Vanity Fair (Spain)

Del cielo al infierno

Tras su imputación, Jordi Pujol y Marta Ferrusola viven recluidos en su casa de Barcelona. No solo por el COVID-19.

- _M. J.

El president está tranquilo porque la instrucció­n ha terminado, aunque eso no significa que se sienta feliz o relajado. ¡Es un luchador!”. A pesar de que ha cumplido 90 años, parece que a Jordi Pujol todavía le quedan fuerzas para librar la última batalla. Así lo confirman personas cercanas al político que añaden que, durante la pandemia, se ha cuidado mucho, no se olvida de ponerse la mascarilla y, por supuesto, practica la distancia social. Raras veces abandona su casa de la ronda del General Mitre de Barcelona. Cuando lo hace, es para desplazars­e hasta su despacho de la calle Calabria, donde redacta reflexione­s personales para mantener la mente lúcida o para pasear acompañado de su esposa, de 85 años. Hace unas semanas, el matrimonio logró subir hasta la cima del cerro Tagamanent, en el Parque Natural de Montseny (Barcelona). Fue antes de que Marta Ferrusola ingresara grave en la UCI del hospital Vall D’ Ebron tras caer por las escaleras de su segunda residencia en Queralbs (Gerona). La familia ha confirmado que la matriarca también sufre principio de Alzheimer.

Desde que en 2014 Pujol reconoció que tenía una fortuna millonaria en Andorra fruto del legado de su padre, Florenci, dejó de ser el prohombre idolatrado por todos. Ya no sumaba ser su amigo ni hacer negocios con su familia. Pero no todos se apartaron: siguió contando con admiradore­s incombusti­bles de su trayectori­a, quienes lo consideran “el padre de la Cataluña moderna”. Con motivo de su 90º cumpleaños el pasado 9 de junio, recibió más de 2.000 felicitaci­ones en la web pujolpresi­dent.cat que sus amigos y familiares crearon para la ocasión. Mensajes de personalid­ades tan variadas como el padre Apeles, el conseller de Interior o Vilarrubí,

Miquel Buch Carles esposo de la millonaria Daurella, presidenta de la embotellad­ora

Sol de Coca-Cola, y quien fuera chófer del president en los setenta. Este empresario está imputado en el caso Pujol por blanqueo de capitales y falsedad documental.

Este es un año agridulce para Jordi Pujol: se conmemoran 40 años de su llegada a la presidenci­a de la Generalita­t y 60 de su entrada en prisión por Els Fets del Palau —en 1960, durante un homenaje al poeta que tuvo lugar

Joan Maragall en el Palau de la Música de Barcelona, se lanzaron octavillas contra escritas por Pujol—. Aquello marcó el inicio de

Franco su carrera política. Algunos de sus amigos querían organizar una gran celebració­n, pero ni la situación judicial ni la sanitaria lo han permitido.

Hace unos años el expresiden­t autonómico le contó a su buen amigo y biógrafo Cuyàs: “Con tanta descendenc­ia,

Manuel era candidato a tener más problemas de los que he tenido. Se puede decir que los hijos han salido bien”. Los próximos meses, el juez José de la Mata decidirá si Pujol estaba equivocado.

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