Vanity Fair (Spain)

A FUEGO LENTO Así se ha cocinado la vocación por los fogones de Cuchy Pérez.

Desde hace un año, Cuchy regenta El Babero, una “taberna canalla” que ya conquista a muchos clientes del selecto barrio de Salamanca de Madrid. Hablamos con ella de su pasión por la cocina y de su familia. Su padre es Florentino Pérez, presidente del Real

- POR EDUARDO VERBO

He sido socia del Real Madrid desde los cuatro años. Lo he visto en casa desde pequeña. Es una cuestión educaciona­l”, me responde

María Ángeles ( Madr Pérez id, Sandoval 1977) cuando le pregunto si alguna vez fue hincha de otro equipo diferente al que preside su padre,

Florentino . El día que Cuchy Pérez — todo el mundo la llama así— nació, su familia ya admiraba las hazañas de la plantilla merengue, entonces integrada por o

Paul Breitner Vicente Del . Su progenitor es el socio 2.486 Bosque de los cerca de 100.000 que tiene el club. Por eso, la joven sintió los colores como propios. Pero no siempre transigió con las costumbres paternas y pronto quiso escribir su propia historia: nunca se planteó seguir los pasos de su padre en los grandes negocios. “Mi familia quería que estudiara Derecho o Empresaria­les. Me negué. ¡Soñaba con ser actriz!”, rememora con una gran sonrisa ya más tranquila después de la sesión de fotos.

Esta madrileña de 42 años tenía 22 cuando en el 2000 Florentino ganó las elecciones presidenci­ales a

. Fue la época dorada Lorenzo Sanz de la institució­n blanca. Dos supercopas, una Supercopa de Europa, dos ligas, una UEFA y el fichaje de cinco “galácticos”: ,

David Beckham , , Ronaldo Zinedine Zidane Luis Figo y . Un escenario apasionant­e

Michael Owen para cualquier alumno de Ciencias de la Informació­n: tener la noticia en casa. “Llegué a un pacto con mis padres. Lo de actriz fue un acto de rebeldía. ¡Quería salirme de lo estándar! Decidí que estudiaría Periodismo”, cuenta con cierta nostalgia.

Desde entonces, la interpreta­ción se perdió un valor al alza y el fútbol ganó algo (casi) imposible: una periodista confiable y silente. Durante los últimos 19 años, Cuchy ha asistido junto al presidente a la mayoría de los partidos del Madrid. No es difícil

encontrarl­a sentada cerca de su padre en el palco presidenci­al. Vibrando y sufriendo. Celebrando y consolando. “Lo acompaño más desde que murió mi madre. Sobre todo, en sus viajes por Europa”, explica.

Fue a raíz de estos periplos cuando Cuchy entró en contacto con los mejores chefs del mundo. Florentino Pérez, presidente del club y de ACS, una de las mayores constructo­ras de España, también posee un fino paladar. “Valora mucho el trabajo que se hace en los restaurant­es y siempre quiso que lo conociera. Gracias a eso, he estado en los mejores sitios. Por ejemplo, conozco casi todos los locales con estrella Michelin de París. Recuerdo haber visitado Maxim’s [uno de los más icónicos de la capital francesa que contaba con clientes como

Rita o ] Hayworth Jean Cocteau y no haber aprovechad­o la experienci­a, porque antes no comía muy bien. Otra vez, en otro viaje del Madrid, me llevó a [emblema

Paul Bocuse de Francia e inventor de la Nouvelle cuisine]. Me lo presentó y, cuando me contó lo que acababa de probar, tuve un gran flechazo”.

Así se fue forjando el buen gusto de una gran gourmet. “Hoy en día, casi todos los viajes que hago son gastronómi­cos. Me encanta The Ivy, en Los Ángeles, y Rosetta, en México D. F. Y siempre me traigo algo rico”, confiesa. Aunque su pasión empezó mucho antes. “Tengo grabado en mi memoria a mi abuela materna haciendo magia en torno a la cocina de su casa de Cerceda (Madrid). Guisaba desde que se levantaba hasta que se acostaba. Mi madre también lo hacía de maravilla. Se le daban fenomenal el cocido y el gazpacho”.

, Pitina”, que María Ángeles Sandoval “regentaba una tienda escuela de bordados, ejerció una notable influencia en la menor de sus tres hijos — ,

Florentino

conocido como Chivo; , al que

Eduardo llaman Over; y María Ángeles, Cuchy—. “Ella fue la que me puso Cuchy desde que nací. Contó varias historias sobre la decisión, pero nunca sabremos la verdad. Era una bestia parda. Siempre decía lo que pensaba y sabía estar. La gente la quería por eso”, recuerda. El matrimonio de sus padres ha sido uno de los más poderosos de la escena social y empresaria­l española, pero también uno de los más discretos y modestos. “Mi madre era la sencillez absoluta. Y a mi padre siempre lo he visto trabajar sin hacer ostentació­n de nada. A veces, le echo un poco la bronca: ‘Papá, tienes que aprender a no hacer nada’. La gente se cree que es muy serio, pero en casa tenemos todos un sentido del humor muy ácido. Nos han dado muchos valores: la generosida­d, el respeto, el tener los pies en el suelo…”, enumera.

Cuchy echa la vista atrás sentada en el reservado de su nuevo proyecto, El Babero, el restaurant­e que abrió hace un año en el número 16 de la calle Puigcerdá, en el barrio de Salamanca de Madrid, y cuyo mayor espectácul­o, al margen de la cocina tradiciona­l que elabora, es verla en acción preparando sus platos estrella: la tortilla, el redondo de ternera, las lentejas o el marmitako. “Yo no sé de grandes técnicas. Solo sé lo que se comía en mi casa y en la de mi abuela, y eso es lo que la gente está echando de menos. Me gusta hacer felices a los demás, crear un ambiente de amigos. Este es un local para eso, una tabernita canalla. El que no nos conoce, entra y a los 10 minutos se siente parte de esto”. De cerca, Cuchy es como su cocina: sin artificio, directa y libre. “Por eso me han gustado siempre las personas que dicen en alto lo que piensan y que son claras. Yo lo soy”, reflexiona. Ha costado un tiempo que aceptara darnos una entrevista. Es una de las pocas que ha concedido. Finalmente, hace unos meses, en la Cena Pirata, el evento solidario que cada año organiza el jugador para recaudar fondos

Esteban Granero para asociacion­es benéficas — Cuchy también colabora la Fundación Española contra el Cáncer y es presidenta de honor de El sueño de Vicky—, me espetó: “Llámame”.

Aceptó. ¿Una de las condicione­s? “Nada de estilismos imposibles”.

En la cocina, Cuchy se centra en el producto: “No me gusta inventar ni disfrazar la materia prima. No puedes estar comiendo todos los días de estrella Michelin”. Tiene mucha relación con los mejores cocineros del momento. De hecho, en El Babero se sirven algunas de las recetas de

Josean Alija (Nerua) o (Atrio). Antes

Toño Pérez de embarcarse en este local, tuvo otro establecim­iento con el mismo nombre en Las Tablas, una zona residencia­l al norte de Madrid que alberga las sedes de empresas como BBVA, Dragados, Mediaset o Peugeot. Con sus platos, homenajeab­a a su familia: la merluza de mamá, los chipirones de la yaya, la hamburgues­a de Over… “Al año de abrir, llegó la famosa crisis. Llenaba a mediodía, pero por la noche no tenía mucho público. Aguanté ocho años hasta que tuve que cerrar. Y, pasado un tiempo, fue cuando me animé a buscar un nuevo local en el centro de Madrid”. El cierre supuso un quebradero de cabeza para los numerosos ejecutivos que acudían allí cada mediodía. “Me encanta preparar legumbres, pero las desgraso para que la gente no se vaya rodando a la oficina”. Los clientes estaban acostumbra­dos a encontrar lo mejor del mercado. “Una vez hice una locura. Traje una trufa blanca increíble de Milán. Vendí la tortilla a 90 euros y aun así no le saqué beneficio”, rememora.

Perfeccion­ista por naturaleza, Cuchy se hizo cocinera porque quería aunar en su propio negocio las cosas buenas que veía en los múltiples restaurant­es que visitó desde joven. “Mis amigos también me animaron porque

ES LICENCIADA EN PERIODISMO Y, CUANDO ERA JOVEN, SOÑÓ CON SER ACTRIZ. “QUERÍA SALIRME DE LO ESTÁNDAR”

a mí me ha encantado siempre recibir en casa”. Pero fue la enfermedad de su madre, a quien diagnostic­aron un cáncer de pulmón que superó —murió a los 62 años tras sufrir un infarto—, lo que dio el vuelco definitivo a su trayectori­a. “El día a día de los momentos complicado­s te hace preguntart­e: ¿Yo qué quiero hacer?”.

Hasta llegar aquí, a la madrileña, como decía

Ortega y , le costó encontrar Gasset su plato principal en la vida. “Tardé mucho en sacar la carrera. El periodismo no era mi vocación. Aproveché aquellos años de juventud para viajar lo máximo posible. Punta Cana, la Riviera Maya… ”. Aun así, tras licenciars­e, pasó brevemente por la cadena SER y recaló en el atelier de Javier Larrainzar, donde se ocupó de la prensa y las relaciones públicas. “Coincidió con la boda de y , los entonces

Felipe Letizia príncipes de Asturias. Venía mucha gente a vestirse, las revistas de moda estaban interesada­s en conocer los looks, las tendencias… Fueron unos meses apasionant­es”.

En 2003, Cuchy había protagoniz­ado

la gran boda de ese año al casarse con el empresario , nieto del fundador

Jesús Martín Buezas de la empresa de autobuses La Sepulvedan­a, ante 1.250 invitados. Al enlace asistieron desde el presidente del Gobierno,

José María , hasta el alcalde de Madrid, - Aznar Alberto Ruiz

, o miembros de la plantilla del Real Gallardón Madrid, como o , entre otros. “Me han

Luis Figo Raúl González educado con mucha naturalida­d con respecto al tema de las autoridade­s. Me he relacionad­o con ellos con el protocolo debido, pero de una manera muy relajada. Por ejemplo, mi padre trata igual a una amiga mía que al rey. Esa es su grandeza”, dice. Estuvo casada durante cinco años, pero terminó separándos­e. Actualment­e, tiene pareja, pero se resiste a desvelar su identidad. Fruto de su matrimonio, nacieron sus dos hijos,

, de 14, y , de 11. “Ellos son mi público más Florentina Enrique difícil. Les gusta mucho como cocino. El pequeño me dice que quiere seguir con El Babero. Tiene olfato y paladar, pero es muy niño todavía… Veremos”. Entre las aficiones de Cuchy está ver series y es, además, una enamorada de los animales. De hecho, tiene tres perros: Mou —por Mourinho—, Piti —en honor a su madre— y Rita.

En noviembre de 2004, lo intentó de nuevo con el periodismo: montó Conoco Comunicaci­ón. “Era una agencia muy diferente a las que existían en esa época. Por ejemplo, hacíamos una inauguraci­ón de una marca en un teatro cuando hasta la fecha solo se realizaban pasarelas”. Aunque se ha publicado que la hija de Florentino Pérez cerró ese negocio, Cuchy nunca lo ha dejado del todo. “Sigo llevando proyectos. Si el tema me emociona, me pongo manos a la obra”, finaliza. Luego, llegó su primer restaurant­e. Y así fue como decidió darle una oportunida­d a la cocina que, al igual que su pasión por el Real Madrid, había aprendido en casa.

 ??  ?? “DOÑA CUCHARA” Cuchy, en El Babero, rodeada de legumbres y verduras, con camisa de Javier Simorra.
“DOÑA CUCHARA” Cuchy, en El Babero, rodeada de legumbres y verduras, con camisa de Javier Simorra.
 ??  ?? MUY UNIDOS Cuchy, a su padre, junto Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, en una imagen de 2004. Es la pequeña de los tres hijos que el también presidente de la constructo­ra ACS tuvo con María Ángeles Sandoval, “Pitina”.
MUY UNIDOS Cuchy, a su padre, junto Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, en una imagen de 2004. Es la pequeña de los tres hijos que el también presidente de la constructo­ra ACS tuvo con María Ángeles Sandoval, “Pitina”.
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 ??  ?? EL BABERO Imagen del restaurant­e el que número Cuchy 16 regenta de la calle en Puigcerdá, en Madrid, especializ­ado en cocina de mercado. A la izda., con camisa de Javier Simorra y delantal de Zara Home.
EL BABERO Imagen del restaurant­e el que número Cuchy 16 regenta de la calle en Puigcerdá, en Madrid, especializ­ado en cocina de mercado. A la izda., con camisa de Javier Simorra y delantal de Zara Home.
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