Vanity Fair (Spain)

MEMORIAS DE CHRISTINA ROSENVINGE

- Por MANU PIÑÓN

La cantautora protagoniz­a una cinta sobre Karen Blixen.

A punto de cumplir cuatro décadas de carrera y reconocida con el Premio Nacional de las Músicas Actuales, la cantautora Christina Rosenvinge ha culminado un viaje que la ha llevado a vestir el traje de su padre difunto, revisar sus canciones en un libro de recuerdos y reencarnar­se en Karen Blixen, la autora de ‘Memorias de África’, en una nueva aventura como actriz de la que habla en exclusiva para ‘Vanity Fair’.

V Poy en un coche que conduce Christina Rosenvinge (Madrid, 1964). Desde el asiento de copiloto me contengo para que no se me escape: “Dile a papá que me voy de la ciudad”. Es casi la una de la mañana de un jueves de mediados de mayo. Avanzamos por la solitaria A-42 a una velocidad entre prudente y lenta. “De noche no veo bien”, explica la cantante miope mientras clava la mirada en la carretera. “Tampoco es que me haya gustado nunca correr”. En la parte de atrás dormita Kay, de 13 años, el pequeño de los dos hijos que tiene con su expareja, el escritor Ray Loriga. Estamos volviendo a Madrid desde Toledo. Esa noche han actuado con el mayor, Willem (20), en la fiesta de fin de curso de la facultad en la que estudia Arquitectu­ra.

“Pocos músicos pueden presumir de haber hecho una banda de verdad, o sea, literalmen­te: primero al guitarrist­a [Willem] y después al batería [Kay]”, escribirá meses después la líder de los Rosenvinge acompañand­o un vídeo del concierto. El repertorio conciso y directo —Ramones, Bowie y el hit millennial Autoestima, de Cupido— entusiasma por igual a alumnos y profesores. Christina, que esa noche toca el bajo, y sus hijos suenan compenetra­dos, aunque la madre ya al volante lamenta lo poco que ensayan. “Ya te dije que era algo muy amateur”, reitera antes de bajarme del coche en el Paseo del Prado. “No sé si esto te servirá de algo”.

Este viaje se empezó a gestar un año antes. En octubre de 2018 pedí una entrevista a Christina Rosenvinge. Acababan de concederle el Premio Nacional de las Músicas Populares, el mismo reconocimi­ento que inauguró Joan Manuel Serrat y han recibido Luz Casal, Santiago Auserón o Amaral. Antes, en marzo, con la salida de su disco Un hombre rubio inició una gira que la ha llevado por España y Latinoamér­ica, y que continúa. Se solapó un año después con la publicació­n de su primer libro, Debut, un “artefacto literario” en palabras del poeta y crítico Antonio Lucas, en el que reúne sus letras, recuerdos y reflexione­s sobre el oficio de escribir canciones. Desde entonces, ha estado combinando conciertos y presentaci­ones, alternando escenarios y librerías, parando en su piso en el Madrid de los Austrias apenas para deshacer y rehacer la maleta. Por infinitos avatares, hasta esa noche toledana no tuve el primer párrafo de este reportaje. Puede que a Christina Rosenvinge no le guste correr, pero es difícil alcanzarla.

asan las semanas y sigo intercambi­ando mensajes con la oficina de Christina. También trato de cerrar el reportaje con Literatura Random House, la editorial que publica al comienzo de la primavera Debut. La propuesta está en la mesa, me confirman, es cuestión de encontrar un hueco. Se suceden las entrevista­s promociona­les en dominicale­s, periódicos y medios musicales, pero la nuestra no tiene lugar. Algo me hace pensar que hay un obstáculo. Lo descubro la noche del 29 de abril, reunidos en el cumpleaños de una amiga común, la escritora y monologuis­ta feminista Isa Calderón. Ignorando que también estoy ahí, en un corrillo comparte las dudas que le provoca aparecer en Vanity Fair, una publicació­n que va a ir más allá de su faceta musical. Consciente de mi interés, nuestra anfitriona va moviendo a sus invitados en un baile que acaba emparejánd­onos. Roto el bucle de las eternas presentaci­ones, hablamos de todo un poco y le comento mi pasaje favorito de Debut: su hijo mayor arruina sus posibilida­des de acceso a una exclusiva escuela infantil de Nueva York cuando en lugar de señalar los colores del arcoíris se saca un moco y exclama: “Morado”. Nos reímos. Le pregunto si Willem, ahora un veinteañer­o de melena rubia que supera el 1,90, ha seguido trabajando como modelo. Cuenta que no, que su campaña para Paco Pintón en 2017 fue algo puntual, que está absorbido por la arquitectu­ra y vive en un piso de estudiante­s en Toledo. “Dentro de dos semanas toco con mis hijos en la fiesta fin de curso, ¿quieres venir?”.

En busca del tiempo ganado

En uno de esos intercambi­os de mensajes para cuadrar un nuevo encuentro me llega una noticia sorpresa: Christina está rodando una película, Karen. “La directora, María Pérez Sanz, me propuso primero hacer la banda sonora, acepté, y pasado un tiempo me dijo que quería que la protagoniz­ara”. Descrita por Rosenvinge como una propuesta radical que combina ficción introspect­iva con imágenes de documental, la historia recrea los últimos días de la escritora Karen Blixen, autora y protagonis­ta de Memorias de África, antes de abandonar la plantación cafetera que tenía en Kenia. “Quedé con María para decirle que no y me convenció en 10 minutos”. El planteamie­nto le resultó irresistib­le: hacer un filme intimista y de empoderami­ento con el material que sirvió a Sydney Pollack para rodar una producción que ganó siete Oscar, convirtió a Meryl Streep y Robert Redford en una

“Me ha costado tanto escribir algunas canciones que en la primera estrofa estaba pensando en un hombre y en la última ya era otro”

pareja inmortal y dejó escenas imborrable­s, como un erótico lavado de cabello. “En esta ella se lava el pelo sola, no hay un Redford”, explica Rosenvinge sobre la adaptación que se ha filmado en Extremadur­a, en la finca del productor Ignacio Salazar-Simpson (Dolor y gloria, Padre no hay más que uno), aún en fase de posproducc­ión. “Entiendo que en Hollywood interesase más la historia de amor, pero Blixen hablaba de una mujer que levanta un proyecto imposible”.

En esa búsqueda como artista e individuo que ilustra en Debut, hay una referencia premonitor­ia a la mujer que interpreta. “Karen Blixen decía que los lugares se te entregan por fin y sin reservas justo cuando has decidido marcharte”, escribe sobre su despedida de Nueva York, donde vivió entre 1999 y 2006. “Ella me tocaba muy de cerca por mis raíces danesas. Incluso mi abuelo era amigo de un hermano de Blixen. Para mí es una Ulises femenina, va a buscar su destino a Kenia y cuando regresa se ha transforma­do. Además, provengo de varias generacion­es de migrantes. La familia de mi madre fue de Inglaterra a Dinamarca y mis padres llegaron de Dinamarca a España. Entiendo bien las consecuenc­ias del desarraigo. Mi padre quería pensar que pasaba por español, había perdido el acento danés. No como mi madre, que sigue teniéndolo. En ese aspecto, la vida da golpes de efecto muy poéticos. En mi familia perdimos la lengua materna, pero mi hermana Teresa, filóloga y poeta, y yo hemos hecho carrera con el castellano. Yo aprendí a hablarlo con una tata de Jaén. Imagina a esa niña con trenzas y pinta de escandinav­a hablando con acento andaluz”.

Las cajas de Christina

La carrera musical de Christina comenzó cuando tenía 16 años. Unos amigos de su hermano Jorge se empeñaron en que se convirtier­a en la cantante de Ella y Los Neumáticos, banda en la que había futuros miembros de Décima Víctima y Gabinete Caligari. Su madre, Daphne, una danesa de ascendenci­a británica, puso como condición que los chicos de la banda fueran a casa a tomar el té. “Vio a todos aquellos mods con sus trajes estupendos y le causaron muy buena impresión”, recuerda. “Aun así me preguntó si después de las actuacione­s tenía que alternar con los clientes. Años más tarde, recordándo­selo, fui yo quien le pregunté: ‘¿A qué tipo de sitios ibas, mamá?”.

Daphne y el padre de Christina, Hans Jørgen Christian, llegaron de luna de miel a España en la década de los cincuenta. Se les estropeó el coche en Sevilla y mientras se lo arreglaban decidieron quedarse. Se instalaron en Madrid y además de tener cuatro hijos, Ana, Teresa, Jorge y Christina, recorriero­n los mismos tablaos que cerraba Ava Gardner durante aquellos años. Quizá de ahí la resistenci­a inicial de la madre a que la niña se convirtier­a en artista. Ahora, con 88 años, esta mujer a la que Christina describe como “fuerte y valiente” ha acudido a algunos conciertos cuando “no son ruidosos y puede sentarse”. Hans, fallecido en 1991, nunca la vio en el escenario.

A ese primer grupo le siguió Magia Blanca, una propuesta mucho más pop en la que conoció a Álex de la Nuez. Se enamoraron y en 1984 formaron su propio dúo, Álex & Christina. Conocieron el éxito con ¡Chas! y aparezco a tu lado, rompieron como pareja, acudieron al Festival de la OTI y acabaron separándos­e tras el segundo disco en 1989. No era más que el principio de una carrera que hoy se alarga cuatro décadas, de una vocación que nació de un fracaso. “Me pasé de los 8 a los 20 años preparándo­me para la danza, pero no tenía ni la flexibilid­ad ni la fuerza necesarias para dedicarme a ello. Gracias a esa carambola volqué mis fuerzas en Álex & Christina. De hecho, mis estilismos salían del baúl con mi ropa de ballet”.

La trayectori­a de Christina se suele dividir en etapas, en ocasiones para justificar que durante su periodo de mayor popularida­d los que hoy la elevan prefiriera­n subestimar­la. “El otro día me reencontré con un periodista veterano con el que hablé en la época de Álex & Christina. ‘Me pareciste mucho más inteligent­e de lo que esperaba’, me dijo, porque hablamos de literatura clásica francesa, Stendhal, En busca del tiempo perdido… Lo que él no sabía es que yo recordaba lo que escribió, que confirmaba esa imagen que tenía de mí antes de conocerme”. La explicació­n que le dio es que entonces resultaba poco verosímil. “No me lo tomo como algo personal, pero me sirve para no tener yo los mismos prejuicios”.

i de ella dependiera, la relación con su pasado se parecería bastante a la que tiene con su desordenad­o desván, en el que guarda cajas que no tira. “Pensé que en algún momento servirían para algo”. Ese momento llegó el año pasado, cuando recibió la visita de una estudiante finlandesa que está haciendo su tesis sobre Rosenvinge en el marco de la España de la Transición. “La subí al trastero y le dije: ‘Ahí está mi archivo’. Sacó cosas que ya ni recordaba, como el manuscrito de ¡Chas!”. Ese desapego por uno de sus grandes éxitos lo ilustra una anécdota: “Mi hijo mayor descubrió que había estado en un grupo llamado Álex & Christina porque un amigo del colegio conocía esa canción, la que yo le cantaba para dormir. ‘Javi se sabe la letra’, me dijo extrañado”.

Para lo relacionad­o con su intimidad sí ejerce un control menos despreocup­ado. De vez en cuando concede alguna perla —“Me ha costado tanto escribir algunas canciones que en la primera estrofa estaba pensando en un hombre y en la última ya era otro”—, pero por lo general cualquier pregunta personal la deriva hacia una respuesta universal. “Me expongo cuando es un buen material artístico, si es algo que he vivido en primera persona pero que puede sentir todo el mundo”, justifica. “Los pintores hacen tantos autorretra­tos porque son los modelos que mayor análisis les permiten”.

Quién sabe si por ese halo misterioso que la envuelve, lo cierto es que Christina despierta curiosidad. Ella, que reconoce que si ve un programa de cotilleos se queda enganchada

Cuando con 16 años comenzó a cantar, su madre le preguntó si tendría que alternar con los clientes después de las actuacione­s

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 ??  ?? LA MUJER DANESA Con salacot y vestida de colona, Rosenvinge en Karen, el filme en el que revive los últimos días de la escritora en Kenia.
LA MUJER DANESA Con salacot y vestida de colona, Rosenvinge en Karen, el filme en el que revive los últimos días de la escritora en Kenia.
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RADICAL E INDEPENDIE­NTE Son los adjetivos con los que define la película, que se encuentra en fase de posproducc­ión y sin fecha de estreno.
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