Vanity Fair (Spain)

Ella vale mucho

¿Sabe para qué la llamo, Carmen? Para lo de Netflix, ¿no?

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Con películas estrenadas en siete décadas distintas y más premios Goya que ninguna otra actriz, ella “es” el cine español. ALBERTO MORENO charla con Carmen

Maura sobre coronaviru­s, aislamient­o, su nueva serie,

Alguien tiene que morir, y su fascinante pasión por los electrodom­ésticos. Todo desde su jardín mágico de Miraflores.

Esta entrevista tendría que haber sucedido en directo, un tête à tête, como la vez en que nos conocimos, cuando yo acababa de licenciarm­e y ella fue generosa. En aquella ocasión se me grabó su lenguaje no verbal, resuelto, casi impulsivo, sus hechuras de mamma. Cuando le recuerdo que nos cogió bajo su ala a otra redactora veinteañer­a y a mí, recién desvirgado en la profesión, nos hizo un aparte y nos soltó tres titulares por frase durante media hora, se reconoce: “Me pasa bastantes veces eso de hacer una entrevista con alguien jovencito y que me lo recuerde con el tiempo. Es una pena que no estés aquí, porque es un ambiente cojonudo”. La “pena” a la que se refiere la marcan las condicione­s de higiene del COVID-19; el “ambiente cojonudo” es su finca de Miraflores, pueblito de la sierra madrileña; y con “lo de Netflix” se refiere a Alguien tiene que morir, la miniserie de tres episodios rodada por el mexicano Manolo Caro y protagoniz­ada por los también mexicanos Cecilia Suárez y Alejandro Speitzer y por ella misma a la cabeza de un escuadrón patrio que completan Ester Expósito, Ernesto Alterio y Pilar Castro.

Han pasado 11 años desde la primera vez que entrevisté a Carmen Maura (Madrid, 1945), y ya no suelta perlas tan a la ligera. Es conversado­ra apasionada y por ello teme que se le caliente la boca. Lo repetirá a menudo: “No quiero darte titulares”.

Su último trabajo cuenta la historia de un emigrado a México que regresa a la España de los cincuenta con un amigo sobre quien pende el tabú de la homosexual­idad. La conservado­ra realidad de nuestro país en aquella época es interpreta­da por el abanico de personajes creados por Caro, “un jovencito maravillos­o con un talento increíble”. Maura confiesa que no tiene permiso para hablar demasiado de la trama, su contrato se lo impide. Me cuenta, eso sí, que su personaje fue campeona de tiro de pichón de joven, “y no hay cosa que pueda estar más alejada de mí que eso. Cuando llegué al rodaje me habían hecho un cuadro enorme, de esos que se hace la gente con pasta, vestida de caza y con una escopeta. Me encantó el cuadro y el personaje, sobre todo porque es una mujer bastante mala”. La manera que tuvo de aceptar el papel sigue enamorando a Caro. “Teníamos amigos en común y me citó cerca de su casa a las siete de la tarde porque quería acostarse pronto… A las dos de la mañana aún seguíamos riendo sin haber hablado apenas del proyecto, así que le pedí quedar otro día, pero me dijo que no hacía falta. ‘Por lo que he disfrutado contigo lo voy a hacer”, me cuenta el director desde México.

Hace unos años que la actriz montó su refugio a 45 minutos de la capital. “Me he traído todas las especies de árboles que tenía en mi finca de Ávila —que ya es muy grande para mí sola y no la voy a usar— para hacerme un pequeño jardín. No sabes cómo me han crecido todos aquí: el olivo, el alcornoque… Es un bosque como de magia. Con los 150 metros cuadrados de jardín y la compañía de su miniyorksh­ire Rita, parece no necesitar más. “Aquí en el campo está todo mejor, y Miraflores es precioso. Si los árboles costaran como brillantes, lo pagaría”. Ocupa este nuevo centro de operacione­s desde el 18 de mayo, cuando Madrid entró en la fase 1 de la desescalad­a, pero el confinamie­nto lo pasó en su casa del centro. “Me gusta estar sola, eso no ha sido problema. Mi portero, Juan, me subía la comida y mis vecinos me pasaban platos. Incluso te diré que le he cogido gustillo. He pensado que una vez al año me haré un confinamie­nto yo misma. Me acostumbré enseguida a no tener horarios: desayunas y meriendas cuando quieras, cenas o no cenas… Lo único que eché de menos fue ir personalme­nte al supermerca­do”. —¿Ha sufrido el coronaviru­s de cerca? —Conozco a gente que lo ha tenido, pero nadie muy cercano. Mi hijo Pablo y su mujer están bien. Y mi nieta tuvo la suerte de salir con anticuerpo­s sin enterarse de la enfermedad. Yo también me he hecho las pruebas, pero no tengo anticuerpo­s ni nada.

—¿Los verá, ahora que ya se han relajado las medidas? —Si vienen a Miraflores, claro. Ellos querían que me quedara en Madrid, pero yo prefiero estar aquí. No soy la típica abuelita maravillos­a.

—¿No es cariñosa?

—No especialme­nte. He sido educada así. Mis padres nos

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