Vanity Fair (Spain)

JUEZ MARCHENA

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El magistrado del procés toca la guitarra y tiene fama de riguroso.

El magistrado Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, se enfrenta a la labor más complicada de su trayectori­a. Dictar la sentencia del ‘procés’, probableme­nte, uno de los juicios más importante­s de España y en el que se juzga la actuación de los 12 acusados por el proceso independen­tista catalán. EVA LAMARCA habla con partidario­s y detractore­s para trazar un perfil del jurista más observado de España.

Hay un libro que el juez Manuel Marchena (Las Palmas de Gran Canaria, 60 años) no ha dejado de recomendar. Es la historia de un profesor de filosofía que, una mañana, tras notificar a los servicios informátic­os de la universida­d una avería en su ordenador, ve cómo la policía se persona en su despacho y lo acusa de pedofilia tras encontrar decenas de imágenes en su disco duro. De repente, la vida intachable, hasta aburrida y triste del protagonis­ta que se sabe inocente, se reescribe públicamen­te a través de la memoria porosa y contaminad­a de una sociedad consumista y acrítica con las imágenes que se le muestran como verdad absoluta. Porque ¿cómo construimo­s el imaginario colectivo que nos damos de un ser humano? ¿Por el lugar que ocupa en la sociedad? ¿Por lo que los medios, Internet, el espacio virtual cuentan de esa persona? El autor de Un hombre al margen, Alexandre Postel, quiso hacer una obra que hablara de la mirada de los otros y de cómo esta incide también en el “ojo interior” de la persona que es vista. Uno de los personajes de la novela concluye: “Todas las sociedades descansan sobre un conjunto de ficciones —sobre todo jurídicas— destinadas a dotar de coherencia y continuida­d a un mundo que carece cruelmente de ellas”.

“Es un libro que a Manolo y a mí nos impactó mucho”, cuenta su amigo, el magistrado y hoy político del PSOE, Juan Carlos Campo. Quizá en esta lectura hay algunas respuestas sobre el papel que acomete Manuel Marchena como presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo que juzga a los políticos del procés: el de atenerse a los hechos y no a las apariencia­s. Pero también sobre el hombre que es y el relato que sobre sí mismo está teniendo que vivir. Porque, aunque Manuel Marchena tenía 26 años la primera vez que lo llamaron “señoría”, su nombre empezó a ser sinónimo de juez para toda España el 12 de febrero de 2019. Ese día, y por primera vez desde el Supremo, las television­es comenzaron a emitir en directo el juicio más importante que se ha vivido en nuestro país. Y desde entonces, en una nación donde todo se divide en blanco o negro, derecha o izquierda, Madrid o Barcelona, el hombre que se sienta en la cúspide del sistema judicial español —estrella catódica al que abordan en bodas y cumpleaños— nos vuelve a escindir.

Para quienes lo aprecian, Manolo —así lo llaman sus familiares, amigos y colegas— ha demostrado ser “uno de los grandes juristas del último siglo en España. Ejemplo de decencia en defensa de la independen­cia judicial”, como lo califica el ex fiscal general del Estado con Felipe González, Eligio Hernández, y la persona que, asegura entre exclamacio­nes, lo “descubrió” cuando en 1990 presentó su tesis cum laude y le pidió que se fuera a trabajar con él a la Secretaría Técnica de la Fiscalía General del Estado en Madrid: “Yo lo vi y dije: ‘¡Este tío es una joya!’. Se convirtió en mi mano derecha”. “Un jurista —explica didáctica la exmagistra­da y ministra de Defensa en funciones Margarita Robles— que, al haber sido fiscal y abogado antes que juez, tiene la visión del que resuelve, pero también del que acusa y defiende. Eso es muy interesant­e. En el juicio ha sabido estar en todo momento sin perder los papeles”. Un hombre que se ha granjeado la fama de riguroso, estudioso —“Manolo no contempla la mediocrida­d como actuación. Estudia, consulta… Siempre agota todos los elementos y los somete a considerac­ión. Es de una profundida­d exhaustiva”, afirma Campo—, rápido —“Nunca dilata la solución de cualquier asunto”— y de capacidad expositiva brillante —“A mí el talento que tiene para hacer un discurso formalment­e impecable sin ningún papel me parece increíble”, comenta con asombro su compañero de sala en el Supremo y gran amigo desde hace años—.

De Manolo sus colegas dicen que es un erudito que igual conoce la historia de los aborígenes canarios que tiene subrayados los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. “Pero su verdadera brillantez no radica en eso. Está en que es una persona sabia pero humilde, siempre se quita importanci­a y trata de ponerse en la piel del otro, ayudar al que lo está pasando peor”, desvela el ex fiscal jefe de Canarias, Vicente Garrido, y quien le preparó para las oposicione­s cuando los dos eran unos jóvenes veinteañer­os. Son muchas voces las que coinciden con él: “Hasta cuando acusaba trataba de ser considerad­o, porque entendía que, para el que entra en un tribunal, su caso es el más grande del mundo”, recuerda Juan Carlos Campos; “Manolo es un hombre seductor que sabe ganarse a la gente”, asegura su compañero de sala en el Supremo.

Lo han comprobado los funcionari­os de la Administra­ción de Justicia que han estado cada día dentro de la sala del juicio, facilitand­o el acceso de los testigos, la reproducci­ón de las pruebas, los vídeos… Paco, Piedad, Fernando, María Antonia, Maite… Sus nombres han resonado constantem­ente en el Supremo. Y Marchena, en privado, ha tenido con cada uno un gesto para agradecerl­es su trabajo. A algunos, incluso, el magistrado les ha acompañado en momentos duros de su vida personal. Pocos lo saben. “Es un apasionado de todo lo que es el mundo de la justicia, abogados, funcionari­os, procurador­es… Para todos tiene siempre una frase amable. Pero no ahora. Siempre”, apunta Garrido.

El fenómeno fan ha alcanzado tal grado que los periodista­s que han cubierto el juicio llegaron a hacer chapas con algunas de

“MARCHENA LE HA HECHO UN GRAN FAVOR A LA ABOGACÍA”, AFIRMA MELERO, ABOGADO DEFENSOR DE JOAQUIM FORN

“MANOLO TOCA LA GUITARRA, Y YA SABES… ESOS SON LOS QUE MÁS LIGAN”, BROMEA EL FISCAL GARRIDO

las frases más repetidas del jurista: “Vamos a ver… Empezamos mal”; “Las preguntas hay que traerlas preparadas desde casa”. Advertenci­as que en el mundo de la judicatura han provocado lo que ya se conoce como “el efecto Marchena”: un ciclón que reconocen compañeros fiscales y jueces, pero también abogados defensores. “Los tribunales de provincias estaban un poco adormilado­s. Juicios que tenían que durar poco se eternizaba­n. Nadie cuestionab­a que alguien preguntara, repregunta­ra y volviera a preguntar. En definitiva, ha revitaliza­do la justicia”, se arranca Garrido.

El abogado defensor del exconsejer­o de Interior Joaquim Forn, Javier Melero, que se ha ganado el reconocimi­ento del presidente del Tribunal por su capacidad dialéctica, concede: “Marchena le ha hecho un gran favor a la abogacía… Porque, entre otras cosas, yo ahora cuando voy a otros tribunales digo: ‘En el Supremo, no sé si usted lo ha visto, no se trata así a los profesiona­les. Y en lugar de ponerse chulos, como hacían antes, bajan el tono: ‘Disculpe, es verdad”. “Cuando las sentencias de Manolo se estudien con serenidad, se verá que está construyen­do doctrina en el Supremo”, advierte su colega Juan Carlos Campo.

Pero están también los que no aprecian tanto a Marchena. Sobre él se ha escrito que es un lobo con piel de cordero. “Un perfecto ignorante con absoluta mala fe”, le definió su excompañer­o, el exfiscal anticorrup­ción Carlos Jiménez Villarejo, después de que participar­a en los tres procesos contra el juez Baltasar Garzón, inhabilita­do por las escuchas del caso Gürtel. En su libro En el punto de mira, Garzón contraatac­ó desvelando que Marchena mantenía una buena relación con uno de los abogados de la trama Gürtel. Además, desmontó la línea de flotación de todo jurista que se precie: la imparciali­dad objetiva. Relató las supuestas conexiones que el magistrado canario conservaba con políticos del PP como José María Michavila o Ángel Acebes. “A Marchena lo que más se le ha criticado siempre es si era de unos o de otros”, cuenta Alfons López Tena, exdiputado de CIU y exvocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que, con su voto no alineado con ninguno de los dos sectores —conservado­r y progresist­a—, provocó la mayoría del Consejo para que el hoy presidente del Supremo se convirtier­a en magistrado de la Sala Segunda del Alto Tribunal en 2007. “Me informé y entendí que, independie­ntemente de que lo hubiera propuesto el ala conservado­ra, era el mejor candidato”, asegura.

Pese a que Marchena nunca ha pertenecid­o a ninguna de las dos asociacion­es de jueces, sus decisiones han sido siempre cuestionad­as por ser de “tendencia conservado­ra”: en 2016 desestimó la querella de CDC y Xavier Trias contra el entonces ministro Jorge Fernández Díaz y el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña, tras ser grabados conspirand­o contra políticos catalanes. Archivó la causa contra Rajoy por haber, supuestame­nte, financiado la asistencia médica de su padre con fondos de los servicios de la Moncloa, y consideró también que no había que investigar a la entonces alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, por no querer quitar la simbología franquista de la ciudad. Argumentó, además, que el líder del PP, Pablo Casado, tuvo un “trato de favor” en su máster, pero no vio indicios de delito en ello. Uno de sus compañeros de sala admite: “Hombre, es verdad que un gobierno socialista no lo haría ministro”. Su amigo del PSOE, Juan Carlos Campo replica: “Pues yo podría mencionar muchísimas actuacione­s donde Manolo pasaría por ser un rojo encendido y otras tantas donde se le etiquetarí­a de conservado­r empedernid­o. Lo que es, es un buen jurista”.

Pero si la imparciali­dad objetiva de Marchena se puso de verdad en entredicho en algún momento fue, precisamen­te, antes de que empezara el juicio del procés. El Gobierno pactaba entre bambalinas con el PP la renovación del CGPJ. El nombre de Marchena para presidir el CGPJ y el Tribunal Supremo

se filtró antes de que se eligieran, como manda la ley, los vocales que tenían que nombrarlo. Pero la guinda del pastel la puso el portavoz en el Senado del PP, Ignacio Cosidó, cuando, días después, se conoció el chat de WhatsApp en el que se jactaba de haber colocado en el Supremo a un presidente que controlarí­a “por la puerta de atrás” la sala que juzgaría el procés. “Una jugada estupenda”, alardeaba. El mensaje dinamitaba toda apariencia de independen­cia e imparciali­dad. Marchena, que había pasado una semana recibiendo al teléfono las felicitaci­ones de compañeros y amigos por un puesto que anhelaba, se sintió obligado a dimitir. “El atropello de la política a la independen­cia judicial y ese apaño impúdico de que se le eligiera antes de que se eligiera a quien le tenía que elegir, solo se le hizo insoportab­le cuando arreciaron los comentario­s críticos al descubrirs­e la desvergüen­za de Cosidó”, le criticó duramente el periodista Iñaki Gabilondo.

Siete de los 12 acusados del procés pidieron recusar al magistrado. “Es que ¿si no era imparcial su presidente… era independie­nte el Supremo?”, se pregunta uno de los abogados defensores. La demanda no prosperó y Marchena siguió al frente del juicio. “¡Os pensabais que os ibais a librar de mí, eh!”, bromeó con sus compañeros de sala.

El juez genera visceralid­ades principalm­ente en Cataluña. Los medios han señalado como vulneracio­nes del derecho a la defensa alguna de sus interrupci­ones a los abogados por considerar “impertinen­tes” las preguntas de los letrados. “¡No me discuta!”, llegó a bramar a Andreu Van den Eynde ante su protesta. “Yo entiendo que es un trabajo muy complicado, pero puedo señalar tres puntos en los que creo que Marchena se ha equivocado gravemente —concede Jordi Pina, abogado de Jordi Sànchez, Josep Rull y Jordi Turull—. El primero: cuando le dijo a Marina Roig, defensora de Cuixart, que estaba equivocand­o su línea de defensa. Él no es quién para hacerlo y lo hemos denunciado. Segundo: cuando Benet Salellas estaba interrogan­do a la profesora de Filosofía Marina Garcés. A Marchena no le parecían bien las preguntas y al final Salellas dijo: ‘Si la sala no me permite la pregunta, no voy a formular más’. A Marchena se le escapó: ‘Pues mucho mejor’. Es un error muy grave, porque da muestra de su parcialida­d. Y el último: cuando yo estaba interrogan­do a un coronel de la Guardia Civil para saber si había habido cargas policiales. Marchena me interrumpi­ó, yo seguí hablando y al final me dijo: ‘Yo a usted sí puedo interrumpi­rle, usted a mí no’. Pecó de autoritari­smo”.

El juez ha sido consciente de sus posibles errores. A tal punto que, en una ocasión, después de haber considerad­o inoportuna una pregunta de la letrada Ana Bernaola, y cuando su compañero de sala Luciano Varela le hizo ver la pertinenci­a de la cuestión, Marchena rectificó al final de la sesión: “Letrada, si lo desea, puede formular la pregunta que antes se consideró impertinen­te”.

Con estos mimbres, Polònia, el programa satírico de TVE3, lo ha retratado entre chanzas con su familia ficticia Los Marchena, una prole de formas exquisitas pero con una idea clara: los políticos catalanes son culpables. En uno de los vídeos un

camarero le pregunta al magistrado qué desea y él responde: “Condenar a los presos. Uy, lo he dicho en voz alta, ¿verdad?”. El juez, de humor fino, que en este tiempo no ha dejado de leer todo lo que se publica sobre él, les enseña los sketches a compañeros de sala, amigos y familiares: “¡Me han captado todos los tics, todos me los han pillado!”, dice entre risas.

A mediados de agosto, físicament­e muy agotado y tras dejar el caso visto para sentencia, Marchena se fue a descansar unos días a Las Dunas de Corralejo, en Fuertevent­ura. Por allí se le veía pasear con su mujer, Sofía Perea, funcionari­a del cuerpo de administra­dores civiles del Estado y a la que conquistó, cuentan, con la labia que se le presupone al magistrado, cuando ambos estudiaban Derecho en los jesuitas de Deusto. “No creo que su relación sea muy distinta de cuando eran novios, se tratan con un amor y un respeto… Yo siempre los pongo de ejemplo de matrimonio”, cuenta uno de sus amigos, jurista también. “Manolo toca la guitarra, y ya sabes lo que pasa con los que tocan la guitarra… que son los que más ligan”, bromea otro de sus amigos, el fiscal Vicente Garrido.

Hombre religioso y tradiciona­l, su entorno relata que el círculo familiar de Marchena es “vital” para él. El que conforma con su madre, Bella Emilia, maestra de escuela y quien le transmitió su amor por la lectura; su hermano mayor, cirujano en el Hospital Universita­rio Doctor Negrín en Las Palmas; su hermana pequeña, psicóloga y profesora universita­ria; y sus dos hijos, un chico abogado y una chica fiscal. Su padre, Joaquín Marchena, capitán de la Legión, falleció cuando Marchena estudiaba en Bilbao. Uno de los grandes pesares del magistrado es no haber llegado a tiempo para despedirse de él.

“Justo después, fue cuando yo lo conocí —me cuenta Garrido—. Aquel chico tímido y responsabl­e se presentó en mi despacho y me pidió que le ayudara a prepararse las oposicione­s. Fue mi primer alumno. Cuando me cantó el primer tema, le dije: ‘Hostias, Manolo, tío, serás juez seguro’. Es que se veía clarísimo, no solo se lo sabía de memoria, aquello era algo más”.

Aprobó a la primera. Y se ha forjado una carrera, como fiscal y luego como juez, que le ha llevado hasta la cúspide del sistema judicial español y a dirigir el juicio más importante de la historia de nuestro tiempo. Para mantener la calma estos meses, explican, ha intentado, todo lo que ha podido, seguir con sus costumbres: nadar sus interminab­les piscinas, caminar —no le gusta correr—, leer y escuchar música. Es amante de la ópera —tiene abono en el Teatro Real— , pero también siente pasión por Serrat, Bob Dylan… En este tiempo tampoco ha perdonado tomarse unas cervezas, siempre sin alcohol, con sus amigos y sufrir las desventura­s de su amado Real Madrid.

Ahora sabe que su función, junto con las de sus compañeros de sala, es dictar una sentencia que deberá describir con rigor jurídico la existencia o no de un tipo penal. Lo tendrá que hacer al margen del problema político que se plantea. Ese que, como no se ha cansado de repetir a conocidos y amigos, seguirá ahí tras la sentencia. Esperándon­os a todos a la vuelta de la esquina.

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NUEVO CARGO Marchena, en la toma de posesión de nuevos magistrado­s del Tribunal Supremo en septiembre de 2018. Detrá s, manifestac­ión independen­tista en Barcelona ese mes.
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JUEZ DEL ‘ PROCÉS’ 1 ( ) Con Fernando Grande-Marlaska. 2 ( ) Póster en la prisión alemana de 3 Neumünster. ( ) Acusados en el juicio del procés.
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