Una PASIÓN BIZANTINA
Para Coco Chanel, los diamantes no eran en absoluto los mejores amigos de una chica. Y, aunque atesoró una valiosa colección de alhajas, sentía debilidad por las joyas de fantasía. Esta es su historia.
Pionera en todo, Coco Chanel lo fue también en el uso de las denominadas joyas de fantasía. De mucha fantasía. “Lo que importa no es el quilate, sino la ilusión”, solía decir la modista francesa (18331971), una opinión que no le impidió por supuesto atesorar una valiosa colección de alhajas. Varias de ellas, regalo de alguno de sus amantes. Es el caso del magnífico collar con 30 esmeraldas engastadas en diamantes talla rosa “que ella siempre lucía con jerséis sencillos o vestidos”, relata Fiemeyer,
Isabelle una de sus biógrafas, obsequio del
y que luce en el duque de Westminster famoso retrato que le realizó en 1964
desmontado, a Henri Cartier-Bresson modo de broche y junto a sus inseparables perlas. Y es que a Coco le gustaba jugar con sus tesoros y sí: mezclarlos con piezas falsas. “Le parecía vulgar la ostentación, así que encontró ese truco de poner de moda las joyas de fantasía, para poder mezclar las auténticas con las falsas”, cuenta su sobrina nieta Gabrielle
en Palasse-Labrunie Chanel íntima (Nerea).
Sus joyas de fantasía, que empezó a diseñar en los años veinte, se inspiraban en el arte bizantino y en los Médicis. “Todo lo que hago se torna bizantino”, presumía. Como en todas las facetas de su vida, para esta en particular contó con la ayuda de insignes colaboradores: el conde italiano Verdura,
Fulco di con quien alumbró su famosa cruz inspirada en la de la orden de Malta,
Étienne y, más tarde, de Beaumont François Hugo, bisnieto del poeta. “Le pedí que diseñara a mi gusto pendientes, broches y todos esos adornos que ahora vemos hasta en las galerías del Palais Royal y en los soportales de la Rue Rivoli”, cuenta Coco en El aire de Chanel (Fábula).
“LE PARECÍA VULGAR LA
OSTENTACIÓN, ASÍ QUE
ENCONTRÓ ESE TRUCO
DE PONER DE MODA LAS
JOYAS DE FANTASÍA”
Chanel se presentaba sin boceto, ya fuese a Hugo o a su joyería de confianza, la Casa Degorce. “Siempre daba instrucciones verbales, nunca por escrito, ya que jamás dibujaba y escribía lo menos posible”, revela una de sus biografías. Los artesanos se limitaban a seguir sus indicaciones.
Por lo que respecta a las piedras preciosas, sus preferidas eran las esmeraldas del collar que le regaló Bennie, pero también los zafiros y los rubíes. Detestaba los diamantes, salvo que estuvieran engarzados en una piedra, y las amatistas, “el malva, el morado, ese rojo frío y apagado”. Pero, sobre todo, Coco era feliz entre sus cajas de piedras semipreciosas y sus moldes de plastilina. Sus joyas de fantasía son hoy una de las señas de identidad de su maison, y están presentes en todas las colecciones. Por lo que a usted respecta, puede usarlas como Coco: solas o mezcladas con las buenas. Y recuerde sus sabias palabras: “Las joyas no están hechas para parecer rica; están hechas para parecer arreglada”.