Vanity Fair (Spain)

UNA FERIA SIN FERIA

- POR JESÚS TERRÉS

Quizá este año rarísimo no podemos vivir la feria soñada, pero sí podemos trasladar la alegría hasta el último rincón de nuestra vida, tan solo hay que elegir el entusiasmo. Alcemos esas copas y celebremos, aunque ya nada sea como antes.

Esta feria de abril será diferente a todas las ferias pero es que ya nada es lo de antes y mucho me temo que aquel “Volveremos” con el que se nos llenaba la boca al comienzo de esta vida confinada lo hemos ido sustituyen­do así a lo bajito por un mucho más gaditano “Ya iremos viendo, pisha”; y es que cada abril celebramos la estación más bonita del mundo (la primavera, el primer verdor), el Día del Libro y también la Feria de Abril de Sevilla y Jerez de la Frontera. Florecen el almendro y el cerezo, escondemos el nórdico y la piel sale de ese presidio que es el frío.

El Día del Libro es un 23 de abril porque un 23 de abril falleciero­n Cervantes,

Miguel de

o William Shakespear­e Inca

Vega; qué curioso Garcilaso de la contraste pero qué habitual, muerte y renacimien­to… Serán días de comprar miles de novelas (¿algún regalo más bonito en el mundo?), de patear casetas al sol y pasar la mano por tantos tesoros impresos en a saber qué librería de viejo o en algún puesto de la cuesta de Moyano, a la vera del Jardín Botánico y el Museo del Prado.

Y en el sur (“¿Es cierto que casi nunca nieva?”, se pregunta Estrella en torno al sur en la obra maestra de Erice)

Víctor las calles vestidas de flores, miles de colores sobre la piel tostada y la alegría como consigna de un pueblo que solo entiende la vida que se prende. Tiene narices que fuesen precisamen­te un vasco y un catalán quienes, en 1846, propusiero­n al Cabildo Municipal de Sevilla organizar una feria de ganado, y de aquellos barros esta fiesta donde las buganvilia­s tapan hasta el cielo y toman como prisionero a nuestro desconsuel­o; y lo amordazan a base de fandangos, belleza y manzanilla y el desaliento no puede sino rendirse a la vida, a la certeza (yo la tengo) de que el buen corazón quebranta la mala ventura y de que la primavera llegará igualmente con su manto de olor a jazmín y cosas buenas.

“Aunque mi hora preferida es el mediodía… acompañada de amigos y amigas, contemplan­do pasar los coches de caballos, los grupos de gente riendo, bailando, cantando; y con un Fino Pando (150 años tienen ya sus soleras) en la mano; el vino por excelencia de la Feria. Degustarlo despacito, saboreando las notas a pan, a levadura, los recuerdos del velo de flor de la crianza biológica de estos vinos tan de nuestra tierra, tan nuestros”, es Domínguez, la primera Ana mujer capataz de las bodegas del Marco de Jerez, al mando de la historia de Williams & Humbert, y yo no puedo sino aplaudirla porque quizá este año rarísimo no podemos vivir la feria soñada, pero sí podemos trasladar la alegría hasta el último rincón de nuestra vida, tan solo hay que elegir el entusiasmo.

Este abril será diferente, pero ya están floreciend­o las mimosas en el jardín para recordarno­s que el sur no es un destino, es una forma de caminar, de brindar por cada gesto, de levantar la copa frente a la desgana.

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