LA MODA DE LA REINA
Firmada por las hermanas Molinero.
“Las niñitas”. Así llamaba Cristóbal Balenciaga a las hermanas Molinero mientras las animaba a probar suerte en París con su casa de modas. Se quedaron en Madrid, donde vistieron a las damas de la alta sociedad española y también a doña Sofía, que si brilló como la reina de la elegancia durante décadas, fue gracias a Pilar y María Antonia, fallecida el 24 de junio. Su sobrina Belén las recuerda en exclusiva.
Una esquela en el diario ABC anunciaba el pasado septiembre el fallecimiento de María Antonia Molinero. La mujer que, junto a su hermana Pilar, vistió durante años a las damas más importantes de España. Una lista que encabeza la reina Sofía y en la que también figuraban Paloma O’Shea y sus hijas, Ana, Carolina y Paloma Botín —Molinero realizó sus vestidos de novias—, Conchita de la Lastra —esposa de Carlos March—o María José Guil —viuda del presidente de El Corte Inglés, Isidoro Álvarez—. Todas acudieron días después a su funeral, en la iglesia de San Fermín de los Navarros.
Las Molinero fueron tan discretas como su clientela. Jamás concedieron entrevistas. Su sobrina Belén Molinero, que está hoy al frente de la marca, accede a recordar para Vanity Fair a sus tías María Antonia y Pilar, una elegante septuagenaria que vive en Madrid. De ellas aprendió el oficio casi al tiempo que daba sus primeros pasos. Belén me cuenta cómo, de niña, Pilar jugaba a los recortables y a vestir a sus muñecas. Así aprendió, de forma completamente
autodidacta, a hacer patrones. “A moldear en un maniquí cualquier tipo de prenda”, evoca. María Antonia, por su parte, siempre mostró interés por los tejidos, los colores y las formas, “por una imagen de la mujer distinta de la que existía hasta ese momento”, apunta.
Ese momento es el de la España de los sesenta. En 1965, las hermanas, como se las empezó a conocer, se establecieron en el Paseo de la Castellana. Para entonces, la capital acogía talleres de costura tan célebres como el de Elio Berhanyer o Felisa. Cristóbal Balenciaga se refería a ellas cariñosamente como “las niñitas” y las animó a probar suerte en París. Pero prefirieron Madrid, donde insuflaron aire fresco al guardarropa de las damas de la alta sociedad de la época. En actos sociales y oficiales —se cuenta que la entonces princesa Sofía llegó a ellas a través de la mujer de Carlos Arias Navarro, María de la Luz del Valle y Menéndez— se empezó a correr la voz de la existencia de dos modistas muy jóvenes que destacaban por su visión elegante y chic, pero más moderna. “El boca a oreja fue clave en su éxito. Así se dieron a conocer en un corto período de tiempo”, reconoce Belén Molinero, que revela también el método de trabajo de las hermanas. “Pilar se encargaba de diseñar y de dibujar el traje. Estudiaba el cuerpo y proporciones de cada clienta y buscaba así los cortes y las formas que más le favorecían. Era tremendamente perfeccionista, creaba un patrón y una toile para cada ocasión. Le daba una importancia grandísima a las pruebas. Ese era el momento de esculpir el traje, al estudiar el cuerpo de cada clienta para conseguir un resultado perfecto”. María Antonia se ocupaba de las relaciones públicas. Aconsejaba a las clientas y procuraba que el look final estuviera perfectamente coordinado. No solo elegía los complementos con delicadeza —zapatos, bolso, guantes, tocado, medias…—, sino que, al involucrarse por completo, aconsejaba sobre joyas, maquillaje o el peinado más adecuado”. También era la que viajaba a París, Milán y Roma. “Allí conoció a Valentino, con quien sintonizó desde un principio por su gusto por la ropa de fantasía y su concepto de la elegancia. Él siempre tuvo su opinión muy en cuenta”. Desde entonces, Molinero empezó a colaborar con Valentino en la alta moda y trajo a España sus vestidos. Años más tarde, incluyeron sus accesorios y después se incorporó el prêt-à-porter de lujo. Ya en la calle de Ayala introdujeron a Yves Saint Laurent, Christian Lacroix, Oscar de la Renta y Claude Montana, entre otros.
La prenda estrella de las Molinero era el traje de noche. De fantasía, como lo llamaba María Antonia. Confeccionaron decenas para la reina. Pero quizá el trabajo más famoso que realizaron para ella fue el vestido fucsia de la proclamación de Juan Carlos I. O el que el modista Lorenzo Caprile califica como el “guardarropa perfecto” para un viaje de Estado: el de doña Sofía para su visita al Reino Unido en 1986. Un vestuario que superó al del icono de moda de la época: Lady Di.
“Valentino y María Antonia sintonizaron desde el principio. El diseñador siempre tuvo muy en cuenta las opiniones de las Molinero”