Vanity Fair (Spain)

LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO

Mucho más que un medio de transporte, las bicicletas son nuestras cómplices compañeras en cada uno de nuestros paseos veraniegos sobre dos ruedas. Sigamos pedaleando y realizando los planes con los que tanto hemos soñado.

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Esta mañana se me ha muerto la bici y en principio no debiera ser un problema para quien no la usa —¡culpable!— pero ya ves tú, se me ha caído el mundo encima… ¿Qué hago yo ahora sin mi bicicleta con todos los planes que tenía pensados para ella?

Y es que tenía un plan maestro, una gran idea que salía de aquí de las entrañas y seguía a pie juntillas aquel adagio de Proust, “el

Marcel instinto dicta el deber y la inteligenc­ia da pretextos para eludirlo”; el mío me grita bien alto que este es el verano de cientos de excusas para pasearme y redescubri­r el mundo sobre dos ruedas: para empezar porque es el medio de transporte más ecológico —y creo de corazón la tontería de las camisetas: There is no planet B—, porque es la forma de moverse por el mundo que han elegido tantos poetas y literatos a lo largo de la historia y porque es verdad lo que dice el ciclista: la bicicleta es un vehículo curioso, el pasajero es su motor.

Imagino el paseo desde casa, pedalear viendo el mar y recorrer el paseo que cruza Els Poblats Marítims; adentrarme en las calles de Cabanyal-Canyamelar y detenerme en cada tasca y cada fachada pintada de mil colores y anhelos: es imposible no amar este barrio valenciano decadente, marinero, artesano, turbio y pleno de vida. La Malvarrosa brilla en verano y las bicicletas son para el verano, que efectivame­nte es el título de aquella película española de 1984 dirigida por

y basada en Jaime Chávarri la obra teatral homónima de

Gómez: la Fernando Fernán novela sitúa al lector en el Madrid de la España de la Guerra Civil y yo recuerdo una sentencia magistral que, de alguna manera, es aplicable a estos meses de confinamie­nto y miedo a no se sabe muy bien qué —una amenaza que no vemos— cuando don Luis le dice a su hijo: “Sabe Dios cuándo habrá otro verano”.

Sabe Dios cuándo habrá otro verano, así que no imagino un mejor momento para subirnos a una bicicleta y pedalear sin más destino que el viento en la cara y escuchar los sonidos de la ciudad; conversaci­ones ajenas, pajarillos despistado­s y la humedad sobre la piel. La impagable sensación de libertad, las calles desiertas ante ti y la hoja de ruta por hacer, el tempo tranquilo —lo eliges tú—, la vida en una mochila y los mejores momentos del mundo: esos ratitos sin propósito, ¿nos paramos aquí? Recuerdo alguno de los mejores viajes del año que se va y prácticame­nte todos los imagino mejor sobre una bicicleta: el camino desde Ribadesell­a hasta la playa de Vera, la naturaleza salvaje de Noruega, las luces nocturnas del Soho en Londres o la belleza imposible de las Tierras Altas de Escocia. No puedo volver atrás, pero sí mirar hacia el futuro sobre dos ruedas y compartir aquel sentimient­o de Lennon, “cuando

John conseguí mi bicicleta, debo haber sido el chico más feliz de Liverpool, tal vez el mundo”.

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Jesús Terrés sigue creyendo que la vida es más fácil frente al mar y que no hay viaje mejor que el que ayuda a conocerte a ti mismo.

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