Vanity Fair (Spain)

MILITAR EN LA BELLEZA

Viajamos para buscar la belleza, la razón última de casi todo lo que hacemos. Mi recorrido este verano será sublime: el parque nacional de Lake District, en el noroeste de Inglaterra, y Ribadesell­a, donde disfrutar de un buen rodaballo a la brasa.

- POR JESÚS TERRÉS

Me pregunto mucho qué es lo que, de verdad, nos mueve al viaje: ¿por qué viajamos? Respuestas hay tantas —digo yo— como escritores porque viajar nos remueve a todos, como el amor o el hambre. O el abandono. Caligrafío alguna de las razones que más nos han marcado: “Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginació­n; el resto no son sino decepcione­s y fatigas”, es

Louis-Ferdinand Céline en el primer plano de esa película en torno a personas cansadas de vivir acaudillad­as por Jep Gambardell­a, todos los azules del mundo en aquella playa en isla de Giglio —en la región de la Toscana— que Servillo sigue buscando en cada cama y en cada bóveda: pero no hay manera. Nunca la hay.

viaja para desaparece­r Thoreau y traslada el

Kierkegaar­d placer al camino: “Caminando he tomado contacto con mis mejores ideas, y no conozco ningún pensamient­o cuya naturaleza sea tan abrumadora como para que uno no pueda distanciar­se de él andando… pero cuando te quedas quieto, y cuanto más te quedas quieto, más próximo estás a sentirte enfermo… De modo que si caminas sin parar, todo te saldrá bien”. Yo casi ya no ando, así que quizá sea el folio en blanco mi calle por patear.

¿Qué nos mueve al viaje? No me andaré hoy con más rodeos: creo que viajamos en busca de la belleza, que es la razón última de casi todo lo que hacemos —militar en la belleza, como escribe

Ignacio Peyró: “Los hombres hemos inventado las noches de París, las vistas supremas de Florencia y la vida de hotel, militar aún en la belleza como el amor que no podrán arrebatarn­os”—. La belleza como intangible que no puede morir porque seguirá viviendo en la memoria, la belleza que no periclita ni exige ningún esfuerzo más allá del asombro.

Pienso en los viajes que armar este septiembre y ahora entiendo el trato con el destino: regálame belleza, lléname los bolsillos —y el corazón— de sobrecogim­iento porque ya no tengo tiempo para grises. Uno de esos viajes será a Lake District, ese parque nacional al noroeste de Inglaterra que acaban de nombrar patrimonio de la humanidad y que se enorgullec­e de ser patria de poetas como

William Wordsworth, o

sir Walter Scott Keats: 16 lagos cubiertos John de nenúfares, bosques de tilos y secuoyas para un retiro que imagino entre la bohemia y el whisky escocés a media tarde, también hay belleza en el recogimien­to. Comeremos sin prisa en The Forest Side y armaremos los planes del siguiente destino: por qué no volver a Ribadesell­a, a ese oasis de paz y civismo que es el palacete del Hotel Villa Rosario donde el Cantábrico golpea sin permiso las rocas de la playa de Santa Marina y los huéspedes miran embelesado­s ese espectácul­o que es siempre un mar salvaje. La cena será en la mesa de y

Marcos Granda girará en torno al género epistolar, porque el placer de un rodaballo a la brasa no entiende de modas. Y celebrarem­os que aún, todavía, podemos militar en la belleza.

 ??  ?? Jesús Terrés milita en la belleza porque es terribleme­nte justa: ni reclama ni promete. Por eso hay que llenar el calendario de viajes bonitos, de asombros que colecciona­r.
Jesús Terrés milita en la belleza porque es terribleme­nte justa: ni reclama ni promete. Por eso hay que llenar el calendario de viajes bonitos, de asombros que colecciona­r.
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