Vanity Fair (Spain)

EL SUDAR SE VA A ACABAR

Pequeño y sobrio, no gasta y quita el calor. Debe cumplir dos condicione­s indispensa­bles: que quepa en el bolsillo de la chaqueta o en el del pantalón. ¿Cómo podrían los hombres vivir sin él, el imprescind­ible abanico masculino?

- POR PATRICIA ESPINOSA DE LOS MONTEROS

enseguida. comprender­án

Es cierto que, como no somos iguales, los hombres sudan más y padecen peor el calor que las mujeres. Pero hoy les voy a dar una buena noticia de la que segurament­e no habían oído hablar. Tenemos un arma infalible, elegante, eficaz y barata: el puñal.

Así se llama el abanico para hombres, ¿o creían que es un instrument­o solo para mujeres? Que haya pocos que se animen a llevarlo por grande, difícil de guardar, afectado o que da mucho el cante, es una cosa, pero en una calurosa tarde de verano a ver quién es el guapo —lleno de prejuicios— que no se pega a la vecina que mejor mueva el aire con su abanico.

Desde siempre ha habido hombres que los usaban. En China los mandarines los llevaban dentro de su funda de marfil que colgaba del cinturón. Dos de los personajes famosos que no podían prescindir de él fueron o Mao, y todos tenemos Kruschev en mente la imagen de o de Christian Lacroix Karl meneando los suyos. Lagerfeld

En la generación del 27 los llevaban todos: Cernuda, Luis Aleixandre, Vicente Federico Lorca, los más guapos García

—y más pijos de la época—. Porque su uso hay que reconocer que siempre fue un poco pijo y propio de los caballeros del sur —que lo exportaron a los dandis del norte—. Vaticino que va a ser uno de esos artilugios que, como el sombrero Panamá, volverán con fuerza por necesidad y relación calidad-precio. Jaime de Marichalar, usuario habitual, me decía una vez que los utiliza porque no soporta el calor y le da igual si son o no sofisticad­os o del color adecuado. “No los llevo por moda, sino por pragmatism­o”. Los compra en una tienda de Madrid, siempre pequeños y negros.

En Sevilla, según cuenta el anticuario

Manolo Morales —otro de sus partidario­s—, solo se utilizan de feria a feria —de la de abril a la de San Miguel, en septiembre—, y recuerda que lo adecuado es abanicarse con el índice y el pulgar sin hacer aspaviento­s como hacen las mujeres.

Pero todo puñal tiene sus normas y sus claves. Memorícenl­as:

—Se llama puñal por la forma recta y decrecient­e de sus varillas.

—Mide entre 15 y 20 cm. —Tiene el país (la tela) proporcion­almente más grande que el femenino, para compensar su pequeño tamaño.

—Es sobrio y liso en el color. Antes el blanco era de etiqueta y el negro no se usaba.

—Se lleva siempre en el bolsillo delantero de la chaqueta. A veces, también en el bolsillo trasero del vaquero.

—Nunca se utiliza dentro de casa, es para exterior.

—En pareja, siempre tiene prioridad el femenino.

—Los tienen en Casa Gil y en Casa de Diego (Madrid) y en Juan Foronda o Lola Ortega (Sevilla).

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Patricia Espinosa de los Monteros le ruega, por favor, que si es usted de los que en verano lleva pantalones pirata y cholas, ni se le ocurra utilizarlo­s.
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