Vanity Fair (Spain)

EL PRECIO DEL TALENTO El coreógrafo Nacho Duato nos abre las puertas de su casa en Madrid.

El coreógrafo Nacho Duato abre las puertas de su casa para hablar de su carrera, su nueva faceta como pintor y la soledad del éxito. Por MÓNICA PARGA

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N(Valencia, 1957) recorre las habitacion­es acho Duato como un torbellino mientras el fotógrafo se esfuerza por captarlo en un instante de reposo. Estamos en su casa del centro madrileño, un piso de techos altos reformado por el interioris­ta en un majestuoso edificio de 1907. Pin Morales El bailarín solo conoce el movimiento y mantiene sus poses durante apenas unos segundos. Reordena los libros de su mesa, inundada de títulos de Filosofía e Historia llenos de anotacione­s, para luego mostrarnos el Segrelles de su dormitorio, sus nuevos lienzos o el Anubis de —conserva una colección de arte de

David Cregeen exquisito gusto—, todo bajo una cascada de comentario­s incisivos sobre el desinterés de los políticos por la cultura, la frialdad de los berlineses o las dificultad­es de comunicars­e con las cajeras del mercado en San Petersburg­o, donde reside cuatro meses como director del ballet imperial del Teatro Mijáilovsk­i.

Vive entre Valencia, Madrid y la ciudad rusa, viajando a la vez con sus coreografí­as: este mes estrena White Darkness en la Ópera de Viena, en abril hará Duende en el Joyce Theater de Nueva York, en julio recalará en el Teatro Real con White Darkness bailado por la Compañía Nacional de Danza, en septiembre llevará La Bayadere a Novosibirs­k (Siberia) y el próximo año volverá al país de los zares con Carmen, que también representa­rá el American Ballet Theater. Considerad­o como uno de los coreógrafo­s contemporá­neos más importante­s del último medio siglo, es difícil encontrar un escenario fuera de su agenda. “El éxito no es hacer lo que me gusta, sino haberme mantenido y tener inspiració­n”, comenta. “A los 23 años hice mi primer ballet, y desde entonces no he parado”.

El coreógrafo me enseña orgulloso una foto de su madre, la mujer bella y sonriente que siempre estuvo a su lado. Habla de ella en presente, aunque hace cinco años que no está. Su madurez ha pasado por enfrentars­e al ayer, a una infancia y adolescenc­ia marcadas por el rechazo de su entorno. De ello habló el pasado abril en un inspirador alegato contra la homofobia en Prodigios, el concurso de RTVE del que salió victorioso como juez en la categoría de danza. Al ver al progenitor de uno de los participan­tes animando a su hijo, recordó a su propio padre, gobernador de Alicante en la dictadura, un hombre de férreas ideas conservado­ras que jamás lo apoyó, y aquellos años de esconder las mallas en la mochila. Fue en su abuelo materno, el pionero de la neurocirug­ía

Barcia, donde encontró aceptación. “En la vida me Juan José hizo sentir diferente o afeminado, que nunca lo he sido, ni me dijo: ‘¡Habla como un hombre!”, rememora. “Siendo de derechas, jamás preguntó: ‘Pero ¿y este chico?’ cuando iba a casa con mi novio de Suecia o con Miguel Bosé. Mi padre me dejaba en evidencia, mis tíos se mofaban de mí. Él jamás”.

La admiración que le brindaron sus actuacione­s en los teatros más prestigios­os del mundo sustituyó al rechazo. Pero la fama trajo su propia maldición.

—Lo que más rabia le daba a mi madre era que la gente creyese que yo era una fachada, que estaba tan contento

VECINO ILUSTRE Tiene su refugio en un elegante edificio proyectado a pocos pasos de la Puerta del Sol por los hermanos Mathet. Entre los inquilinos, María José Cantudo.

“Mi madre me dijo de pequeño: ‘Está bien que tengas un talento especial, pero eso lo vas a pagar’. Y lo he pagado”

con ser guapo y no vieran cómo era realmente. —¿Qué parte de usted cree que no se veía? —Lo que soy yo, todos mis ballets… —Su talento… —Aparte de eso, el sufrimient­o por ser diferente. He viajado, aprendido idiomas, leído mucho… En Holanda me hicieron coreógrafo de la casa a los 26, eso no había pasado nunca. En los nueve años que pasé allí fui una vez a la discoteca y otra al cine. A los 45 años fumé mi primer porro. Trabajaba todo el día. Tenía que hacer dos ballets al año y encima era bailarín principal. He estado muy solo siempre. Tener éxito te aísla. Me lo dijo mi madre de pequeño: “Está muy bien que seas guapo y tengas un talento especial, pero eso lo vas a pagar”. Y lo he pagado.

Duato pronto demostró que era mucho más que belleza y raíces acomodadas. Dejó su hogar con 16 años para formarse en la Rambert School de Londres. Su madre y sus hermanas le habían enseñado a hacer calceta —con la excusa, ante las reticencia­s de su padre, de que Alfonso XIII hacía petit-point—, y para pagarse los estudios tejía calentador­es y mallas que vendía a sus compañeros. Se matriculó en la École Mudra de Bruselas, donde se convirtió en el ojo derecho del maestro Béjart. De allí dio el salto a Nueva

Maurice York con el American Dance Center de Ailey,

Alvin el revolucion­ario coreógrafo que abrió las puertas de la danza a los afroameric­anos. Duato era el único blanco de la compañía. Tras pasar por el Cullberg Ballet de Estocolmo, aterrizó en el Nederlands Dans Theater bajo la dirección de

Jiri Kylián, y allí, con 23 años, compuso su primera coreografí­a, Jardí Tancat. “Gané el Concurso Coreográ co Internacio­nal. Había tres premios y el jurado me dio los tres. El resto dejó de hablarme”. Lo nombraron coreógrafo de la compañía. La

reina Beatriz de no se perdía sus espectácul­os. “Me quería mucho y se Holanda sabía todas mis obras”.

Para cuando regresó a España, lo hizo como director de la Compañía Nacional de Danza (CND), puesto que ejerció de 1990 a 2010 encumbrand­o al elenco a la cima del ballet internacio­nal con la incorporac­ión de nuevas obras y la creación de La 2, una iniciativa para bailarines en formación. Sobrevivió a nueve ministros de Cultura y se ganó adeptos y detractore­s. “Era el que menos dinero gastaba de todas las compañías, y el que más devolvía de la taquilla. Despachaba con el padre de Sánchez, que me quería

Pedro con locura, porque lo cuadraba todo y encima ahorraba”. El progenitor del actual presidente del Gobierno, Fernández, era gerente

Pedro Sánchez en el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música. “Íbamos de gira y había que llevarse un

OTRO TALENTO Tras conquistar los escenarios, experiment­a con la pintura. En otoño, expuso en la galería madrileña Materna y Herencia y recalará en otras ciudades.

dinero para imprevisto­s. Yo no me llevaba nada. Si eso lo pagaba yo y ya, me lo devolvería el ministerio. Había gente que se llevaba dos millones de euros. ¿En qué se lo gastaban? Coches de alquiler, suites de hotel, cenas… Todos tenían móvil del ministerio. Yo lo rechacé. Para los demás yo era una persona incómoda”.

“¿Por qué Miguel [Bosé] y yo no estamos juntos? Imposible. Soy una persona solitaria. Quiero estar solo”

Su rostro decoraba los carteles. Donde él veía una forma de dar una imagen reconocibl­e a la CND otros percibiero­n exceso de personalis­mo. Su pulso con el ministerio —se negaba a abordar clásico con el exiguo presupuest­o de repertorio moderno— precipitó su marcha. Se llevó sus obras y prohibió que las usaran durante años. Su última función con la compañía fue en lo más alto, en el Bolshói de Moscú.

Tras su salida, se marchó a Rusia, donde fue contratado como director del Teatro Mijáilovsk­i. “Al mes de llegar se organizó una muestra en el Hermitage con el Prado”, recuerda sobre sus primeros días como coreógrafo en Rusia. “Los reyes y

Juan Carlos vinieron a verla y me invitaron como artista español. doña Sofía

La reina, al verme, me llamó: ‘¡Nacho!’. Todos se quedaron alucinados”. La ahora emérita, gran admiradora de Duato, le comentó: “Nacho, qué mal te hemos tratado…”, recuerda el bailarín, que respondió: “Usted no me ha tratado mal. Quienes me han tratado mal son ellos”, señalando a la comitiva del ministerio de Cultura que los acompañaba.

En San Petersburg­o halló lo que soñaba: un cuerpo de baile de 160 bailarines, orquesta de 200 músicos, coro de 80 voces y 120 espectácul­os al año. “Soy el primer extranjero en 103 años que ha hecho un ballet o que dirige un teatro en Rusia”, señala. “Lo que más me gusta es trabajar para un público que entiende tanto de ballet clásico”. Hace poco lo invitaron a un evento de Prada en la ciudad “y todas las señoras habían visto mis ballets y me preguntaba­n”. Colabora con la Vaganova, la academia de su disciplina más antigua del mundo, y en la prestigios­a escuela del Bolshói bailan sus coreografí­as. El español es allí también una estrella. A los pocos meses de su llegada fue elegido Personaje Popular del Año por una revista local y cubrieron un edificio con una fotografía suya “más grande que la de Putin”. El líder ruso es presencia incondicio­nal en todos los estrenos. “El otro día estuvo en el cumpleaños de la Filarmónic­a y le regalaron flores. Me encanta, allí son homófobos y misóginos, pero luego los hombres se dan flores en el teatro”.

En Rusia coincidió con otro familiar de Pedro Sánchez, su hermano, el compositor conocido como Azagra. “Su padre

David me dijo: ‘Está estrenando composició­n en el Conservato­rio Rachmanino­v, por qué no lo saludas’. Era guapísimo, más que Pedro. Leía mucha poesía. Su padre le había comprado un piso. Entablamos amistad y me hizo una composició­n, pero hemos perdido el contacto”.

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