DISTOPÍAS Fuera y dentro de la literatura… y apenas se distinguen.
¿ QUÉ HACEN L AS AU TORAS D E D ISTOPÍAS ADEMÁS D E D ESCRIBIR, E N OTRO ASFIXIANTE, E XAGERADO Y F UTURO CONTEXTO, LO QUE ESTÁN VIVIENDO?
Dice , jovencísima
Hanna Jameson escritora británica, algo así como un cruce imposible entre el
que aún amaba los Stephen King hoteles aislados y el fin del mundo y el que escribió el adictivo
Andy Weir El marciano, que la distopía no puede sino ser cosa nuestra. Porque ¿qué hacen las autoras de distopías además de describir, en otro asfixiante, exagerado y futuro contexto, lo que, de alguna manera, están viviendo a diario? “Salimos a veces temiendo no que una horda de zombis nos devore, pero sí que no volvamos sanas y salvas a casa porque nos crucemos con el tipo inadecuado”, dice Jameson, autora, por cierto, de la recomendable y apocalíptica Los últimos (RBA). Su teoría encaja a la perfección con El cuento de la criada, clásico entre los clásicos del distopismo feminista que
, brillante pensadora narrativa Margaret Atwood de lo raro que es vivir —no se queden en la superficie, atrévanse a internarse en La mujer comestible, Ojo de gato y Nada se acaba—, pertrechó en los ochenta y que ha vuelto a tomar las calles. Que, en realidad, lo ha hecho por primera vez gracias al oportuno rescate audiovisual —nunca infravaloren el poder de la televisión, por más gourmet que esta se haya vuelto— en unos tiempos en los que hasta la última barbaridad dicha —o escrita— en el pasado tratando de radiografiar el propio pasado suena a visionaria. Clásico entre los clásicos listo para ampliarse con una inesperada secuela, Los testamentos (Salamandra), que servirá para anticipar el futuro. No en vano, al cierre de esta edición, lo que se sabe de esta segunda entrega es que recoge lo que cuentan tres narradoras —quién sabe si fiables— de lo que pasó con Defred después de que las puertas de la furgoneta se cerraron. A veces, leer es descubrir qué clase de mundo está inevitablemente a punto de rodearte.