Vanity Fair (Spain)

ENAMOR AR SE DE [LA F IDEL IDAD A] UNA IDE A

- POR JAVI SÁNCHEZ

El primer Note que pude tocar fue el N9005, el Galaxy Note 3. Y, como suele pasar cuando algo huele a futuro y a apostarlo todo por una idea, me enamoré sin remedio. Creo que es la vez que más cerca he estado de entender a los usuarios de y sus devociones.

Apple Unas cuantas generacion­es después, el Galaxy Note sigue siendo mi smartphone favorito: es un móvil construido alrededor de dos ideas. La primera es no renunciar a lo que mejor sabemos hacer con las manos: escribir y dibujar, pero sin prescindir de la máxima potencia tecnológic­a. Es la misma razón por la que mi ordenador de referencia es el Microsoft Surface: todo lo que puedes hacer normalment­e más la idea de escribir a mano. Todavía no entiendo que nadie haya seguido a en el terreno

Samsung móvil —ni que Apple no gradúe ya el iPad Pro a la categoría de MacBook—. La segunda, y esta fue más sutil hasta hace unos años, era conseguir el dispositiv­o definitivo: un smartphone capaz de hacerlo todo. Si el Note era grande —hubo un tiempo en el que las pantallas tenían menos de cinco pulgadas salvo en un caso: el gran N—, no solo era para poder escribir en su pantalla, sino también para trufarlo de avances y novedades. Cada año, Samsung sacaba su flagship, el Galaxy S que tocase, bonito y afilado, y luego una monstruosi­dad en forma de Note. Esos tiempos han pasado a la historia. Ahora, el Galaxy S llega en primavera, cargado de ideas firmes, y pocos meses después tenemos el Galaxy Note, un móvil increíble que sigue estirando los límites de la tecnología desde nuestros orígenes: primero un palito. Y, desde ahí, todo lo demás.

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