CUANDO UNA TORTILLA ES CHIC
La tortillería Flash Flash de Barcelona acaba de cumplir 50 años. Hablamos con Leopoldo Pomés, hijo del cofundador de este mítico restaurante y fotógrafo icónico de la ‘gauche divine’ catalana, sobre la historia del local que primero conoció la modernidad en España.
La democracia llegó antes al Flash Flash que a España”, solía bromear cuando Simeón Soria hablaba del mítico restaurante de Barcelona famoso por sus tortillas del que fue jefe de sala. Una frase que podría ser un buen resumen de los 50 años de vida recién cumplidos de uno de los locales más populares de la Ciudad Condal que conoció la modernidad antes que el país y fue refugio de escritores, editores y artistas. Entre sus clientes: desde las y el rey
infantas a o Felipe VI Dalí Gabriel García Márquez.
La historia del Flash Flash empezó con un viaje en 1969. “Mi padre, [el fotógrafo de la gauche divine]
Leopoldo Pomés, y mi madre, [la ex modelo]
Karin Leiz, se fueron a Londres con [el arquitecto] y su esposa, Alfonso Milá
[tía abuela de Cecilia Santo Domingo
Domingo, mujer de Tatiana Santo Andrea Casiraghi]. Era una noche de Fin de Año. Creían que podrían cenar en cualquier restaurante, pero no fue así. ¡Terminaron en el hotel!”, cuenta sonriendo Leopoldo Pomés júnior, hoy al frente de este establecimiento. “Allí empezaron a hablar de fundar una tortillería en Barcelona”, prosigue. “Mi madre pensó que era una de esas ideas de bombero que se le ocurren a uno y que la cosa no pasaría de ahí. Pero no. Cuando volvieron, seguían empeñados en la maldita tortillería. Así que ella empezó a hacer un incansable trabajo de búsqueda y, finalmente, recopiló más de 100 recetas de tortillas”. El Flash Flash abrió sus puertas el 3 de julio de 1970.
Pero no solo de tortillas puede vivir el hombre. Santo Domingo y Leiz viajaron a Nueva York en busca de la mejor hamburguesa del planeta. La encontraron en P. J. Clarke’s, un lugar mítico para los amantes de la carne y un clásico de la Gran Manzana. “Cecilia tenía muchísimo morro. Se metió hasta la cocina y el chef le explicó cómo lo hacían. Cuando volvieron, ya tenían todo lo que necesitaban”, continúa Pomés júnior, al que todo el mundo conoce como Poldo. El punto final a un concepto rompedor lo pusieron otras dos ideas que ahora podrían resultar banales, pero que en aquel momento eran radicales: el bufé de ensaladas y una cocina que cerraba muy pasada la medianoche. Todas las fiestas, eventos y movidas que sucedían en
la capital catalana acababan en el Flash Flash, convertido en una amalgama de famosos e intelectuales. Todos, amantes del bourgeois bohème y, por supuesto, de sus tortillas y hamburguesas.
El Flash Flash fue una revolución para un sector con ideas carpetovetónicas en cuanto a la decoración. Los manteles impecables y la elegancia del lugar, bañado por un blanco inmaculado, contrastaban con lo atrevido del local. Para icónicas, sus paredes con imágenes de Karin Leiz en una sesión de fotos tomada por su pareja, Leopoldo Pomé, el fotógrafo y publicista que se inventó Las burbujas Freixenet. “La idea de la sesión fue de [autor del anillo olímpico de
Alfonso Milá
Barcelona y tío de Milá]”, matiza Pomés
Mercedes júnior, quien reflexiona: “Hubo un tiempo en que parecía que el concepto se había quedado atrás. ¡Aquella Barcelona de los noventa lo llevaba todo al límite! El tiempo nos ha dado la razón. El Flash Flash sigue siendo moderno. ¡Han pasado 50 años y aquí estamos!”.