El EGO BLINDADO de BRET EASTON ELLIS
Cuando Bret Easton Ellis dice que Blanco, sus primeras memorias, es la clase de libro que no puede faltar en las estanterías de un fan de Bret Easton Ellis, parece estar hablando de sí mismo como quien habla de una criatura mitológica. Y tal vez lo sea. Porque en un mundo en el que manda el qué dirán, a él no deja de traerle sin cuidado todo. Pero ¿cuándo le ha importado algo al eterno enfant terrible de la literatura norteamericana? A las entrevistas de su primer libro, el fenómeno Menos que cero, llegaba tan drogado que luego no recordaba exactamente lo que había dicho. Corría el año 1 985. De todo aquello, y de su incapacidad para siquiera recordar que estaba en un planeta que daba vueltas alrededor del Sol, habla en Lunar Park, su última gran novela. En ella, Ellis ya hizo un intento de contarse a sí mismo. El libro, con una clarísima influencia de Stephen King, pero también del clásico de Robert Coover, La fiesta de Gerald, mezcla una abominable fiesta de cumpleaños con la confesión de su lado oscuro y fatal. El lado oscuro y fatal de un escritor de éxito cool. Contemporáneo de Donna Tartt y su crush
—con y enemigo Jay McInerney los que formó una generación minúscula de la que
pack—, hoy nadie habla, el brat el autor de American Psycho amplía y extiende aquella confesión a casi todo lo opinable en Blanco (Literatura Random House), más un compendio de contradicciones que un memoir al uso. Más una ampliación del campo de batalla, una actualización de sus crueles tuits, que un intento de ordenar el caos. Un acto, en definitiva, de autodefensa. Un blindaje de ego que resultará altamente disfrutable para aquellos que saben que lo suyo ha sido siempre echar más leña al fuego, utilizando en cada época un tipo dis tinto de gasolina.