Vanity Fair (Spain)

Le BRASSUS HALL of FAME

Si viajan a este encantador pueblecito suizo, estén atentos. Pueden cruzarse en cualquier momento con Jay-Z o Arnold Schwarzene­gger. ¿El motivo? El nuevo museo de su manufactur­a favorita: Audemars Piguet.

- _PALOM A SIMÓN

La carretera entre Ginebra y Le Brassus, un bucólico pueblo suizo en el que no faltan ni las praderas, ni las vacas ni las cumbres nevadas que está en pleno valle del Jura —también conocido como el valle de los relojes por la cantidad de manufactur­as que allí se concentran— es tan bonita como tortuosa. En invierno el verde intenso de los primeros kilómetros da paso de repente a la nieve, y cuando uno cree que no puede sortear más curvas, ahí está, al fondo, el espectacul­ar edificio en forma de espiral del nuevo

Museo Audemars proyectado por el dúo de arquitecto­s danés

Piguet Group, que se ha inspirado,

Bjarke Ingels claro está, en uno de los componente­s clave del reloj para proyectarl­o: la espiral, la pieza que da energía al cronógrafo.

Una de las principale­s atraccione­s del museo es ver cómo trabajan los maestros relojeros: entre ellos, el gallego Pasandín, tan hábil en restauraci­ones y complicaci­ones

Francisco como en el maratón. Muy interesant­e es el edificio aledaño, donde y

Jules Louis Audemars Edward

instalaron su taller en 1875 —lo que en la casa Auguste Piguet llaman, no sin razón, “una startup de ese tiempo”—, así como la oportunida­d de contemplar su colección de 300 relojes de varias épocas, entre ellos el Universell­e, el modelo de bolsillo más complicado de Audemars Piguet y que data de 1899.

Pero quizá lo más impresiona­nte de la visita, además de descubrir por ejemplo que el

rey o el fueron incondicio­nales Faruk de Egipto sah de Persia de la marca, es contar con la cuarta generación de la familia Audemars como anfitriona en la presentaci­ón a los medios del museo, abierto al público desde el 25 de junio, y con Audemars, la elegante dama de cabello plateado que Jasmine preside el Consejo de Administra­ción de la firma y una de las pocas mujeres al frente de una manufactur­a. Un papel que desempeña desde 1992, cinco años después de que su padre lograse finalmente convencerl­a de que abandonara el periodismo —madame Audemars, como se la conoce en Le Brassus, dirigió durante 12 años Journal de Genève—. “Me lo pensé

LOS AUDEMARS

SON LA ÚNICA SAGA

FUNDADORA QUE

CONTINÚA AL FRENTE

DE SU MANUFACTUR­A

durante un año hasta que le dije: ‘OK, lo voy a hacer’. Creo que fue el momento adecuado para dejar el periodismo, después de 23 años de oficio y de volver a la relojería. Me encantó cada segundo, fue regresar a mis raíces, a mi familia”, ha declarado. O con Audemars, que también se

Olivier resistió al principio a embarcarse en la compañía familiar, y hasta montó su propia empresa una vez finalizó sus estudios de Economía e Ingeniería. Lo hizo en recuerdo de su abuelo

Paul-Edward Piguet, de quien aprendió de niño la pasión que pueden despertar unas “pequeñas y aparenteme­nte poco interesant­es piezas metálicas”. Hasta que, un buen día el abuelo con el que solía dedicarse a esquiar y construir cabañas en los árboles lo animó a tocar un escape —el dispositiv­o responsabl­e del tictac— y este, de repente, “empezó a latir como un pequeño corazón. Fue mágico”, evoca el hoy vicepresid­ente de la compañía, un melómano que no se pierde una edición del festival de música que organiza cada verano su íntima amiga, la princesa en su

Gloria Thurn und Taxis castillo de Ratisbona.

Los Audemars son la única saga fundadora que continúa al frente de su manufactur­a, y su filosofía la resume así Olivier Audemars: “Somos meros guardianes. No pensamos en balances de cuentas, sino en generacion­es”. En el acceso a la espiral, a la sala donde custodian las grandes complicaci­ones como el Universell­e, hay un árbol genealógic­o en el que los apellidos relojeros del valle del Jura se entremezcl­an, y que es una suerte de declaració­n de intencione­s. Pero en Audemars Piguet no viven en absoluto de espaldas al futuro. Sus modelos son los más cotizados entre las estrellas del cine, el deporte… y el hip hop. Raperos como o Lil Wayne les han dedicado sus rimas y

Wizz Khalifa Sean Combs tiene un Offshore Chandelier de oro rosa cuajado de diamantes. Pero el ejemplo más notorio es el de Jay-Z, que no pierde ocasión de presumir de su Royal Oak —quizá el modelo más célebre de la firma, diseñado a finales de los sesenta por el mítico Gérald Genta— y hasta lanzó en su día su propia colección para la manufactur­a. “I’m so tomorrow the Audemar says yesterday”, dice en su canción Off That. No es mala banda sonora para visitar el museo de Le Brassus.

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Jay-Z es uno de los famosos clientes de Audemars Piguet. Detrás, el modelo [Re] master01, un flyback automático de acero con bisel, corona y pulsadores de oro rosa.
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Con motivo de la inauguraci­ón de su museo (abajo), Audemars Piguet lanza el [Re] master01, una reedición limitada de 500 ejemplares de un modelo de 1943.
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