosa Studio 54—, allí coincidió con Philippe. Se movía con un grupo tan divino e internacio­nal como ella, repleto de artistas, aristócrat­as y ricos herederos que incluía a gente como Andy Warhol, John John Kennedy, Lina Botero, Nabila Khashoggi o Roberto Shorto, un playboy brasileño hijo del dueño de la embotellad­ora de Coca-Cola en aquel país y cuya hermana, Denise, se convirtió en la tercera esposa del barón Thyssen. “Un día me dijeron: ‘Vamos al concierto de los Rolling Stones, ¿te animas?’. Me recogieron en una limusina y entré pensando que íbamos al recinto, pero no. Llegamos al aeropuerto y nos subimos al avión de Roberto para volar a L. A., donde era el show”, ríe Nina. Eran años redondos, luminosos y despreocup­ados, con días de jaleo y noches de jarana.

Philippe Junot tampoco vivía en una cueva. Hijo del político y millonario Michel Junot y descendien­te de Jean-Andoche Junot, duque de Abrantes y general que luchó junto a Napoleón, su apellido figura en el famoso Arco del Triunfo en París. A pesar de las proezas históricas de su familia, su nombre se hizo mundialmen­te famoso tras convertirs­e en el primer marido de Carolina de Mónaco en 1978. Ella tenía 21; él, 37. Aunque la princesa lució una espléndida sonrisa el día de su boda, pocos le auguraron una unión estable. Y así ocurrió. Dos años después de sorprender al mundo con su enlace —sobre todo a los padres de la novia—, la pareja se separó sin sorprender a nadie. “Cuando conocí a Philippe, no tenía ni idea de quién era”, recuerda Nina recostada en el sofá. “Y mucho menos de con quién se había casado”. Nina y Philippe se casaron en 1987. Ella tenía 24 años. Él, 47. El matrimonio duró una década y tuvo tres hijos: Victoria, de 30 años; Alexis, de 29; e Isabelle, de 27.

Isabelle también se ha acostumbra­do a que le pregunten por el vínculo de su padre con Carolina de Mónaco. “Es una anécdota en su vida. Está ahí, en el pasado. Es divertido si lo piensas: a mí me gusta la actuación y Grace Kelly era una gran actriz”, comenta clavándome sus enormes ojos de corzo. Pero reconoce que no tiene ningún trato con los hijos de Carolina ni su entorno.

Como entonces su madre, hoy Isabelle está disfrutand­o de su propia Madrid scene con un grupo de amigos que incluye algunos de los apellidos más ilustres de nuestro país, como su novio, Álvaro Falcó —hijo de Marta Chávarri y el marqués de Cubas—, los hermanos Felipe y Carlos Cortina, Alonso Aznar o la heredera Marta Ortega y su esposo, Carlos Torretta —Isabelle y Álvaro acudieron a la fastuosa boda que celebró en A Coruña—. Pero si hay alguien esencial en su vida madrileña es la financiera Marina Gómez de Baeza, su mejor amiga. Marina e Isabelle se conocieron en el internado suizo Le Rosey, uno de los más exclusivos del mundo, y el lugar donde Isabelle y sus hermanos cursaron los dos últimos años de colegio. “Es una tradición familiar. Para evitar los problemas y las tentacione­s de la gran ciudad, los

Amando a la montaña, donde hay vacas y hacen deporte”, explica su madre.

demás de piso, estas íntimas amigas comparten fiestas, bodas y viajes. Desde Lamu, en Kenia, hasta Gstaad, en Suiza. El mundo es suyo. De hecho, fue ella quien, como en una especie de premonició­n, le aseguró: “Tú te vas a mudar a Madrid. Ya verás”. Y así fue. Hace un año y medio, tras pasar unas vacaciones en Lamu, Isabelle llegó a Madrid en tránsito. Su destino final era Nueva York, donde vivía. “Retrasé mi vuelvo una semana. Luego dos. A la tercera ya no me subí”. Dio igual que hubiera desmontado su apartament­o de Nueva York para mudarse a Los Ángeles, donde la esperaban varios proyectos relacionad­os con su carrera de actriz. “Once maletas llenas de ropa y un montón de cajas con vasos, platos, libros, zapatos… ¡Todo estaba en un almacén!”, recuerda hoy su madre mientras pone los ojos en blanco. Isabelle se quedó en Madrid con una maleta llena de pareos y biquinis. Pasó septiembre, pasó octubre, pasó noviembre… “You’re not coming back?”, alucinaba su madre cada vez que hablaban por teléfono. En diciembre su niña voló a Nueva York y se trajo todas sus pertenenci­as.

Isabelle estudió Teatro, Cine y Drama en la Universida­d de Virginia con el fin de convertirs­e en actriz. “Cuando veo películas antiguas con mi padre, siempre

“CUANDO CONOCÍ A PHILIPPE, NO TENÍA NI IDEA DE QUIÉN ERA. Y MUCHO MENOS DE CON QUIÉN SE HABÍA CASADO” ( NINA JUNOT)

conoce a alguno de los actores. Alain Delon, Jack Nicholson… A veces, me dice: ‘Mira, esa fue novia mía”. Y cuando le pregunta por algún nombre, añade socarrón: “Bueno, hay una larga lista”, recuerda. Antes de instalarse en España, ya había rodado su primer largo, Body High, que se estrenó en Estados Unidos en 2015, y aquí tuvo su primera oportunida­d el verano pasado, cuando rodó la película Fuel en Tabernas, Almería, un thriller psicológic­o en el que interpreta a una americana. “En ese lugar se rodaban los spaghetti western y vimos algunos de los sitios donde se había filmado Indiana Jones”. Su madre la observa con orgullo: “Siempre ha sido una artista. Pintaba la bañera con el champú, hacía dibujos en la sopa… Entendí que tenía madera el día que nos invitaron a una boda y los novios distribuye­ron cámaras desechable­s. Al terminar la velada, la pareja estuvo buscando a la persona que había tomado el mejor rollo de película. Resultó ser Isabelle. Tenía seis años”.

Aunque Isabelle nació en Nueva York, habla inglés con su madre, francés con su padre y una mezcla imposible de idiomas con sus amigos. A veces confunde los géneros —“¿ La costumbre, el costumbre?”— y suelta palabras en inglés mientras interroga a su interlocut­or por su versión en castellano. Aun así, Nina asegura que su hija es más española que las castañuela­s: “Ella está más española que tú. Porque tú has nacido aquí, pero ella ha elegido esto”. A los 15 días de nacer empezó su peregrinac­ión por el mundo. Antes de instalarse por primera vez en Madrid, con 11 años, Isabelle y sus hermanos vivieron unos meses en Copenhague, tres años en París, cuatro en Londres y tres en Nueva York. Todos mantienen tres nacionalid­ades —norteameri­cana, danesa y francesa—, y ella le agradece a su madre no tener problemas de visado. Tras el 11- S, Nina decidió que Nueva York no era un lugar para niños y se mudó a Madrid. “Me gusta esta ciudad. Además, pensé: ‘París —de donde es su padre— siempre estará ahí”. Su costumbre de cambiar de capital era tal, que una vez, pasando con su hija muy pequeña delante de una casa en construcci­ón en uno de los barrios más elegantes de Madrid, Nina le comentó: “Mira esa casa. Imagínate que vamos a vivir aquí el resto de la vida”. A lo que Isabelle, casi indignada, contestó: “Yo no quiero vivir en ningún sitio el resto de mi vida”.

Aquellos años madrileños, Nina se instaló con sus niños en el Parque Conde de Orgaz. Aunque ella y Philippe se habían divorciado en 1997, su amistad ha permanecid­o inquebrant­able hasta hoy. “Siempre hemos colaborado como padres. ¡Era

“CUANDO VEO PELÍCULAS ANTIGUAS CON MI PADRE, A VECES, ME DICE: ‘ MIRA, ESTA FUE MI NOVIA” ( ISABELLE JUNOT)

imposible manejar a los tres sin su ayuda! Hemos dado un buen ejemplo a muchas parejas divorciada­s”, asegura la danesa. “¡Parecen casados!”, ríe Isabelle. Mientras los niños estudiaban en el Liceo Francés, ella dedicaba sus días a montar a caballo, su pasión: “Empecé de pequeña. Un día mi padre me presentó a su buen amigo Erik Philip-Sörensen, fundador de Securitas. Era un loco para los caballos árabes y él me regaló el primero que tuve. Ahí me enamoré de esa raza”. Su vida social transcurrí­a entre un selecto grupo de amigas, que incluían a Isabel Sartorius, Cari Lapique y Antonia Dell’Atte, entre otras. Años antes, en su primera incursión en la capital, disfrutaba de las fiestas que organizaba el relaciones públicas argentino José Lata Liste, fallecido en 2011, fundador de la mítica boîte porteña Mau Mau, con réplica en Madrid y Marbella, y de quien Philippe se hizo íntimo amigo.

Marbella, la principal residencia de Lata Liste, ha sido otro de los lugares de referencia de esta familia y desde hace años una especie de cuartel general. Podían estar todos desperdiga­dos por el mundo, comunicánd­ose por Skype, pero llegaban las Navidades y se reunían en Marbella, donde pasaban las fiestas juntos.

Fue Philippe quien en los años ochenta descubrió aquel pueblito de pescadores a su prometida. Era la época de las fiestas del empresario saudí Adnan Khashoggi; de Gunilla von Bismarck posando con tez marrón en su piscina y del agente 007 Sean Connery tomando el sol en su mansión. “Recuerdo la primera vez que vi a Lola Flores. No sabía quién era, pero me impresionó su carisma. Siempre me trató muy bien”. Las fiestas en el Marbella Club duraban hasta el amanecer y a las cuatro de la madrugada servían un suculento plato de espaguetis que Nina aún recuerda: “Me pareció la mejor idea del mundo. Llamé a mis amigos de Nueva York y les dije: ‘Sois unos aficionado­s. Aquí son verdaderos profesiona­les.

En España hay la música, la comida, la alegría”, y esboza una nostálgica sonrisa recordando aquellos veranos libres y locos.

De Nueva York a Saint Moritz —donde coincidía con su amiga Christina Onassis—, pasando por el elitista club privado Le Castel, en París —del que Philippe Junot era socio—, terminando por las incombusti­bles noches de Marbella, hubo una época en la que la felicidad y las ganas cabían en una maleta. “Cuando llamabas a Nina, nunca sabías desde qué ciudad te iba a contestar”, nos cuenta su amiga italiana afincada en España Renata Ruggeri. A pesar de las posibles tentacione­s de su entorno, Nina siempre se ha cuidado. “No bebo alcohol. Bueno, con moderación creo que no está mal, pero en general me cuido mucho”, asegura mientras agota su vaso de agua. Algo que su hija corrobora. “En casa nunca había Cola Cao ni chocolate. Todo era orgánico. Tenía que ir donde mis amigas para comer todo lo

“RECUERDO LA PRIMERA VEZ QUE VI A LOLA FLORES. NO SABÍA QUIÉN ERA, PERO ME IMPRESIONÓ SU CARISMA” ( NINA JUNOT)

que quería”. Y Nina recuerda aquella vez que estaba con su hija, muy pequeña, en la cola del supermerca­do en Londres. “Isabelle miró nuestro carrito, luego miró el de al lado y dijo: ‘¡Mamá, yo me quiero quedar a vivir con este señor!’. Siempre ha estado muy espontánea”.

Hoy, lo agradece. De hecho, Isabelle combina su trabajo como actriz con estudios sobre nutrición. “Siempre me ha interesado”, aseg ura. A estas actividade­s hay que añadir una tercera, que realiza a medias con su madre. La implantaci­ón en España de Elite Hair Internatio­nal, un negocio de pelucas para mujeres que han sufrido cáncer. “Las compro en París y las vendo en tres hospitales de Nueva York”, me explica. Una enfermedad que casi golpea a Nina en 2010 tras recibir unos análisis con un índice tumoral alto. Aunque todo quedó en un susto, decidió practicars­e una doble mastectomí­a preventiva en 2018. “No tengo cáncer, pero soy portadora del gen que predispone a ciertos tipos, entre ellos el de mama”. Hace un tiempo también le quitaron los ovarios. “Mi caso es exacto al de Angelina Jolie”, asegura. Una experienci­a que ha aprovechad­o para trabajar con mujeres que reciben tratamient­os de quimiotera­pia.

Hemos abandonado el tablao para hacer fotos en un pintoresco callejón. La gente observa a las dos mujeres posar con desenvoltu­ra, mirar a cámara con el ceño fruncido y cara concentrad­a de bailaora o torear al aire con un improvisad­o mantón. Un hombre mayor irrumpe en la foto y pasa de largo. Al fondo, se vislumbra a un señor encogido sujetándos­e sobre el bastón. “¡Es Lucio!”, comenta alguno de los presentes, mientras el dueño de Casa Lucio, donde se sirven los mejores huevos fritos de Madrid, se aleja lentamente. “You know him!”, le asegura su madre a Isabelle, que pone cara de sorpresa. Y mientras observo la estampa recuerdo aquellas palabras de Nina sobre su hija: “¡Ella está más española que tú!”.

 ??  ?? ¡ OLÉ! Nina lleva jersey de Javier Simorra y pantalón de Carolina Herrera. Isabelle, traje de Georges Rech. Ambas lucen pendientes de CH Carolina Herrera.
¡ OLÉ! Nina lleva jersey de Javier Simorra y pantalón de Carolina Herrera. Isabelle, traje de Georges Rech. Ambas lucen pendientes de CH Carolina Herrera.
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MUCHA MARCHA Nina lleva vestido y camisa de Tot- Hom y zapatos de Roger Vivier. Isabelle, vestido de Carolina Herrera, pendientes de CH Carolina Herrera y stilettos de Manolo Blahnik.

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