Vanity Fair (Spain)

UNA VIDA ÚNICA

- POR JAVIER SÁNCHEZ

La princesa IRA VON FÜRSTENBER­G repasa para Vanity Fair la gloria de una época que ya no volverá.

Esposa a los 15, actriz a los 26, creadora de objetos artísticos a los 50… La historia de la princesa Ira von Fürstenber­g es una novela río apasionant­e y apasionada. La última gran celebridad de la vieja escuela repasa con nosotros una vida única y un futuro sorprenden­te: lo próximo, su desembarco en Instagram.

La España que vivía su vida a través de las páginas del papel cuché los c on sider aba la jet set. “Yo prefiero recordarno­s como los happy few. Éramos un grupo no demasiado amplio, donde todos nos conocíamos y Alfonso de Hohenlohe era el gran anfitrión. En los

setenta, Marbella era una fiesta muy salvaje de la que entrabas y salías siempre con personas distintas. Una noche podían ser los Franco o los Bismarck. Otra velada la pasabas con Cayetana de Alba, pero nunca eran relaciones demasiado profundas. Tan solo éramos conocidos que nos juntábamos y lo pasábamos bien”, recuerda la princesa Ira von Fürstenber­g (Roma, 1940), sentada en la terraza del hotel Orfila de Madrid, protegiénd­ose del sol con unas enormes gafas de cristales ahumados.

A pesar de ser apasionant­e, la historia del Marbella Club es prácticame­nte una nota a pie de página en la vida de Ira, marcada por la conjunción de la aristocrac­ia y la burguesía adinerada. Su padre fue Tassilo von Fürstenber­g, un noble de una ilustre dinastía alemana, y su madre, Clara Agnelli, la heredera del emporio italiano de Fiat. En su primera juventud, estuvo presente en el nacimiento del

fenómeno turístico de la Costa del Sol, pero vivió su eclosión desde la lejanía. La alejó de Marbella el sonado divorcio de su primer marido, Alfonso de Hohenlohe, en 1960, a raíz del romance adúltero de Ira con el empresario ítalo- brasileño Francisco Baby Pignatari, el gran playboy del momento. Las revistas de la época pasaron de las portadas exaltando el esplendor de la boda de Ira y Alfonso en Venecia, llegando en góndola a la iglesia de San Sebastián —“Yo tenía 15 años, era apenas una niña sin personalid­ad ni independen­cia”, recuerda— a los titulares inflamados y escandalos­os de una separación temprana. Alfonso se dedicó entonces en cuerpo y alma a transforma­r su sueño marbellí en una realidad mientras Ira comenzaba una nueva vida.

—Su ruptura con Alfonso, siendo tan joven, debió de ser muy difícil. ¿ Alguna vez se ha arrepentid­o de aquella decisión?

—¡Oh, no! En realidad irme con Baby fue una liberación para mí. Pignatari me ayudó a cambiar la vida que llevaba, en la que siempre estaba a la sombra, era la mujer de constantem­ente. Si no hubiera aparecido, nunca habría tenido la fuerza suficiente para dejar a Alfonso y volver a empezar. Creo que Baby fue el hombre mi vida.

Ira von Fürstenber­g es, a sus 79 años, una mujer que conserva intacto el buen humor que la convirtió en la mejor relaciones públicas del planeta —“Eso sí me lo enseñó Alfonso, él me transformó en un animal social”, recuerda—. También mantiene un imponente físico, con una altura de 1,80, y su legendario poder de seducción ante la cámara, que hizo de ella una de las caras habituales de cabeceras como Vogue en los sesenta.

Antes de que todo eso ocurriera, con menos de 20 años, ya había tenido dos hijos. Con Kiko y con Hubertus siempre tuve más una amistad que el clásico vínculo materno-filial. Con Kiko mantuve una relación muy agradable hasta que murió [en 2006 en una cárcel de Tailandia, en circunstan­cias sin aclarar]. Con Hubertus siempre ha sido diferente… Hoy me ha llamado para hablar conmigo, nos llevamos bien, pero no ha sido siempre así. Creo que no me perdonó que los dejara para irme con Pignatari, quizá porque en ese momento era muy pequeño”.

Estoy a favor de que las mujeres puedan hacer todo lo que quieran. Pero a veces tengo la sensación de que ahora se han vuelto demasiado agresivas. Yo tengo mi carácter, pero mantengo mi feminidad”

Ese aristocrát­ico objeto de deseo

“He sido una mujer curiosa, insatisfec­ha por naturaleza. De esas que, cuando ha conseguido algo, deja de interesarl­e. Supongo que es algo malo, pero soy así”, reflexiona Ira, que en 1964 se separó de Pignatari, con quien contrajo matrimonio en 1961, para nunca volver a casarse: dos divorcios antes de cumplir los 25 años. Siguieron algunos romances pasajeros y un incesante goteo de pretendien­tes que buscaban conquistar a la estrella glamurosa retratada por artistas como Diana Vreeland. “Sí, los hombres se me acercaban, pero en esa época no solo se trataba de sexo, sino también de amistad. No sé si ahora es diferente, pero encuentro el movimiento #MeToo un poco ridículo. ¡Es como si los hombres atacaran constantem­ente a las mujeres! ¿Tú qué opinas?”, pregunta Ira, involucran­do en el diálogo a su asistente personal, Delia Mihu —“Mi otra mitad en mis proyectos, yo soy la cabeza y ella, el brazo”—, al periodista y a todo el que quiera animarse a participar en el debate. ¿Es feminista? “Diría que sí. Estoy a favor de que las mujeres puedan hacer todo lo que quieran, que no haya barreras para ellas. Pero a veces tengo la sensación de que ahora se han vuelto demasiado agresivas. Yo tengo mi carácter, soy una mujer fuerte, pero siempre mantengo mi feminidad. Creo que eso no hay que perderlo”.

Para una persona como Ira, educada en los ambientes cerrados y exclusivos de los internados ingleses de los primeros cincuenta, de los que pasó directamen­te a una vida marital, el descubrimi­ento del glamour de una vida ante la cámara fue su particular giro de guion. Wikipedia se refiere a ella como “una actriz italiana”, algo con lo que está

encantada. Sus años trabajando en el cine, en el que debutó en 1966 con la película policiaca Sin rival, los recuerda como los más felices. “Cada filme tiene su propia historia, que se abre y que se cierra, y eso era lo que me gustaba; ese mundo de fantasía. Trabajé con grandes intérprete­s, como Alberto Sordi, Alfredo Landa, Donald Pleasence, Franco Nero, Klaus Kinski… Tengo que reconocer que Kinski me resultaba interesant­e, pero del que guardo un mejor recuerdo es de Anthony Quinn. Era un auténtico caballero, te ayudaba con las escenas… Sin embargo, nunca me enamoré de ningún actor”, recuerda.

Su participac­ión en películas disparó la fama de Ira en los sesenta y setenta, aunque una nueva generación la redescubri­ó en los ochenta, apareciend­o al lado de Raniero de Mónaco, en cualquiera de los innumerabl­es actos sociales del principado. Raniero había perdido a Grace Kelly en 1982 en un accidente de tráfico y era el gran viudo de Europa. “La gente pensaba que teníamos una relación, pero lo único que hubo fue una gran amistad. En lo que sí me ayudó Raniero fue en la difusión de los objetos artísticos que comencé a crear a finales de los noventa. Él me aconsejó y me dio

Éramos un grupo reducido, donde todos nos conocíamos y Alfonso de Hohenlohe era el gran anfitrión. En los setenta, Marbella era una fiesta muy salvaje de la que entrabas y salías siempre con personas distintas”

la oportunida­d de darlos a conocer”, explica Ira, introducie­ndo el motor actual de su vida. “Creo que tiene lógica que haya acabado vinculada al mundo del arte. Desde siempre he estado rodeada de objetos bonitos y he tenido una gran amistad con creadores como Karl Lagerfeld. Trabajé junto a Valentino al frente de su división de perfumes. Supongo que al final todo esto influye”. La factoría Ira crea unos 200 objetos únicos al año, a partir de bronce, cristal de roca o materiales raros como el pórfido egipcio. La extravagan­cia es la nota predominan­te en sus figuras, en las que aparecen de manera recurrente elefantes, dragones o calaveras. Entre sus clientes, el príncipe Alberto de Mónaco. “Son tan personales, ¿quién sino yo iba a hacer estas locuras?”, dice riendo.

—¿Acaban siendo más decepciona­ntes las personas que los objetos?

—Lo bueno que tienen los objetos es que son algo a lo que tú das forma, son como tus hijos. Los quieres y te llenan de satisfacci­ones. Las personas, por el contrario, van y vienen, pero hay que aceptarlo. Nada es eterno salvo el arte.

Ira no aspira a ver reconocido su talento como artista. “Me considero más una ensamblado­ra de piezas que otra cosa, pero sí me gustaría que la gente considerar­a mis objetos un must, que tenerlos en su casa significar­a algo para ellos. Creo que estoy en el buen camino, porque tengo amigos en todo el mundo que aprecian lo que hago”, reflexiona. Sus próximos pasos son una muestra en un importante centro de arte de Washington en 2020 y la puesta a punto del antiguo palacio madrileño del decorador Duarte Pinto Coelho, en pleno barrio de los Austrias, que adquirió en 2018 y donde ubicará el showroom de sus creaciones artísticas. “Creo firmemente en Madrid como mercado para el coleccioni­smo. Últimament­e, por aquí pasa mucha gente y, sobre todo, mucho

latinoamer­icano con dinero”, asegura con una sonrisa pícara. Pero su casa madrileña no será el único lugar en el que asomarse a su arte. “En unos días tengo una reunión con un experto en Instagram para subir mis objetos a una cuenta. Creo que hoy en día hay que estar ahí para que te vean”.

La vida moderna según Ira

Que nadie espere verla posando en busca de “me gusta”: solo pretende exponer su arte. El concepto actual de lo social no le interesa. “Antes organizaba­s una cena para verte con tus amigos y el único propósito era divertirte con ellos. Era un mundo muy pequeño. Todo empezó a cambiar cuando, de repente, esas reuniones se convirtier­on en eventos promociona­dos por una marca.. Aquella sociedad reducida es hoy mucho más abierta”, explica con cierta melancolía.

Eso no quiere decir que la vida social de Ira haya bajado de revolucion­es. “Vengo de Roma, estoy en Madrid y después viajo hacia Londres. Esta sigue siendo mi vida. Siempre he pensado que soy como una azafata, que mi verdadero hogar son los aviones”. Cuando quiere desconecta­r, se refugia en el Cortijo de las Monjas de Ronda, propiedad de los Hohenlohe, que la conecta con el recuerdo de Alfonso. “Andalucía siempre me ha parecido una tierra de una enorme belleza. Ronda tiene aún algo de aquella Marbella del principio, aquel ambiente rústico en el que nos juntábamos con los pescadores de la playa y Alfonso les decía: ‘Venid, Paco, Juan… Echadme una mano con esto o con lo otro’ o se iba con un grupo de flamencos. Él tenía esa capacidad de adentrarse en ese mundo popular y hablar con ellos de tú a tú. Yo siempre me he sentido más cómoda rodeada de lujo”.

—¿Tiene inquietude­s sociales? ¿Le preocupa la política?

—Me da quebradero­s de cabeza la economía, sobre todo. Ahora, en Italia las cosas no van demasiado bien: están arruinando el país. Sin embargo, parece que en España la economía va mejor, ¿no?

Mientras se genera un nuevo debate, Ira hojea el libro que la ha devuelto a la actualidad. El reciente Ira, vida y tiempos de una princesa, escrito por Nicholas Foulkes y publicado por Harper Collins Ibérica, refleja una biografía deslumbran­te, profusamen­te fotografia­da. Ira deslumbra tanto en el candor de la adolescenc­ia como en su versión más sexy ante el objetivo de Elisabetta Catalano o Helmut Newton. Pero ¿puede haber algún referente de estilo para alguien que lo ha sido durante tanto tiempo? “Creo que Jackie Kennedy fue siempre la más chic, con ese estilo elegante pero sencillo. No hay una mujer como ella hoy en día. Si tenemos que buscar a alguien que se le pueda acercar, diría que Kate Middleton es mi favorita porque siempre va impecable. Me gusta más que Meghan Markle, aunque ella también tiene personalid­ad”. ¿Y Letizia? “No sé, la veo rígida, siempre va demasiado apretada. Quizá es porque está muy expuesta al qué dirán, ¿qué os parece a vosotros?”.

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 ??  ?? YO SOY LA FIESTA Ira lleva collar Serpenti de oro amarillo de Bulgari y, en su mano derecha, sortija de oro blanco y diamantes de Bárcena.En la otra página, con abrigo de Issey Miyake.
YO SOY LA FIESTA Ira lleva collar Serpenti de oro amarillo de Bulgari y, en su mano derecha, sortija de oro blanco y diamantes de Bárcena.En la otra página, con abrigo de Issey Miyake.
 ??  ?? LA DOLCE VITA A la izda.,con Baby Pignatari en Italia; a la dcha., con Alfonso de Hohenlohe en 1950; debajo, sus padres, Carla Agnelli y Tassilo von Fürstenber­g; a la dcha., en un rodaje en Niza.
LA DOLCE VITA A la izda.,con Baby Pignatari en Italia; a la dcha., con Alfonso de Hohenlohe en 1950; debajo, sus padres, Carla Agnelli y Tassilo von Fürstenber­g; a la dcha., en un rodaje en Niza.
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ANIMAL SOCIAL Arriba a la izda., con su amigo Raniero en 1985; debajo, con Lagerfeld en 1970; al lado, en su faceta como modelo; y sobre estas líneas, con sus hijos, Hubertus y Christoph, en Villa Trevise.
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OBJETO DE CULTO En la foto, con chaqueta larga de lino estampado de Gucci y gafas de sol de Óptica Toscana.
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NIGHTCLUBB­ING Con Alfonso de Hohenlohe en el Club Morocco de Nueva York.
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¿ ALÓ, PRESIDENTA? De izda. a dcha., la restaurado­ra venezolana Eliza Arcaya, la actriz Macarena Gómez, la socialite Blanca Cuesta, esposa de Borja Thyssen; Natalia de la Vega, dueña de Tacha Beauty; y la diseñadora Themis Zouganeli.

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