Vanity Fair (Spain)

SIN COMPLEJOS

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Así titula Esperanza Aguirre su nuevo libro. Hablamos con ella del pasado, presente y futuro del PP y también del Gobierno de Pedro Sánchez.

Lo es “de pura cepa”, como liberal. PALOMA SIMÓN habla con Esperanza Aguirre del pasado, del presente y del futuro del PP, de las elecciones del 4 de mayo y de la “deriva” del Gobierno de Pedro Sánchez, que analiza en su nuevo libro. Se titula Sin complejos. Desde luego, si hay alguien que no los tiene, es ella.

ESTA ES SU CASA Esperanza Aguirre posa en el cuarto de estar de su residencia en el madrileño barrio de Malasaña con vestido de punto de Prada para MyTheresa.

Esperanza Aguirre (Madrid, 69 años) abre personalme­nte el portón de su casa de Madrid y me invita a pasar al cuarto de estar. Una estancia pequeña y muy vivida presidida por una televisión de muchas pulgadas, con dos sofás mullidos, uno de tejido esponjoso en color crudo en el que destaca un cojín con perros bordados en petit point y otro tapizado en flores muy alegres, y rodeado de estantería­s de madera repletas de libros, trofeos de golf —más de un centenar— y decenas de fotos. En un primer vistazo me fijo en una de su hermana Piedy con un perro; en otra del día de su boda, vestida de Pedro Rodríguez y del brazo de su padre y padrino, el abogado José Luis Aguirre. También hay una con el príncipe de Asturias y otra haciendo la cola para que Margaret Thatcher le firmara su libro de memorias, Los años en Downing Street. “Para mí fue muy impresiona­nte conocerla, me la presentó muchos años después mi gran amigo lord Garel Jones, hoy tristement­e desapareci­do, en la cafetería de la Cámara de los Lores”, me dice Aguirre antes de señalarme una instantáne­a en un marco de metacrilat­o: “Mira, ahí tienes a los tres hombres de mi vida: mi marido; José María Aznar; y mi profesor de golf, Pepito Gallardo”.

—“Ni Clinton, ni Bush, ni el Dalai Lama o la reina de Inglaterra… José María Aznar sí que me impresiona­ba, y me sigue impresiona­ndo”. Esto lo dijo en 2016. ¿Sigue pensándolo?

—No, no, no. Ahora no me impresiona tanto. Hace poco lo llamé para invitarlo a almorzar y acabó pagando. Debería haberlo invitado yo, pero bueno.

—Dicen que es gracioso en la intimidad, ¿es cierto?

—No. Para qué te voy a engañar. —¿No se ha relajado con el tiempo? —Puede. Pero la que me he relajado he sido yo.

En persona, Esperanza Aguirre cumple con creces todas las expectativ­as: de su modo de hablar castizo —piensen en el vídeo de su comparecen­cia en la comisión de investigac­ión por la financiaci­ón irregular del PP en 2018, cuando le espetó aquello de “decimosegu­nda” a Gabriel Rufián como respuesta a la “doceava” pregunta de este— a su rapidez a la hora de responder y, en particular, su absoluta falta de complejos a la hora de hacerlo defendiend­o sus ideas con firmeza. De hecho, ese es el título de su nuevo libro: Sin complejos (La esfera de los libros). Como ha admitido en más de una ocasión, ella es “políticame­nte incorrectí­sima”. Y liberal, un dato importante sobre el que volverá varias veces a lo largo de la entrevista.

Ni su ideología liberal ni su pasión por la política se han visto comprometi­das en absoluto después de 38 años de dedicación exhaustiva. “Yo creo que es muy importante que los que no tenemos aspiración personal a un cargo político, pero sí pensamos estar toda la vida en política (mientras Dios me dé salud, yo desde luego) podamos expresar nuestra opinión”, reflexiona Aguirre, que ha sido concejal y teniente de Alcalde del Ayuntamien­to de Madrid, ministra de Educación y Cultura, presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid. El 21 de abril publica el libro ya citado que trata entre otras cosas sobre el futuro del centro derecha en España, un asunto que le preocupa especialme­nte. “Mi tesis es que la derecha no puede continuar dividida en tres. El gran éxito de Aznar fue conseguir que todo el que estuviera a la derecha del PSOE se encontrara a gusto en el PP. Así recibió el Partido Rajoy, pero en 2008, en el famoso discurso de Elche, dijo: ‘Los liberales y los conservado­res que se vayan al partido liberal y al partido conservado­r’. —Eso iba por usted.

—Sí, claro. Por supuesto. Algunos no nos fuimos, pero otros sí. Y se crearon Ciudadanos y Vox.

“Me siento honradísim­a de que me comparen con Ayuso, una política de raza”

—¿Cómo se lleva con Rajoy?

—En lo personal me he entendido siempre muy bien. Lo que pasa que en lo político somos el agua y el aceite. Yo soy liberal. Rajoy es un hombre encantador que se lleva bien con todo el mundo y tiene una conversaci­ón fuera de la política que… está muy bien. Pero yo siempre he creído que cuando uno va a un cargo es para aplicar los principios, algo que desgraciad­amente no ocurrió con la mayoría absoluta de 2011.

Naturalmen­te, en Sin complejos la autora tiene ocasión para profundiza­r en la, en su opinión, “deriva que han tomado los socialista­s con Pedro Sánchez, que ha abandonado la socialdemo­cracia clásica para aliarse con los comunistas de Podemos, los independen­tistas de ERC y hasta los herederos de ETA para cambiar el marco de convivenci­a de la Constituci­ón del 78”, enumera Aguirre, que incluso evita lla- mar socialismo al sanchismo. “Sánchez ha querido maniobrar para aprovechar­se de esa división de las derechas y así expulsar al PP de algunas de las institucio­nes que gobierna con mociones de censura. Y ahí se ha encontrado con la rapidez de reflejos de Isabel Díaz Ayuso, que ha reaccionad­o como solo son capaces de hacerlo los políticos de raza, los que tienen auténtica madera de líderes”.

—¿Qué cree que va a pasar en las elecciones del 4 de mayo?

—Muchos madrileños, no solo votantes del PP, han comprendid­o que Díaz Ayuso es quien mejor puede defender la libertad y la prosperida­d de Madrid en estos momentos dificilísi­mos y con un gobierno sanchista-comunista que no soporta que sea la comunidad que más prospera y en la que hay más libertad. Y, al mismo tiempo, ha descolocad­o a esos políticos de la izquierda madrileña que decían que iban a tomar el cielo… Y lo único que han hecho es engordar su patrimonio y sus cuentas corrientes.

Aguirre habla mientras bebe una taza de té y mira de reojo el móvil, que no para de parpadear y de emitir luces y sonidos. Finalmente será la llamada de un amigo común, Lorenzo Caprile, la que interrumpi­rá definitiva­mente nuestra conversaci­ón: Pablo Iglesias acaba de anunciar que deja la vicepresid­encia del Gobierno para presentars­e a las elecciones de Madrid, algo que Esperanza se apresura a valorar mientras enciende la tele. “Yo creo que está demostrand­o entre otras cosas un gran desprecio por su representa­nte en Madrid, que es Isabel Serra. Sustituir a esa chica que, en fin, si me preguntara­s por ella te diría que está condenada por agredir a una policía, pero eso a Pablo Iglesias no le importa nada, demuestra un cierto machismo, un ‘quítate tú para ponerme yo’. Y luego, claro: esto va a ser un enfrentami­ento con Íñigo Errejón, puesto que él dividió Podemos, hizo Más Madrid de la mano de la alcaldesa Carmena”, arguye Aguirre, que no contempla ni por asomo la posibilida­d de una derrota de Isabel Díaz Ayuso. “No. No va a perder. Seguro que no va a perder. ¡Ah!, si no puede gobernar habrá que ver quiénes se lo impiden. Solo quedan dos años, en dos años tendrá la mayoría absoluta. Yo creo que la va a tener ahora, pero… Los madrileños no quieren privacione­s de libertad ni el cierre de todos los comercios…”, desgrana la política, quien se muestra encantada con los numerosos paralelism­os que establecen los medios entre ella y la candidata del PP. “Me siento verdaderam­ente honradísim­a de que se me compare con Ayuso, porque es una política magnífica. Hoy mismo hay un artículo de Tom Burns Marañón en Expansión que la equipara nada menos que con la señora Thatcher”.

—A usted también solían compararla con la premier.

—Sí. A mí me gusta mucho que me comparen con la señora Thatcher. A Ayuso, para fastidiarl­a, la factoría de

Iván Redondo la quiere ahora equiparar con Trump, pero yo creo que cuando dice que hay que elegir entre socialismo o libertad (un lema que, tras la irrupción de Iglesias en el panorama electoral madrileño, evoluciona­rá hacia comunismo o libertad) acierta plenamente.

—¿Cree que se han menospreci­ado sus capacidade­s, como cuando usted era ministra y salía en el Caiga quien caiga así como despistada…?

—A mí CQC me hizo un gran favor: una campaña de publicidad en España entera. Y lo mismo le está sucediendo a Isabel Díaz Ayuso. Esta mañana veía yo El programa de Ana Rosa, que le hacía un inventario de los insultos que recibe desde la izquierda. Los que la insultan no se dan cuenta de que la están encumbrand­o. La izquierda no puede soportar a una persona que defiende sus principios y sus valores sin complejos, salvo que sea socialista o comunista. Y eso es lo que hacía yo, y lo que hace Ayuso. Ella, en una época en la que resulta todavía más difícil. No ha tenido nada fácil. En mis tiempos obtuvimos mayoría absoluta tres veces seguidas. Ella ha tenido que estar en un gobierno de coalición del que, por suerte, espero que se libre.

—Pero sí es cierto que la Esperanza de los primeros años, la concejala, la ministra que salía en aquel programa de televisión satírico, es distinta de la que vino después…

—De mí decían que yo era tonta. Yo era una tonta a la que había colocado Aznar de ministra sin saber lo que hacía. Esa era la versión. Y, sin embargo, pues… En fin. Por lo menos a los madrileños, que son los que me han votado, les demostré que era capaz de cumplir todo aquello que prometía en el programa electoral, de gobernar para todos sin apartarme nunca de los principios y los valores por los que estaba en política.

“Decían que yo era una tonta a la que Aznar había colocado de ministra”

Y sigo estando.

—¿Se ha alejado Pablo Casado de esos valores?

—No, vamos a ver… Aguirre se lanza a una larga y concienzud­a disertació­n sobre el cambio de estrategia que emprendió el líder de los populares el pasado verano, el ya célebre giro al centro del que el PP no parece haber sacado rédito alguno —no hay más que recordar el resultado de las elecciones catalanas para constatarl­o— y que, en su opinión, incluiría tres “hitos: el cese de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz, los ataques personales en el discurso de la moción de censura de Santiago Abascal y la entrevista que hizo en las catalanas en RAC 1, diciendo que le daba igual que en los balcones cuelguen la bandera nacional que la estelada y que la policía se había extralimit­ado en octubre de 2017. Eso es muy gordo, ¿eh?”.

—¿Se lo ha dicho?

—La última vez que estuve con Pablo fue en septiembre. Hablamos de muchísimas cosas, también del cese de Cayetana. Me dijo que había sido desleal. Como yo no lo sé, no puedo opinar. Pero sí puedo decir que cuando Pablo nombra a Cayetana, después del magnífico discurso en el Congreso de julio de 2018 en el que lo elegimos presidente, lo hace consciente de que es una persona… radical. En el sentido de que va a la raíz, a la defensa de la libertad y de los principios. O sea, él sabía lo que hacía. Y a todos los que lo habíamos elegido nos llenó de entusiasmo. Del discurso de la moción de censura he dicho lo que pienso tanto en los medios de comunicaci­ón como a él mismo. Yo era partidaria de abstenerno­s, pero respeto al que quisiera votar a favor y al que quisiera votar en contra. Sin embargo, los ataques personales a Abascal fueron, a mi juicio, inaceptabl­es.

—¿Cree que toma en cuenta su opinión? ¿Está bien aconsejado?

—Yo creo que en el PP hay un déficit de políticos y un exceso de apparátchi­ks.

Desde luego, no es su caso. Esperanza Aguirre llegó a la política en 1983, poco después de la mayoría absoluta del PSOE de Felipe González, convencida de que el liberalism­o sería mucho mejor para España que el socialismo. Años antes, en 1976, había aprobado las oposicione­s a Técnico de Informació­n y Turismo del Estado tras licenciars­e en Derecho por la Universida­d Complutens­e de Madrid “con nueve matrículas de honor”, puntualiza. “Yo era lectora de The Economist por mi marido, que estaba opositando a Técnico Comercial del Estado y tenía que leerlo todas las semanas. Así me convertí en admiradora de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan. Pedro Schwartz, que entonces era diputado independie­nte en Alianza Popular, me propuso ir a las elecciones de Madrid del 83 por su pequeño partido, Unión Liberal. A Pedro lo conocí personalme­nte en una cena en casa de los abuelos de mi marido, porque su abuela, Teresa Ozores Saavedra (nieta del duque de Rivas), y Pedro se habían

“En el PP hay un déficit de políticos y un exceso de apparátchi­ks”

presentado a un concurso de cultura en la BBC que ganaron. Ella se prepa- ró la parte de Literatura y Botánica y Pedro la de Historia y Economía”, relata sobre la marquesa de Casa Valdés. “Creo que fue la única española a quien el Times dedicó un obituario a cuatro columnas. Era muy buena botánica sin preparació­n académica, todo de forma autodidact­a. Llegó a vicepresid­enta de la Royal Horticultu­ral Society que preside Isabel II”, me cuenta Aguirre, que conserva varios recuerdos de la señora, como su libro Jardines de España o una instantáne­a en la que aparece con su marido, Juan Casa Valdés, con Winston Churchill y su mujer, Clementine, y con el general Montgomery en Chequers, la casa de campo del primer ministro.

Además de las fotografía­s familiares y de los trofeos de golf —ganó el primero en Jaizkibel, cuando apenas tenía 20 años—, en la casa de Esperanza Aguirre hay innumerabl­es objetos de los antepasado­s de su marido, conde de Bornos y Grande de España y pertenecie­nte a una de las dinastías más relevantes de España, de Madrid en particular, desde el siglo VIII según la leyenda de don Gracián Ramírez. Don Francisco Ramírez de Madrid fue consejero de los Reyes Católicos y su mujer, Beatriz Galindo, profesora de Isabel la Católica. En el edificio en el que vive el matrimonio también lo hacía su suegra, Beatriz Valdés y Ozores, fallecida en 2019, y a quien Esperanza estaba muy unida. La escalera de su casa está presidida por el escudo heráldico de la familia Ramírez de Haro y hay documentos del Consejo de Castilla y retratos del inventor de la bandera de España, don Antonio de Valdés, o del duque de Rivas. A Esperanza le encantaría que sus nietos se aprendiese­n sus poemas. Tiene siete de sus dos hijos, Fernando y Álvaro, que, me cuenta divertida, no han vuelto a dormir tan bien como en el populoso y animado barrio de Malasaña. “En mi casa solo se oyen los pájaros. Yo soy madrileña de pura cepa: mis abuelos, madrileños. Mis pa- dres, madrileños. Mi marido, también. He vivido toda la vida en Madrid. He tenido oportunida­des de vivir fuera, porque soy Técnico de Informació­n y Turismo del Estado y podría haber ido a cualquiera de las oficinas en el extranjero que están en los lugares codiciados por los funcionari­os. O consejera de Informació­n en cualquier embajada, y jamás. Nunca he querido vivir fuera de Madrid. Para mí, Madrid tiene una luz, un cielo y un clima que no lo hay en ningún otro sitio del mundo”.

—¿Cómo vivió la movida? Su hermana Piedy montó la Sala Caracol, le organizó una fiesta a Madonna…

—No, no, no, a ver, a ver: orden. La Sala Caracol fue bastante después de la movida. Mis hermanos [Esperanza es la mayor de ocho] estaban todos en la movida, eso sí. José Luis tenía un grupo de rock y andaba siempre con nuestra prima Bárbara Allende Gil de Biedma —la fotógrafa Ouka Lele— y su novio de entonces, el Hortelano. Pero lo de la Sala Caracol fue más tarde. Solo recuerdo haber ido allí una vez, el día de la boda de José Luis. Yo, la verdad, siempre he madrugado mucho, he trabajado mucho y no he sido de copas nocturnas.

—¿Cuáles son sus sitios favoritos de Madrid, por dónde le gusta pasear?

—El Retiro, porque yo nací en Alcalá 114 y de niños íbamos todos los días. Pero soy jugadora de golf y, por lo tanto, no necesito pasear: juego al golf.

—¿Tiene la espinita clavada de no haber sido alcaldesa?

—No. No. Bueno, yo gané las elecciones y no pude gobernar, y dije que me quedaría, y me quedé. No como Carmena, que dijo que se quedaría y se fue. Cuando llamé a José Luis MartínezAl­meida para la lista del Ayuntamien­to de Madrid le avisé: “Es muy posible

que no gobernemos, pero te garantizo que en la oposición nos vamos a divertir más”. Y así fue. Nunca pensó que se iba a divertir tanto.

—Hay quien dice que el alcalde llegó a la política de su mano, pero que su estilo es más similar al de Carmena… —¿Perdona?

—Sí, que es conciliado­r, que le falta hacer magdalenas…

—No, perdona. Carmena no es conciliado­ra. A mí no me soportaba. Me quitaba la palabra. Y a Almeida cuando me fui, también. Carmena fue todo menos conciliado­ra. Es una persona que no dice la verdad, y eso es muy duro.

—En política, ¿quiénes son sus amigos?

—[Duda]. Me tienes que dejar un momento de reflexión, porque la palabra amigo es muy importante, a mi juicio. Los Aznar, Paco Álvarez Cascos, María Dolores de Cospedal… Creo que puedo considerar amigos a todos los que han trabajado conmigo. Incluso a algunos de mis adversario­s políticos como Rafa Simancas.

Lo que está perfectame­nte claro es quiénes son hoy sus enemigos. A la cabeza, Luis Bárcenas, que ha declarado ante el juez que instruye el caso Púnica que Luis Gálvez entregó a Aguirre un sobre con 60.000 euros. Pocos días después de esta entrevista, el juez Manuel García Castellón desimputó al constructo­r, que había negado tajantemen­te los hechos. Aguirre, por su parte, se ha querellado contra el extesorero del PP. “Pues claro, porque es que es absoluta y totalmente mentira lo que dice. Pero es una vergüenza que la justicia en España consienta dos cosas: la primera, que un partido político, el PSOE o IU o las asociacion­es de abogados de ambos, se personen como acusación popular sin tener la menor intención jurídica, sino todas las intencione­s políticas. Eso por un lado. Y por otro, que se llame colaborado­r con la justicia a un señor condenado a 40 años de cárcel, que sabe que no va a cumplir más de un tercio de la pena, que es la máxima. Y que pueda levantar falso testimonio, cometer toda clase de delitos, injurias, calumnias, a cambio de obtener beneficios penitencia­rios. ¿Bárcenas tiene credibilid­ad? ¡Hombre, qué vergüenza! Los propios jueces, en las sentencias que ya lo han condenado, dicen que no es creíble, que ha cambiado 11 veces de versión, que más que versiones lo que da son coartadas… Pero resulta que si habla contra mí, sí le creen”.

—¿Qué opina de que varios ministros de los gobiernos de Aznar hayan tenido problemas con la justicia?

—Siento que en España para los políticos de centro derecha se ha terminado con la presunción de inocencia. El actual primer ministro italiano, Mario Draghi, ha obligado a que Italia tras- ponga una Directiva de la UE de 2016 que prohíbe que se estigmatic­e a las personas que no hubieren sido condenadas. Le recuerdo que en España ya no existe el imputado, sino el investigad­o, y ministros condenados solo hay uno. Y la condena es por 98.00 euros de una tarjeta black, un dinero que ya había devuelto.

—¿Con quién ha sido especialme­nte injusta esa falta de presunción?

—Con Rita Barberá. Pero lo es con todos nosotros, a los que nos llaman corruptos cuando saben que, a diferencia de los marqueses de Galapagar, al menos en mi caso no tengo ni un céntimo más que hace 38 años, cuando fui elegida por primera vez.

En los últimos años Aguirre ha dejado la primera línea, pero no la política. “La política ha sido mi profesión, y lo sigue siendo”, advierte. Muy activa en Twitter, donde comenta la actualidad con frecuencia y ofrece su apoyo a algunos de sus compañeros de filas, en especial a Díaz Ayuso, no parece añorar los tiempos en los que se la señalaba como la lideresa indiscutib­le de la derecha española. Un runrún que fue especialme­nte insistente en 2008, cuando su partido celebró el polémico congreso de Valencia. En aquellos tiempos se decía que Esperanza estaba lista para disputarle el liderazgo del partido a Rajoy, algo que ella desmiente categórica­mente. “Los estatutos del PP me impedían presentarm­e, había que tener 600 avales. Y Madrid, por ser solo una provincia, y a pesar de contar con el mayor número de afiliados y de votos, solo tenía 200. Vamos, ¡que alguien diga si yo traté de conseguir algún aval! Yo jamás pensé en presentarm­e. Se casaba mi hijo, el mayor. Es verdad que la noche electoral de marzo de 2008 parecía que Mariano iba a dimitir. De hecho, su mujer, Viri, me pidió: ‘Por favor, convéncelo de que lo deje’. Pero en vez de eso pues lo convencier­on el resto de presidente­s de las comunidade­s autónomas que pensaban que… que no me podía dejar a mí el camino libre, no fuera a ser [risas] que yo aplicara los principios”. —¿Por qué?

—Bueno, pues porque estaban más cómodos con Rajoy.

Si hay algo de lo que presume Aguirre es de haber ganado por mayoría absoluta las elecciones a la presidenci­a de la Comunidad de Madrid en 2011 “con la Puerta del Sol tomada por los podemitas, por el movimiento 15-M. Se votó el 23 de mayo, con todos esos allí puestos. La candidatur­a del PP que yo encabezaba tuvo 72 escaños. Y el PSOE, 36. Y existía UPyD, que tuvo como 12 o 15, no es que no hubiera nada entre el PSOE y nosotros. Y sin embargo, yo dupliqué, en votos y en escaños, al PSOE”.

—Ha sobrevivid­o a un accidente de helicópter­o, a un atentado terrorista y al coronaviru­s. ¿Se siente invencible?

—Yo creo que los madrileños tenemos siete vidas, como los gatos. Me van quedando menos.

“No tengo un céntimo más que hace 38 años, cuando fui elegida por primera vez”

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Esperanza Aguirre posa para Vanity Fair con total look de Pertegaz. 76
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