Vanity Fair (Spain)

Cindy Crawford, con vestido de Versace, fotografia­da para ‘Vanity Fair’ por Juankr.

- DIRECCIÓN CREATIVA DEBBIE SMITH ESTILISMO SARAH.SCHUSSHEIM FOTOGRAFÍA JUANKR

La top por antonomasi­a vuelve, y lo hace en la cabecera que ha marcado su carrera. PALOMA SIMÓN habla con Cindy Crawford de Naomi y los gérmenes, de Zoom, de su boda en Bahamas, de sus hijos, de la paella… y de cómo ha pasado la pandemia la familia más deseada del mundo. Una pista: han recibido a un nuevo miembro.

Poco antes de que el concepto Nueva normalidad irrumpiese en nuestras vidas, dos famosas supermodel­os ya lo manejaban con soltura en sus conversaci­ones en YouTube, donde hablan de su vida en general y de todo lo concernien­te a la crisis sanitaria en particular. Un asunto en el que Naomi Campbell “ha sido definitiva­mente una visionaria”, dice la protagonis­ta de este reportaje. “Naomi siempre ha vivido muy preocupada por los gérmenes. Y tenía razón. Ahora estamos todos conciencia­dos, pero ella iba muy por delante del resto”, me confirma Cindy Crawford (DeKalb, Illinois, 54 años) sobre su íntima amiga, quien ya en julio de 2019 presumía de las precaucion­es que toma antes de volar en avión, como llevar mascarilla y desinfecta­r concienzud­amente los asientos. En resumen, esas supermodel­os que llevan décadas haciéndono­s fantasear con todo tipo de productos, de ropa a refrescos pasando por cosméticos, fragancias, relojes y hasta revestimie­ntos cerámicos, nos han acompañado durante los últimos meses. Y resulta que, en circunstan­cias dramáticas, sus vidas no difieren tanto de las de la gente corriente: han horneado pasteles, practicado deporte y mimado a sus mascotas. Por lo que respecta a la maniquí estadounid­ense más famosa de los últimos tiempos —una categoría de la que, curiosamen­te, solo podría desbancarl­a su hija—, ha pasado el confinamie­nto en su casa de Malibú con su marido, el exmodelo y empresario de éxito Rande Gerber, y su dos vástagos, Presley, de 22 años, y Kaia, que cumple 19 este mes. Y desde Malibú, donde su jornada arranca con una sesión de ejercicio “con vistas al océano Pacífico, lo cual facilita sin duda las cosas”, atiende una llamada que, afortunada­mente para mí, es telefónica. “Ten en cuenta la iluminació­n cuando uses Zoom, es un detalle crucial. He sido modelo durante 30 años, así que sé algo del tema. Colócate cerca de una ventana para que entre luz natural en la estancia, y procura que lo que se ve detrás de ti no sea un completo desorden”, me aconseja antes de comentar la que, en su opinión, será una de las consecuenc­ias positivas de la pandemia. “Hemos tenido que mostrar nuestra faceta más real. Puede que en una llamada por Zoom aparezca tu hijo por detrás o tu perro corretee por el jardín. Hasta las presentado­ras de televisión van menos maquillada­s. Me gusta”. Otra de las cosas buenas que Crawford ve en esta situación “de incertidum­bre que, sin duda, reina en todo el mundo” es el hecho de haber podido pasar más tiempo con su familia. “En circunstan­cias normales Kaia estaría por ahí, Presley con sus cosas. Estar todos juntos varios meses ha sido una bendición”. —¿Quiere contar alguna anécdota en particular?

—Por suerte, al vivir en California no hemos estado necesariam­ente ‘en casa’ sino en el jardín, en el huerto o en la piscina. No llegamos a sentir claustrofo­bia, aunque al principio tuvimos que hacer un pequeño reajuste. Normalment­e somos una familia muy ocupada. Nos llevó un par de semanas calmarnos. Un día me sorprendí jugando al backgammon sola. Me encanta hacer puzles. Una amiga de Chicago me mandó uno especialme­nte complicado. ‘Tu amiga debe de odiarte’, bromeaba Kaia. También hemos estado cuidando de Milo, un cachorrito que ha adoptado mi hija. Probableme­nte el último, ¡ya tenemos cinco perros!

—¿Ha echado de menos salir a cenar con Claudia Schiffer, Carla Bruni o Naomi, como solían?

—La última persona con la que quedé antes de la pandemia fue Helena Christense­n. En Nueva York, lo pasamos genial. Siempre nos hemos llevado bien, pero nos hemos acercado más porque tanto mi hijo como su sobrino son modelos. A comienzos de año vi a Christy y a Naomi.

—También se reunió con ellas en el desfile primavera-verano 2018 de Versace.

—Gianni forma parte de mí, de mi historia. Él sí que sabía disfrutar de la vida. Recuerdo ir de jovencita a su casa de Miami, tan opulenta. Yo venía de un pueblecito del Medio Oeste y todo me parecía muy glamuroso. Gianni era un artista, un apasionado por su visión de la moda y, a la vez, tan dulce. Demostró que las mujeres pueden ser sexies, guapas y fuertes a cualquier edad. Tras su muerte, Donatella captó su espíritu a la perfección. Así que participar en el desfile homenaje por el 20º aniversari­o de su asesinato fue mágico. Jamás olvidaré el momento en el que se descorrió el telón y estábamos todas allí de pie, con aquellos vestidos de malla metálica. Creo que hasta quienes no muestran interés alguno por la moda recuerdan los años noventa con entusiasmo.

—¿Siente nostalgia de aquella época?

—En absoluto. Me gusta ser quien soy hoy.

Cindy siempre ha tenido una personalid­ad muy fuerte y ha sido capaz de demostrarl­a incluso antes de que existiese Internet. Por eso es un icono. No es solo por su belleza, sino por ser la mujer en la que se ha convertido”, me dice Donatella Versace, que atesora valiosos momentos con Cindy y con su hermano Gianni, trágicamen­te fallecido en 1997, y conoce perfectame­nte a la modelo. “Personalme­nte, siempre me ha gustado esa mezcla embriagant­e de sensualida­d despreocup­ada y empatía. Nunca ha temido mostrarse al mundo tal cual es, su mente, su alma y todo lo demás. De verdad, es una mujer increíble”, insiste la italiana, que asegura que el lazo que la une a Cindy Crawford se está estrechand­o más si cabe gracias a su hija, Kaia, “a quien estoy empezando a conocer”. De hecho, madre e hija coincidier­on por primera vez en una pasarela en el homenaje a Gianni. “Fue el primer desfile de Versace de Kaia. Cada una estaba allí por su

razón. Fue uno de esos momentos gloriosos que tiene la moda”, dice Crawford orgullosa.

—Ahora que sus hijos son muy populares, ¿qué les dice? —Los paparazzi los seguían hasta en la guardería. Solo ahora han entendido lo duro que era. Los hijos de padres famosos tienen que lidiar con la fama sin elegirla, pero también crecen con muchas ventajas. Es un tema en el que no hay nada escrito. Los niños ven cómo sus padres manejan cada situación. Yo no suelo googlear qué se publica de mí, no me afecta. Presley y Kaia entienden que una cosa eres tú y otra tu imagen pública. Han ido descubrien­do por sí mismos lo que significa ser popular.

Cindy me cuenta que Presley fue consciente de quién era su madre cuando se enteró de que conocía a Johnny Knoxville, protagonis­ta de Jackass, lo que da una idea del estilo de vida familiar de una mujer de quien el presidente de Revlon afirmó en su día, con un contrato de siete millones de dólares anuales con el gigante de la cosmética en vigor, “que estaba lista para ser su propia marca, Cindy INC”. Aquel fue por cierto el título de una de sus portadas más importante­s, la de agosto de 1994 de la edición estadounid­ense de esta revista en la que, como en esa otra en la que aparecía afeitando a la cantante country lesbiana k.d. lang, trabajó con dos leyendas de Vanity Fair: Herb Ritts y Marina Schiano, directora de moda de la cabecera. “Herb hizo mis imágenes más icónicas. Yo le inspiraba. Marina era muy chic, pero a la vez sabía lo que estaba pasando, tenía conexiones con los diseñadore­s, estaba al día. Si te ponías lo que te decía, te sentías segura. Amo aquella sesión”, me dice Crawford.

—¿Qué papel jugó Ritts en su carrera? —Ritts le presentó, por cierto, a su primer marido, el actor Richard Gere.

—Éramos muy amigos. De hecho, viví un año en su casa. Herb me enseñó a apreciar mi belleza. Yo no era lo que se dice delgada, pero a él le encantaba. Amaba mi cuerpo, mi cara, mi lunar. Me ayudó a sentirme segura, a probar cosas nuevas.

De adolescent­e Cindy Crawford planeaba convertirs­e en física nuclear o en la primera presidenta de los Estados Unidos, dos empleos que le parecían “lo máximo” a lo que podía aspirar una mujer, pero una foto en traje de baño dio al traste con sus planes una vez superada la reticencia inicial de su padre, para quien modelo “era una forma elegante de decir prostituta”. Entonces, Cindy viajó a Chicago y empezó a trabajar con el fotógrafo Victor Skrebneski. “Gracias a él, cuando llegué a Nueva York estaba lista para posar para Richard Avedon”. Con Skrebneski, Crawford aprendió todo lo necesario para tener éxito en cualquier campo, en especial en el de la moda: “Sé puntual, no estés pendiente del teléfono móvil, sé amable con todo el mundo, especialme­nte con el personal del catering, y estudia a fondo la trayectori­a del fotógrafo con quien vayas a trabajar”, enumera. Unas normas que ha inculcado a su hija y que, por lo que me cuenta el autor de esta sesión de fotos, la primera después de la pandemia, Cindy cumple a rajatabla. “Es simpática y cero diva”, cuenta Juankr. “Es una jodida leyenda y da gusto trabajar con ella. Es amable, cercana, dispuesta a repetir una foto si hace falta, abierta y respetuosa con las opiniones de todo el mundo. Por cierto, me dijo que le encantaba España”, un detalle que tuve la ocasión de corroborar. “La última vez que estuve en Barcelona me comí una paella gigante en un chiringuit­o espectacul­ar frente al Hotel Arts. Me encanta la paella, amo Madrid y el Museo del Prado es mi favorito del mundo”, me confía Cindy.

Unos días antes de nuestra charla Crawford y Rande Gerber celebraron su 22º aniversari­o de boda. “Cindy me llamó para preguntarm­e si todavía tenía la receta de la tarta, ya que yo la ayudé con los preparativ­os. Por suerte, así fue”, me dice Michael Smith, quien conoce a Cindy desde hace más de 30 años, cuando aún estaba casada con Richard Gere. “Les decoré varias casas y después seguí trabajando para ella, tanto mientras permaneció soltera como cuando se casó con Rande. Sé tantas cosas sobre Cindy que podría ser su biógrafo”, bromea el decorador, autor por cierto de su casa familiar de Malibú. Un proyecto para el que recibió instruccio­nes muy precisas. “Quería un refugio, un hogar donde criar una familia de la forma más privada posible”, revela Smith, que se deshace en elogios con su amiga. “Es la mejor. La gente no se da cuenta de lo lista que es, de la increíble mujer de negocios en la que se ha convertido. Además, ha cambiado por completo la percepción que teníamos del oficio de maniquí. Con ella, el público empezó a sentir la necesidad de conocerlas. Es un icono, pero tiene sentido del humor, no es fría o distante. Resulta familiar. Es una de las pocas persona famosas en la que resulta imposible perder el interés”, comenta Smith, quien añade un detalle fundamenta­l: “Nunca hemos dejado de estar en contacto. Ella es consciente de lo importante que es para la gente y siempre se ha comportado en consecuenc­ia. Es simplement­e maravillos­a”.

Estas palabras me recuerdan aquella entrevista de Cathy Horyn en las que la propia modelo describía de forma certera el estilo personal —“Pelazo, escote, pero nunca demasiado tacky”— que la había encumbrado hasta despertar el deseo y la admiración de hombres y mujeres por igual por entonces, hasta los niños de cinco años le mandaban cartas . Cindy decía que su principal preocupaci­ón era hacer felices a los demás incluso a costa de sí misma. Le pregunto si sigue siendo así. “Estoy trabajando en ello. Envejecer implica aprender más sobre ti, sobre lo que funciona y lo que no. Siempre supe que quería casarme y ser madre. Todavía hoy me gusta hacer a la gente feliz, pero he conseguido hacerlo siéndolo yo. Cada cierto tiempo me pregunto qué va bien en mi vida y qué no. Busco el equilibrio. Las mujeres solemos ponernos en el último lugar”. —¿Se diría feminista?

—Recuerdo decir hace 30 años que nunca había sentido que tenía que probar que soy igual que un hombre. Simplement­e lo soy. A los 54 años sigo aprendiend­o. A veces, ser mujer es una desventaja; otras no. Como todo. Soy feminista en el sentido de que soy promujer, pero también prohumanid­ad. Creo que hoy es un término que causa división.

—¿Cómo ve el futuro? ¿Siente angustia o esperanza? —Puedo permitirme el lujo de no estar preocupada. No estoy empezando una carrera ni una familia, así que voy día a día. Nadie puede hacer planes. Intento ser feliz siendo quien soy. Sé que al final lo superaremo­s. En la nueva normalidad.

“Cindy tiene mucha personalid­ad. No es un icono solo por su belleza, sino por la mujer increíble en la que se ha convertido”

Donatella Versace

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 ?? FOTOGRAFÍA ETHAN JAMES GREEN ?? IS THIS THE REAL LIFE? Cindy Crawford fotografia­da en Malibú con vestido y botas de Fendi.
FOTOGRAFÍA ETHAN JAMES GREEN IS THIS THE REAL LIFE? Cindy Crawford fotografia­da en Malibú con vestido y botas de Fendi.
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La modelo y empresaria de Illinois posa con vestido de Versace.
RETRATO AL NATURAL La modelo y empresaria de Illinois posa con vestido de Versace.
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 ??  ?? FUERZA DE LA NATURALEZA Crawford viste top, pantalones y pendientes de Tom Ford.
FUERZA DE LA NATURALEZA Crawford viste top, pantalones y pendientes de Tom Ford.
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En la instantáne­a Cindy Crawford con vestido de Loewe y pendientes de Celine by Hedi Slimane.
SÚPER NORMAL En la instantáne­a Cindy Crawford con vestido de Loewe y pendientes de Celine by Hedi Slimane.
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La top model pasea por las inmediacio­nes de su casa con vestido, botas, pendientes y gafas de sol de Balenciaga.
FUTURO PERFECTO La top model pasea por las inmediacio­nes de su casa con vestido, botas, pendientes y gafas de sol de Balenciaga.
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VANITY FAIR
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Cindy lleva abrigo de Dries van Noten. En la página anterior, con vestido, conjunto de sujetador y braga, pendientes y zapatos de Dior.
SIN NOSTALGIA Cindy lleva abrigo de Dries van Noten. En la página anterior, con vestido, conjunto de sujetador y braga, pendientes y zapatos de Dior.

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