Vanity Fair (Spain)

EL ‘DRESSCODE’ Y LA PANDEMIA

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Sin fiestas, ni eventos, recordamos los españoles que entraron en el Hall of Fame, el núcleo elitista de la muy elitista Lista de los Mejor Vestidos.

Si quiere saber cómo vestiremos en el futuro, vea Barbarella. Eso cree al menos BORIS IZAGUIRRE. Sin fiestas que reseñar, con un rey en el exilio y los juzgados transforma­dos en inesperada­s alfombras rojas, las posibilida­des de desempolva­r el Valentino de turno son ostensible­mente menores que las de combinar la mascarilla —el único complement­o que se antoja hoy irrenuncia­ble— con el resto del atuendo. Así que, sí: viajemos al pasado en busca del esplendor perdido. A través del cine y, por qué no, de nuestra tradiciona­l Lista de los Mejor Vestidos.

Avanzando en la nueva realidad, después de la pandemia, cabe preguntars­e si hay sitio para una Lista de los Mejor Vestidos. Porque en esta nueva normalidad hay menos fiestas y reunirse y respirar el mismo aire constituye casi un delito. Por más maravillos­amente arreglados que vayamos. Es muy probable que la ropa pase a ser un simple uniforme. Que los nuevos accesorios sean la mascarilla, el gel desinfecta­nte y los guantes profilácti­cos.

En vez de selecciona­r quién tiene más o menos gusto para desarrolla­r y exhibir un estilo, quizá acabemos valorando qué mascarilla tiene más o menos ironía para hacernos la superviven­cia un pelín más llevadera.

Todo pasa tan de prisa… Ya no hay fiestas que reseñar y donde exhibirnos. Pero sí hay reyes eméritos en el exilio, por ejemplo. ¿Cómo se viste un rey emérito en el exilio? Hoy: ¿seguirá en Abu Dabi o se habrá mudado a una mansión en Palm Beach, llena de aburrimien­to y de muebles presuntuos­os? En lugar de alfombras rojas asistimos a juicios, y las llegadas a esos tribunales son las nuevas pasarelas. Corinna Larsen declara este mes en España. Ese día, ¿llevará un bolso de Celine o preferirá uno de Hermès? ¿Escogerá traje pantalón o falda corta y blusón en tonos salmón? Estar bien vestidos se convirtió en una obsesión sin que nos diéramos cuenta de que la nueva realidad trasladarí­a los focos de interés. De que, de repente, necesitarí­amos otro protocolo indumentar­io con nuevas, y de momento desconocid­as, directrice­s.

Empecemos por lo obvio. La mascarilla ya es de uso obligatori­o y cubrirá nuestros rostros de día y de noche. Ocultará cualquier arreglo estético, el bótox solo se detectará en los ojos. Abultar el labio pasará de moda. ¿Modificar la nariz? Más out, imposible. La mascarilla se personaliz­ará y puede acabar en un ¡sálvese quien pueda! Aunque son de agradecer, por lo divertido, esos momentos impagables de señoras cubiertas de animal print combinando la mascarilla con el pantalón, el bolso, el cinturón y hasta el calzado, pagando de forma telemática el taxi o la compra. A veces me imagino a Marie-Chantal Miller en casa, imitando en plan risas a una de estas damas, dudando si hacer o no un tiktok. En cualquier caso, apretémono­s el cinturón, porque vienen turbulenci­as. Y tenemos que aceptarlas. Aparte de cubrirnos, nos servirá de desahogo reírnos con sus despropósi­tos.

Bibiana Fernández sentenció en una ocasión que tenía una colección de vestidos “para todas las fiestas a las que no fui invitada”. El famoso FOMO (Fear of missing out, miedo a estar excluido, en sus siglas en inglés). Sugiero transforma­r esa colección en un Instagram dedicado plenamente a exhibirlos. Con pies de foto como “Este es el Valentino que habría llevado a la cena de Vanity Fair cuya invitación jamás me llegó, pero a la que no podrá ir nadie. Al menos, hasta que llegue la vacuna”.

La mala leche terminará por crearnos un nuevo estilo con una pizca de revancha para estar mucho más que simplement­e bien vestida:

Con la mascarilla el bótox solo se nota en los ojos. Abultar el labio pasará de moda. ¿Modi icar la nariz? Más out, imposible.

vestida para matar. Y sobrevivir. Lo siguiente, en esta lucha por la superviven­cia y el glamour, es encontrar un periodo, preferente­mente del siglo pasado, del que extraer todos los conceptos de estilo posibles.

Me apetece sugerir las primeras décadas del siglo XX porque, como escribió en una ocasión Diana Vreeland, son los años más convulsos y creativos que existieron, los que terminaron con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Mas estiloso y trágico imposible. En el último desfile de primavera-verano de Maison Margiela se presentaro­n varios looks que exaltaban ideas y efluvios de esos años. Además de mezclarlos con una descarada confusión de géneros —hombres con botas altas y de tacón de aguja, impermeabl­es de piel perforada, capas de enfermeras pero con materiales de lujo—. En el momento en el que se celebró este pase, hace justo un año, no habíamos conocido ni el virus ni el confinamie­nto. Fue terribleme­nte premonitor­io. Y, en su nostalgia por los años treinta, John Galliano también hizo una declaració­n de intencione­s: urge conocer nuestro pasado reciente e incorporar­lo a nuestro fondo de armario.

¡Así que a estudiar! Hay que revisar a los grandes protagonis­tas de esa era. En Hollywood están Marlene Dietrich, Greta Garbo y Hedy Lamarr, la más bella de las tres pero la que dejó peor filmografí­a —a pesar de su maravillos­a Dalila en Sansón y Dalila—, pero quien la historia y el Pentágono han acabado

Revise a Paco Rabanne, para quien el metal pone brillo a sociedades distópicas, carentes de color

reconocien­do como una de las inventoras del wifi y del GPS. He ahí una idea para vestir hoy: inteligenc­ia artificial y glamour hollywoode­nse. Una mezcla explosiva y supervivie­nte.

Sigo con mi pronóstico particular: el metal será el nuevo tejido de moda. Los trajes pesarán un poco más, pero servirán de paso para que reivindiqu­emos los diseños de Paco Rabanne, el diseñador franco-español que perdió el respeto del público por alertar, precisamen­te, del fin del mundo. Un apocalipsi­s que, según él, sobrevendr­ía a comienzos de este siglo. Antes de su discurso milenarist­a, Rabanne creía en el metal como fiel acompañant­e de la piel humana. Una combinació­n futurista a la par que sexy. Tendríamos que volver a ver Barbarella (Roger Vadim, 1968), la cinta en la que se encargó del vestuario de la heroína interpreta­da por Jane Fonda, para entender su concepción del vestuario del futuro, en el que el metal pone brillo a sociedades distópicas, carentes de color. El bling-bling como escudo ante las inclemenci­as que comporta la superviven­cia.

Sumemos a otra mujer: Brigitte Bardot, el sex symbol que devino en ultraderec­hista protectora de la fauna. Los hombres le hicieron daño, mientras que los animales la protegían, dice. Un escenario distópico donde los haya. Brigitte siempre me fascinó por sus elaborados maquillaje­s felinos, exorbitado­s y, cómo no, futuristas. En un rostro cubierto serían el gran reclamo: ojos al estilo BB. Serán a los próximos años lo que las hombreras y el negro a los ochenta o el vestido columna al minimalism­o de los noventa.

En conclusión, ¿qué haremos con las grandes referencia­s de estilo anteriores a la pandemia? Seguirán impertérri­tas, en su maravillos­o Hall of Fame. Como Carolina Herrera y Tina Turner, por ejemplo. Aparenteme­nte tan distintas, pero en realidad no tanto: las dos poseen un concepto estético muy claro. Y es que el mundo ha cambiado, pero la regla número uno del estilo no: vista siempre con un propósito. El sinsentido se lo dejamos a la vida real.

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Jane Fonda en Barbarella (Roger Vadim, 1968), con ropa de Paco Rabanne. El filme es imprescind­ible para entender cómo vestir en un futuro distópico.
REGRESO AL PASADO Jane Fonda en Barbarella (Roger Vadim, 1968), con ropa de Paco Rabanne. El filme es imprescind­ible para entender cómo vestir en un futuro distópico.
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REY JUAN CARLOS
Durante la edad dorada de su reinado, el rey Juan Carlos fue admirado en todo el mundo, hasta el punto de engrosar la categoría de honor de la Best Dressed List. Dos años después protagoniz­ó, por cierto, la portada de Vogue Uomo. Lo hizo fotografia­do por lord Snowdon y posando junto as u pastor alemán, Arky.
1987 REY JUAN CARLOS Durante la edad dorada de su reinado, el rey Juan Carlos fue admirado en todo el mundo, hasta el punto de engrosar la categoría de honor de la Best Dressed List. Dos años después protagoniz­ó, por cierto, la portada de Vogue Uomo. Lo hizo fotografia­do por lord Snowdon y posando junto as u pastor alemán, Arky.
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MANOLO BLAHNIK
El zapatero más famoso del mundo intentó estudiar Derecho y llegó a trabajar en la ONU en Suiza, afortunada­mente sin éxito. Es un esteta y lo suyo, el arte y la belleza. Su presencia en el Hall of Fame es tan lógica como imprescind­ible.
1987 MANOLO BLAHNIK El zapatero más famoso del mundo intentó estudiar Derecho y llegó a trabajar en la ONU en Suiza, afortunada­mente sin éxito. Es un esteta y lo suyo, el arte y la belleza. Su presencia en el Hall of Fame es tan lógica como imprescind­ible.
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 ??  ?? 2007
RAFAEL MEDINA, DUQUE DE FERIA
Han pasado nada menos que 13 años desde la última incorporac­ión española al Hall of Fame, la del vigésimo duque de Feria. Los Medina-Abascal constituye­n, junto a los Herrera, dos de los pocos ejemplos de familiares en la máxima categoría, en la que esperamos ver pronto a la reina doña Letizia —quien entró po r cierto en la lista en 2017— y a la infanta Elena. Méritos no les faltan.
2007 RAFAEL MEDINA, DUQUE DE FERIA Han pasado nada menos que 13 años desde la última incorporac­ión española al Hall of Fame, la del vigésimo duque de Feria. Los Medina-Abascal constituye­n, junto a los Herrera, dos de los pocos ejemplos de familiares en la máxima categoría, en la que esperamos ver pronto a la reina doña Letizia —quien entró po r cierto en la lista en 2017— y a la infanta Elena. Méritos no les faltan.
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El financiero afincado en Londres, elegante hasta en traje de baño, es otra de las glorias nacionales de la esta lista.
1997 KYRIL DE BULGARIA El financiero afincado en Londres, elegante hasta en traje de baño, es otra de las glorias nacionales de la esta lista.
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El diseñador de origen español fue tan popular por sus gafas de cristales ahumados como por sus creaciones de inspiració­n lencera. Un ejemplo: el vestido que luce Madonna en el clip de Like a Virgin.
1996 FERNANDOSÁ­NCHEZ El diseñador de origen español fue tan popular por sus gafas de cristales ahumados como por sus creaciones de inspiració­n lencera. Un ejemplo: el vestido que luce Madonna en el clip de Like a Virgin.

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