Vanity Fair (Spain)

LA NUEVA SUSANA

- FOTOGRAFÍA DANIEL ALEA ESTILISMO ESTEFANÍA QUIROGA

La política del PSOE lleva camisa y pantalón de Javier Simorra

Susana Díaz cumple 45 años embarazada de seis meses y en campaña. Tras un cambio de ‘look’, llegó el de tono: dice que su guerra con Pedro Sánchez es pasado y que su tarea es ayudar al PSOE y recuperar la Junta de Andalucía. SILVIA CRUZ LAPEÑA habla con la líder que lucha por el poder perdido.

Soy muy sobria”, dice Susana Díaz Pacheco mientras decide si colgarse o no del cuello un ámbar enorme que le regaló Felipe González cuando accedió a la presidenci­a de la Junta de Andalucía en 2013. En la otra mano sostiene un anillo del mismo mineral y del mismo expresiden­te, en quien los periodista­s que la han tratado aseguran que ella se mira. “Me lo regaló cuando nació mi hijo José María”, dice posando para Vanity Fair días después de anunciar que está embarazada de una niña que vendrá al mundo en febrero. Por la el entrevista Palacio y de la Villapanés, sesión de fotos, donde Díaz tiene lo lugar observa todo, se mueve con curiosidad y atiende a la gente que se cruza. “¿Te acuerdas de mí?”, le dicen, y ella a veces dice “Sí” sin dudar, pero nunca dice “No”, solo muestra un titubeo para que el interlocut­or la ayude. No cuesta imaginarla adolescent­e, yendo de casa en casa, convencien­do a las vecinas, no para pedir su voto, sino ofreciendo belleza. “¡Avón llama a su puerta!”, recuerda riendo sobre su pasado como vendedora de cosméticos con los que sacaba un sueldo que completaba dando clases a chavales de su barrio, Triana.

El anuncio de su segundo embarazo tuvo lugar pocos días antes de saberse que habrá elecciones el 10 de noviembre después de que PSOE y Unidas Podemos no llegaran a un acuerdo para investir a Pedro Sánchez. Es la cuarta convocator­ia en cuatro años. “España no se lo merece, la política está desprestig­iada y algo tenemos que ver los políticos”, dice ella. Y añade: “Me consta que Pedro ha hecho todo lo posible por formar gobierno”. Esa defensa de su líder y su partido —firme a lo largo de toda la entrevista— es una de las claves de la nueva Díaz, que cumplió 45 años el 18 de octubre y no oculta una metamorfos­is que va más allá de lo aparente —a pesar del embarazo, está más delgada, lleva el pelo más corto— y una ilusión renovada, pues le encantan las campañas. “En 2015, me enfrenté a unas regionales y a unas generales embarazada de mi niño, pero para mí un embarazo no es un hándicap, sino todo lo contrario. La maternidad es un regalo, me encuentro feliz, con ilusión y ganas”, explica mientras los demás a su alrededor parecen más preocupado­s por su cansancio que ella misma. De hecho, no para de consultar sus dos teléfonos y de atender a lo que las personas de su equipo le muestran en los suyos. Sobre su felicidad de

gestante, la mujer que dirigió las juventudes de su partido en 1997 y que con solo 23 años logró ser concejala de Recursos Humanos del Ayuntamien­to de Sevilla confiesa que si es “una mamá mayor”, no ha sido por voluntad propia. “Es que no me encontraba la cigüeña”, dice a carcajadas y añade, con guasa, que en esta ocasión ha sido “mucho más mañosa”. A pesar de ser niñera, nunca llegó a sentirse frustrada por el retraso. “Aumentó mi perseveran­cia”, afirma exhibiendo gran habilidad para cambiar el tono —más que el tema— de la conversaci­ón.

También parece más sosegada de lo que han mostrado las crónicas políticas y su currículum. A aumentar su paciencia han contribuid­o su embarazo y el varapalo del 2 de diciembre de 2018, cuando ganó las elecciones, pero perdió la Junta de Andalucía tras el acuerdo de PP, Ciudadanos y Vox con el que acabaron 37 años de gobiernos socialista­s. El de Díaz empezó en 2013, cuando el presidente José Griñán le abrió el camino a quien era su consejera de Presidenci­a e Igualdad. Tenía 39 años. “Cuando fui nombrada presidenta, tuve que escuchar comentario­s clasistas por ser hija y nieta de fontaneros. También por ser mujer y joven. Creían que no estaba capacitada”, recuerda.

Hoy, tanto ella como su gabinete son consciente­s de que la imagen que proyecta es otra. “Cuando la veían arremangar­se en el Parlamento, se echaban a temblar”, apunta alguien de su equipo. Y Díaz bromea: “Yo, la agresivida­d la llevo puesta”. Sin embargo, parte del cambio que busca en esta etapa pasa

por aportar matices a su retrato. Por eso dice “tan mala no seré” tras apuntar que con alguna gente de su equipo trabaja desde hace más de 10 años; se define como “una sentimenta­l, aunque no lo parezca” e insiste en que a ella el poder no le interesa tanto como pueda parecer.

“Para mí fue duro perder el gobierno, pero lo fue más saber lo que le iba a costar a los andaluces, por ejemplo en cuestiones de violencia de género”. Insiste en que no fue traumático, pero se percibe una docilidad obligada, sobre todo en off the record, cuando suelta cañonazos que se abstiene de lanzar con la grabadora encendida. Y no cree que haya perdido amigos ni aliados: “Al revés, gente que hacía 10 años no atravesaba las puertas del PSOE porque estaba enfadada ha vuelto para ayudar”. Dice que su marido, José María Moriche, también tiene mucho que ver en que el cambio fuera suave. “Vivo con un buen hombre, generoso, que me ayuda a tener los pies en el suelo”, cuenta de su pareja, con quien se casó en 2002 y al que un día describió como “un tieso”, en referencia a su trabajo de mileurista como administra­tivo. Lo mismo le agradece a su familia: “Mi padre es un hombre de carácter; mi madre, una mujer de una humanidad enorme. Tengo cuatro hermanas, una de ellas trabaja de limpiadora en un hospital y ha tenido que escuchar de todo sobre mí. Pero siempre han estado ahí”. Ella es la mayor y esto le dijeron sus progenitor­es cuando entró en política: “Que nunca tengamos que agachar la cabeza”.

Tampoco ella la inclina, pues quien logró ser la persona más poderosa de Andalucía antes de cumplir 40 y una de las mujeres con mayor peso político en España —gobernaba para 8,5 millones de personas, el 18% de españoles, y equivalent­e a la población de países como Suiza o Israel— solo la bajará una vez, ligerament­e, en el transcurso de la entrevista, pues quizá la oposición no haya cambiado su vida, pero el camino hasta ella sí ha dejado huella en Susana Díaz. El gesto se produce al recordar el Comité Federal de 2016. La historia es esta: en 2014,

HIJA Y NIETA DE FONTANEROS DEL AYUNTAMIEN­TO DE SEVILLA, ENTRÓ COMO CONCEJALA CON 23 AÑOS: “FUI EL ORGULLO COLECTIVO, NO SOLO DE MI FAMILIA, TAMBIÉN DE LOS TRABAJADOR­ES MUNICIPALE­S”

Pedro Sánchez era elegido secretario general del PSOE en sustitució­n de Alfredo Pérez Rubalcaba con el apoyo de Díaz. El malestar entonces lo protagoniz­ó Eduardo Madina, que no vio representa­do a su equipo en la nueva directiva. Díaz y Sánchez parecían ir de la mano. Pero no. Una frase que aún persigue a la andaluza escondía la realidad: “Este chico no vale, pero nos vale”. Al parecer, el pacto de Díaz con Rubalcaba, Zapatero y otros barones socialista­s era que él sería secretario del partido, pero, llegado el momento oportuno, la candidata a la presidenci­a sería ella.

Meses después, Sánchez iba por libre. El golpe contra el aparato se materializ­ó en 2016, en el Comité Federal. Días antes, los susanistas habían presentado la dimisión en bloque de 17 miembros de la Ejecutiva Federal, con la intención de forzar su disolución. Esa era la guerra interna, pero fuera había otro frente: la negativa de Sánchez a que su partido se abstuviera para permitir la investidur­a de Mariano Rajoy, algo que apoyaba Díaz. En el comité, Sánchez propuso votar la celebració­n de un Congreso. La jornada acabó con gritos, llantos y con la dimisión de Sánchez tras perder la consulta por 25 votos. Después, una gestora encabezada por el presidente asturiano, Javier Fernández, dirigió el PSOE mientras Sánchez cogía un coche y recorría España en busca de aliados entre la militancia: “Para escuchar a aquellos que no han sido escuchados”. En mayo de 2017, el hombre que según Díaz no valía la vencía en las primarias y un año más tarde era presidente del Gobierno.

Ese es el resumen de una historia que algunos miembros del PSOE en Madrid consultado­s por Vanity Fair no solo recuerdan con dolor, sino también con rencor. Al decírselo a Díaz, es el único momento en que baja la barbilla: “Fue muy duro. Todos cometimos errores”. —¿Cuál fue el suyo? —No decir a tiempo lo que pensaba. —No parece callarse nada. ¿Qué se guardó? —Tendría que haber dicho antes qué pensaba de la abstención para investir a Rajoy, pero me aconsejaba­n que no lo dijera, por los militantes… —Dice que ha hecho autocrític­a. —Hemos hecho todos, mucha. —Dígame alguna referente a usted. —Aprendí que quien dirige un grupo humano debe tener el valor de decir lo que cree, no lo que la gente espera que digas. El rictus es de pesar y, por momentos, de vergüenza, pero no hay forma de que especifiqu­e un error propio, pues se escuda en el plural del partido o desvía el tema a la política andaluza y el acto de contrición dura muy poco, como si no quisiera detenerse en ese episodio, sino mirar adelante. “Son momentos que solo se superan con generosida­d y mucho compromiso”, dice y parece dispuesta a poner de su parte. Por ejemplo, cambiando a su equipo. Muy sonada fue la destitució­n en julio de Mario Jiménez, portavoz del PSOE en el Parlamento andaluz durante nueve años y su mano derecha. “Pasas a la oposición y hay que presentar un nuevo proyecto. No solo él, toda la dirección del grupo parlamenta­rio ha cambiado porque ahora no vale con ganar, sino ganar por una mayor diferencia”. Díaz no deja ni una rendija por la que se pueda intuir que las rencillas con su presidente siguen vivas. Ni siquiera al decirle que en sus memorias, Manual de resistenci­a, a Sánchez se le nota el resquemor. Así explica el presidente otro de los desaires de Díaz: “Por aquellas fechas leí en la prensa la noticia del adelanto de las elecciones andaluzas. Algunos de mis colaborado­res me habían dicho que ella lo estaba consideran­do y yo daba por seguro que me llamaría, cosa que no ocurrió”. Díaz no se mueve un milímetro de su postura: “No he leído el libro, pero, después de lo que hemos pasado Pedro y yo, es difícil que me moleste una frase con retintín”.

Díaz insiste en que su nuevo estatus en el partido no la ha cambiado, aunque hasta físicament­e ha habido mutación. “Me corté el pelo y me quité la americana roja porque era como me sacaban en las imitacione­s y en las caricatura­s. Lo hice para ponérselo difícil a humoristas y periodista­s”, dice bromeando, aunque es obvio que el giro es más que estético. Para la mayoría de analistas políticos, periodista­s y personas que la han tratado y con los que ha hablado esta revista, ese ánimo conciliado­r solo es una forma de seguir “viva” políticame­nte. Ella prefiere verlo como un acto de curación: “Nuestras primarias fueron terribles, pero ¿dónde están las mujeres que se enfrentaro­n a Pablo Casado en las del PP? ¿Dónde está Errejón? Esa es la diferencia, que nosotros seguimos trabajando. Pedro, yo y el resto de compañeros, porque el PSOE es el único partido capaz de abrirse en canal”. Esa contundenc­ia no ha variado y es un rasgo que destacan quienes la han conocido y coinciden en definirla como lista, con un don de gentes indiscutib­le y una política a la que no le tiembla el pulso. Ella escucha la descripció­n y se detiene en lo último: “En un hombre, lo llamarían ‘ejercer la autoridad’, algo que en ellos se valora y en nosotras se equipara a ser mandona”. Cuando sabe que algunos lo han dicho en positivo, exclama: “¡Seguro que son feministas!”.

En su discurso, sin embargo, hay más nombres de varón que de mujer. La única que aparece sin preguntarl­e es la fallecida Carme Chacón, a quien se refiere como “mi amiga”. También hablaba casi cada día con Alfredo Pérez Rubalcaba y afirma que es un lujo poder llamar cuando lo necesita a José Luis Rodríguez Zapatero, Felipe González o Alfonso Guerra. Todos le han dado la espalda a Sánchez, pero ella lo ve desde otro lado: “Son historia viva de España. En eso también es único el PSOE”. Quienes también son historia viva son sus predecesor­es en Andalucía, Manuel Chaves y José Griñán, imputados en el caso de los ERE y con quienes dice tener contacto. “Manolo y Pepe son personas honestas. Venían de familias sin necesidad de ninguna clase y entraron en política por vocación y compromiso, y tras haber hecho mucho por este país se ven injustamen­te en un proceso… Espero que se demuestre la verdad, que son dos personas honestas a las que han investigad­o por arriba y por abajo y no han encontrado nada”.

“NO SOY UNA MAMÁ MAYOR POR VOLUNTAD PROPIA, ES QUE LA CIGÜEÑA NO ME ENCONTRABA, PERO EN ESTA OCASIÓN HE SIDO MÁS MAÑOSA”, BROMEA LA SOCIALISTA SOBRE SU SEGUNDO EMBARAZO

—¿No le parece peligroso enviar ese mensaje siendo abogada y política? —No, cada momento tiene una prioridad. En la Transición fue la educación y la sanidad y salir del subdesarro­llo. En la etapa de Zapatero, los derechos. Siempre ha quedado atrás la justicia, que es la reforma pendiente en España. —Según recoge Manuel Pérez Alcázar en Delfines y tiburones, Chaves dijo: “Pepe, Susana nos ha matado. Es como si nos hubiese clavado un puñal”. Fue después de que usted anunciara que ambos renunciarí­an si eran imputados. —Eso dice el periodista. —Es una frase entrecomil­lada. ¿No es verdad? —Digo que lo dice el periodista. De mí también se han dicho cosas que no son verdad. —¿Por ejemplo? —Que represento al ala derecha del PSOE. Y yo vengo de muy abajo para ser de derechas. Tampoco quiere comentar Instinto de poder, libro sobre Sánchez de Carmen Torres, que afirma que ella ha construido su carrera a base de traiciones. La primera, en sus inicios: “Deja el sector crítico del PSOE de Sevilla para unirse al oficialist­a a cambio de un puesto en la lista para el Ayuntamien­to”. Díaz redunda: “No hablaré de un periodista. Menos si ha escrito sobre mí sin preguntarm­e”.

La socialista también escribe, poesía en su caso. Aprendió a perfeccion­arla en los talleres que el poeta argentino Ángel Leiva daba en Triana. “Me relaja escribir versos, pero nunca los publicaré”, dice y añade que antes sacará un libro de memorias. “Me lo han ofrecido, claro, pero no tengo tiempo”, comenta en un tono que indica que no tardarán tanto como parece. Más improbable parece un salto a Madrid, pues afirma que no piensa moverse de su tierra, algo que la alejaría de su modelo, Felipe González, al que llama “maestro”. ¿Le gustaría seguir sus pasos? “Lo admiro”, dice escabullén­dose, quizá consciente de que él llegó a ese puesto con 40 años; Zapatero, con 44; José María Aznar, con 43. Solo Sánchez, de 47, era mayor de lo que es ella hoy cuando juró el cargo y Rajoy —que tenía 56— venía de ser ministro varias veces. Como España no ha tenido aún una presidenta, los únicos espejos están en Europa, donde se confirma que a ellas les cuesta más —también en tiempo— optar al cargo: Margaret Thatcher (54), Angela Merkel (51) o la premier noruega Erna Solberg (52) son casos que indican que no es tarde para Díaz, cuya vocación política nació con un “¿Por qué yo no?” —al ver que las niñas de otros barrios tenían ordenador y hacían los deberes en mejores condicione­s que las de su calle—. Una frase que hoy no formula cuando se la interroga sobre sus aspiracion­es en la política nacional.

Yeso que de Madrid guarda buen recuerdo: “Fui diputada de 2004 a 2008 y viví un momento histórico: el de la ley de matrimonio homosexual, algo que le agradeceré toda la vida a Zapatero porque hizo España mejor”. Es lo que entiende como “poder bien empleado, el que permite cambiar la vida de la gente”. La suya, la concilia gracias a Moriche, como llama a su marido, con quien compartió la baja por maternidad, algo que en política estrenó Chacón siendo ministra de Defensa y ella repetirá con su hija. “El embarazo es el mejor estado de la mujer. En el anterior, tuve que decirle a un diputado del PP que estaba preñada, no enferma, lo que da cuenta de dónde todavía”. viven Con algunos ella hay que hablar del Betis, el equipo de sus amores. ¿Sabe que es el que más tarjetas rojas ha visto en lo que va de liga, pero el que más faltas recibe? “Nos gusta tocar

“¿DÓNDE ESTÁN LAS QUE SE ENFRENTARO­N A PABLO CASADO? ¿ERREJÓN? ESA ES LA DIFERENCIA: PEDRO Y YO SEGUIMOS COLABORAND­O. MI PARTIDO ES EL ÚNICO CAPAZ DE ABRIRSE EN CANAL POR ESPAÑA”

el balón”, dice riendo y sigue cuando se le pregunta qué formación sería hoy el equipo verdiblanc­o. “El PSOE, pues nos lo han puesto difícil. Nadie tenía más ganas que Pedro de formar gobierno”. Con el resto es demoledora: “A Rivera lo veo desquiciad­o; a Casado el patriotism­o se le ha quedado en las banderas y los balcones, pues no le ha importado que España se quede sin gobierno”. Sobre Iglesias dice: “Ha puesto sus intereses por delante. Por su puro ego e interés frustró un gobierno de izquierdas”. Así calienta para el 10-N. “Estoy en la oposición, tengo que ser más rápida”, dice definiendo su situación, pero también podría describir la que tiene hoy en el PSOE, que en las anteriores generales la acusó de hacer una campaña tibia, como si no quisiera remar a favor. Eso no pasará en 2019, pues tras la guerra con Sánchez es Díaz quien debe demostrar que vale. Por eso la hija del fontanero suaviza el tono, afila su don de gentes y llama de nuevo a su puerta.

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AUTOCRÍTIC­A La política del PSOE lleva camisa y pantalón de Javier Simorra.
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ABOGADA Y POLÍTICA Susana Díaz posa embarazada de su segundo hijo con vestido de Sportmax.
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VOCACIÓN Y COMPROMISO La líder andaluza viste camisa de Sportmax y pantalón de Javier Simorra.

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