PREGUNTAS INCÓMODAS
Experto en apretar a los poderosos, JORGE RAMOS recibe el Premio Internacional de Periodismo ‘VF’.
Trump lo expulsó de una rueda de prensa, Maduro lo retuvo durante horas en Miraflores. Puso en aprietos a Chávez, a Castro y a Ortega. Jorge Ramos, el periodista latino más influyente de Estados Unidos, explica con motivo del Premio Internacional de Periodismo ‘Vanity Fair’ su objetivo como reportero: incomodar al poder. ¿Su arma? Las preguntas difíciles que nadie más puede hacer. Por SOFÍA RUIZ DE VELASCO
Durante muchos años, antes de comenzar las vacaciones, Jorge Ramos recogía su escritorio temiendo que al volver alguien lo hubiera ocupado y que su puesto como presentador del Noticiero de Univision ya no fuera suyo. “Por el hecho de ser inmigrante y periodista entiendo lo efímero de nuestra profesión y de la vida, cómo las cosas cambian muy rápidamente”, dice al otro lado del teléfono sentado en un muro, me cuenta, en algún lugar de Manhattan.
Es fácil imaginarlo menudo, con el aspecto de husky siberiano que le dan su pelo cano y sus ojos clarísimos, tratando de vocalizar aún mejor de lo que ya lo hace en las ocasiones en las que se pierde la línea. Es un hombre ocupado y no había muchas más oportunidades de entrevistarlo antes de que se cerrara este número, el anterior al Premio Internacional de Pe
riodismo que entrega Vanity Fair y que recibirá el 30 de mayo. Sobran razones: es el reportero latino más relevante de Estados Unidos y fue portada de la revista Time en 2015, el mismo año en el que se enfrentó a Donald Trump; tanto, que terminó por expulsarlo de una rueda de prensa a la voz de “Vuelve a Univision”. Ramos ha puesto en aprietos a Fidel Castro, a Hugo Chávez y a Daniel Ortega. Ha cubierto para la audiencia hispana en el país norteamericano desde la caída del muro de Berlín hasta el huracán Katrina, desde la guerra de El Salvador hasta la de Iraq. Pero el episodio que ha internacionalizado la figura del presentador fue una entrevista con Nicolás Maduro el pasado febrero. Ante sus preguntas, el mandatario venezolano se levantó y sus agentes de seguridad confiscaron los equipos de Univision. “Saquen a Ramos de aquí”, cuenta que oyó gritar. Después, lo retuvieron dos horas en Miraflores para más tarde deportarlo del país.
Jorge Ramos (Ciudad de México, 1958) es latino, inmigrante y periodista. “Eso no lo puedo cambiar”, apunta. Salió de su país en 1983 después de que el programa 60 minutos de Televisa, donde trabajaba, le prohibiera hacer un reportaje sobre ‘el dedazo’, la técnica autócrata para elegir sucesor presidencial. “Cuando era niño no le dije a mi papá que quería ser inmigrante, le dije que quería ser futbolista o rockero, pero nunca que quería ser inmigrante”. Sin embargo, esta condición ha moldeado su trabajo hasta convertirlo en el reportero incómodo que es. “Entiendo el periodismo como contrapoder, lo que significa estar del otro lado. Ser inmigrante y periodista me ha dado una
visión del mundo especial, la idea del outsider, de que no hay que acercarse mucho al poder porque quema, mata y corrompe”.
Con el dinero que le dieron por un “chochito, que era como les decíamos a los Volkswagen en México”, cruzó la frontera con una visa para estudiar en la Universidad de Los Ángeles. Dos años después, en 1985, comenzó a trabajar en Univision, un canal que sirve información y entretenimiento en español a los latinos en Estados Unidos. En noviembre de 1986 ya presentaba el noticiero principal de la cadena. El rostro que comenzó a colarse en los hogares de la audiencia hispana era el de este joven mexicano ávido por informar —“Reportar la realidad tal como es, esa es nuestra misión”—, pero también, y cada vez más, para hacer la pregunta comprometida. “Estamos hablando con gente poderosa, con gente de cuyas decisiones depende nuestra vida, la vida de millones. Si yo no hago estas preguntas difíciles, nadie más las va a hacer. Trato de escoger las que más duelen, y eso lo identificas de una forma muy sencilla: cuando piensas en una pregunta y te sudan las manos y te echas a temblar y dices: ‘No, mejor no la hago’. Bueno, esa es la que hay que hacer”, explica. “A veces se nos olvida que somos los ojos de los otros, los oídos de los otros. Nuestra función básica es hacer sentir incómodos a los que tienen el poder”. La pregunta, la base de esta profesión, define con extrema y dolorosa precisión el periodismo de Ramos. Él lo sabe y me cuenta esta anécdota: “Un amigo le preguntó a su tía qué pensaba sobre mí, y su respuesta refleja cómo, creo, seré recordado: ‘Ese Ramos —le dijo— es un preguntón”.
La pregunta decisiva se la hizo a Obama cuando lo entrevistó ante una audiencia hispana en Univision y le recordó que no había cumplido su promesa de aprobar una reforma migratoria. También preguntó a Trump por la inmigración en Iowa, y terminó convirtiéndose en un batalla dialéctica durísima. Así se enfrentó a Fidel en 1991 durante la Cumbre Iberoamericana en Jalisco, México. Ramos lo interceptó con su micro. Fueron solo 61 segundos, porque tan pronto el periodista interrogó a Castro por un plebiscito, un guardaespaldas lo apartó de un golpe.
—En el año 2000 tuvo una entrevista dura con Hugo Chávez [el mandatario venezolano lo acusa durante la misma
“SER INMIGRANTE Y SER PERIODISTA ME HA DADO LA IDEA DEL ‘OUTSIDER” (JORGE RAMOS)
de estar “repitiendo basura por tu boca”. A lo que Ramos contesta: “No, yo le estoy preguntando, mi labor es preguntar”].
—Curiosamente, él sí la aguantó. Las preguntas con Chávez fueron igual de duras, pero Chávez aguantó y Maduro no. Creo que es un grave error de Nicolás Maduro. Si él no quería dar la imagen de que es un dictador, se equivocó totalmente, porque precisamente lo que hizo es lo que hacen los dictadores.
Así, poniendo a los poderosos contra las cuerdas, es como Jorge Ramos considera que debe trabajar. Consciente de que tiene detractores, aquellos que lo acusan de provocador, con el paso de los años se ha dado cuenta de que la
neutralidad que enseñan en las facultades de periodismo no sirve, no es suficiente. Por eso repregunta, por eso no le importa hacer la entrevista molesta ni sacar de sus casillas a los grandes mandatarios. “He identificado seis áreas en las que hay que tomar partido: racismo, discriminación, corrupción, mentiras públicas, violación de derechos humanos y dictaduras. Si nos mantenemos neutrales ante esos temas, estamos fallando a la sociedad”.
Ramos es un entrevistador mordiente, como su admirada Oriana Fallaci. Un reportero que denuncia, como su compatriota Elena Poniatowska. Llama la atención que sus referentes periodísticos sean mujeres. “Ellas dos reflejan cómo pelear contra el poder, cómo ganarle al poder. Fueron y siguen siendo mis guías, en el caso de Fallaci, la primera Fallaci. Aunque la primera rebelde que conocí fue mi mamá”. Y me lo explica: “No la dejaron estudiar la secundaria porque la prepararon para casar, pero después de tener cinco hijos se le rebela a mi papá, se rehúsa a seguirle haciendo un chocolate caliente diario y se va a la universidad al mismo tiempo que nosotros. La vi caminando en los mismos pasillos que yo, y esa rebeldía dentro de la casa y fuera de la casa fue con lo que crecí”.
Jorge Ramos podía haber sido arquitecto, ingeniero, abogado o médico, pero eligió el periodismo. Entonces, su padre, un arquitecto que solo consideraba legítimas estas cuatro profesiones, le dijo: “¿Qué vas a hacer con eso?”. Padre e hijo se distanciaron durante mucho tiempo, hasta que los satélites volvieron a unirlos. “Yo hacía el Noticiero desde Estados Unidos y él me veía por televisión en México. Después, hablábamos y siempre me hacía algún comentario sobre la corbata que usaba”. —¿Por qué sobre las corbatas? —Siempre me han parecido inútiles y horrorosas, pero cuando me fui de México a Estados Unidos les robé algunas a él y a mi abuelo, y todavía las conservo.
Hace años que su padre murió —“Muchos”, me dice—, pero con su madre, que tiene 85 años, habla casi cada día. “Me da mucha risa, porque siempre se despide de mí diciendo: ‘Mijito, cuídate mucho”. Una frase muy mexicana para proteger al hijo reportero metido en trasiegos. Además de su madre, tres de los cinco hermanos Ramos —la única mujer, Lourdes, es periodista en Madrid— viven en México, el origen que lo define inevitablemente, como dice él. Por eso el pasado abril confrontó a López Obrador en ‘la mañanera’, la rueda de prensa que da a primera hora el presidente. “México es uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. La organización
Artículo 19 ha hecho una investigación y desde el año 2000 nos han matado a más de 120 periodistas. Desde que López Obrador llegó al poder han asesinado a cinco. Para mí los verdaderos héroes de esta profesión están allí”.
Acudir a ‘la mañanera’ en México, presentarse en Iowa para preguntar a Trump, volar a Caracas… La mitad del trabajo del reportero consiste, según él, en lo mismo que el de la paternidad: estar presente. Lo sabe bien
un hombre que cuando cumplió 25 años en Estados Unidos, más de los que había vivido en México, decidió hacerse ciudadano estadounidense para participar plenamente de la política, pero también porque le preocupaba que sus hijos fueran enviados a pelear en una guerra como la de Iraq, “que se inició por razones falsas”. Ramos tiene dos hijos, Paola (1988), que estudió en Harvard, trabajó en la campaña de Hillary Clinton y se describe como “activista latinx”, y Nicolás (2001), que estudia en Princeton. El periodista mexicano es pareja de la actriz venezolana Chiquinquirá Delgado, que tiene dos hijas.
En Estados Unidos hay más de 50 millones de hispanos, y alrededor de 12 millones de ellos son indocumentados. Esa es la audiencia de Jorge Ramos. El periodismo de servicio nunca cobró más sentido que en un momento en el que las políticas de Trump, que tomó la inmigración como causa para trepar al poder, afectan directamente a su público. Por eso él busca informar en cualquier formato: “Sin las redes yo no estaría aquí”.
Su fiereza lo ha convertido en una estrella. En su 30º aniversario como presentador del Noticiero, en noviembre de 2016, los mariachis tomaron la redacción. Se brindó con champán y hubo hasta una tarta con forma de televisor. Allí fue donde contó la historia que abre este reportaje: “Cuando yo comencé, había un conductor del Noticiero en Miami, Guillermo Benítez, que decía que él consiguió su puesto cuando el presentador anterior se fue de vacaciones, así que él nunca se iba de vacaciones. Mi actitud fue distinta, yo sí tomaba vacaciones, pero durante años, y puedo decir que ahora casi hago lo mismo, limpiaba mi escritorio pensando en que ya no iba a regresar más. Es una actitud muy zen hacia nuestra profesión. A final de cuentas lo único que te llevas es lo que viviste y lo que puedes preguntar”.
“SI NOS MANTENEMOS NEUTRALES ANTE CIERTOS TEMAS, ESTAMOS FALLANDO A LA SOCIEDAD” (JORGE RAMOS)