CABALLO GANADOR
El hipódromo de la Zarzuela celebra su 80º aniversario. Repasamos su historia.
En este recinto uno se podía cruzar con Rita Hayworth, el general Franco o el pretendiente de la princesa Margarita de Inglaterra, además de todos los nobles de España. MARÍA LUISA GARCÍA- MORO repasa la historia del hipódromo de la Zarzuela, una de las joyas arquitectónicas de Madrid que este año celebra su 80º aniversario.
Dice el filósofo y escritor Fernan- do Savater que “pisar la grama de un hipódromo es poner los pies sobre sagrado”. Desde hace años, él es uno de los incondicionales asistentes del hipódromo de la Zarzuela, prismáticos en mano, para no perderse ningún detalle de las carreras. Su inauguración el 4 de mayo de 1941, de la que ahora se celebra el 80º aniversario, supuso uno de los acontecimientos más relevantes de la época. Entre los asistentes, el jefe del Estado
Francisco Franco Bahamonde, rodeado de lo más granado de la aristocracia madrileña, que lucía para la ocasión sus mejores galas. Fiel reflejo de la sociedad y de los cambios que en esta se van produciendo, tras los duros años de guerra e incertidumbre, los reencuentros en este nuevo hipódromo se sucedían mientras el caballo Merin d’Or ganaba en la pista 20.000 pesetas de entonces. Las crónicas de la época recogen el ambiente exclusivo y elitista que se vivió en la apertura: “La capital de España cuenta hoy con un hipódromo que no le superará en grandiosidad otro alguno. Todo Madrid, y bien cabe aquí el tópico, acudió el domingo a este pintoresco lugar”. “Allí estaban presentes todos los sectores de la vida social madrileña: aristócratas de
la sangre, de los negocios, altas jerarquías del Ejército, repre- sentantes del mundo de la diplomacia, de las letras y del arte. Y realzándolo todo un contingente de bellísimas muchachas”. Además, mientras veían las carreras, los asistentes degustaban un cóctel servido por el reconocido Perico Chicote.
Tras más de una década de intensa actividad ecuestre, uno de sus llenos históricos (no se recuerda otro igual) se produjo el 26 de mayo de 1956. El motivo: la visita del coronel Peter Townsend, que aparte de un destacado héroe de la Segunda Guerra Mundial era en ese momento el pretendiente de la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel II. Así lo narraba la revista Alazán: “Una jornada extraordinaria en la que el interés mundano desplazó al deportivo, llenando nuestro hipódromo del todo Madrid de las grandes solemnidades, que se dio cita en la Zarzuela al conjuro de un hombre de doble leyenda, de héroe y de galán”. Ni siquiera la visita de la bella actriz Rita Hayworth pocos años antes logró hacerle sombra.
Los años cincuenta y sesenta fueron de absoluto esplendor, y el hipódromo se consolidó como referente de ocio para la aristocracia y las clases altas, así como para millonarios internacionales que visitaban las instalaciones para poner sus ojos en los excelentes caballos purasangre ingleses criados en España. Durante los setenta pasar las tardes de los domingos allí era ya una tradición instaurada entre las clases más pudientes de
la sociedad, que conservaban cierta etiqueta en el vestir. Así lo cantaba Cecilia en su célebre canción Dama, Dama de 1973: “El domingo los caballos / en los palcos del real…”. Y es que el hipódromo fue todo un símbolo para las damas y los caballeros pudientes, entre los que causó sensación Beltrán Osorio y Díez de Rivera, duque de Alburquerque, jefe de la Casa Real de don Juan y un personaje emblemático en la historia española de las carreras de caballo. El también jinete, portador de 13 títulos nobiliarios, fue internacionalmente conocido por su dilatada trayectoria, sus triunfos y su espíritu competitivo. Más de una vez corrió con alguna lesión importante o habiéndose cortado él mismo con tijeras alguna de las escayolas de las más de 50 fracturas que padeció a lo largo de su vida. Mítica fue su victoria en el Gran Premio de Madrid de 1968, en el que hizo historia en el turf (carreras de caballos en hipódromos donde los espectadores pueden realizar apuestas) internacional por ganar con su yegua Tebas, de la que también era el criador: jockey, propietario y entrenador. “¡Hala, duque! ¡Hala, duque!”, se vitoreaba en las gradas. Su hija, Cristina Osorio Malcampo, duquesa de San Lorenzo y Grande de España, y también jockey como su padre, recuerda para Vanity Fair la última carrera del duque antes de “colgar las botas”: “Montaba una yegua, La Pista, y mi madre [Cristina Malcampo San Miguel] nos tapaba los ojos y decía: ‘¡Qué horror. No miréis, niñas!’. Porque una vez más la pobre pensaba que se iba a matar. Consiguió ganar, aunque la yegua acabó con la montura al cuello. Cuando terminó, nos explicó que la yegua había sido buenísima porque en cada salto subía el cuello para que él no se callera”. Beltrán Osorio, que recibió en 1968 la medalla de oro al mérito deportivo de manos de Juan Antonio Samaranch y en 1993 el toisón de oro, entre muchas otras condecoraciones otorgadas a lo largo de su vida, culminó su carrera como jinete en 1984, tenía 66 años.
En los ochenta el hipódromo se consagró como recinto de ocio tanto diurno como nocturno con la implantación de las carreras de verano por la noche, ideadas por Lorenzo Sanz en 1988. Previamente, Ramón Mendoza, quien fuera presidente de la Asociación de Propietarios (el primero en ocupar el cargo que no era aristócrata), había instaurado también la apuesta hípica. Todos estos hechos, unidos a la presencia de las cámaras de TVE que grababan las carreras, acercaron este deporte a un público menos exclusivo. La sociedad española se iba modernizando y el hipódromo seguía ese compás, dejando de ser un reducto de la aristocracia para dar la bienvenida a todo el que quisiera vivir la emoción de ver correr a los purasangre.
En cambio, los años noventa fueron una época de absoluta decadencia para el hipódromo madrileño. Hay quienes hablan de una controvertida gestión del empresario Enrique Sarasola Lerchundi. Aunque la versión oficial en palabras de Victoria Barderas, directora de Marketing y Comunicación de la entidad, desmiente la rumorología: “Cuando Sarasola llega al hipódromo, se debían hasta los recibos de la luz y el agua. Había 500 acreedores y 470 votaron a favor de la propuesta del empresario de percibir el 50% de la deuda. Si no hubiera sido por su rescate, el hipódromo habría cerrado en 1992. Él intentó rentabilizar la apuesta y las carreras; pero los números no salían. Las carreras cesan a finales de 1996 y es entonces cuando empiezan los litigios entre Patrimonio Nacional y Sarasola por el incumplimiento del contrato del empresario, quien pide 500 millones para dejar la gestión de la entidad en la que considera lleva también la titularidad de la quiniela hípica”. Tuvieron que pasar nueve años, y varios concursos públicos sin adjudicar, para que reabriera sus puertas el 23 de octubre de 2005 y comenzara una nueva etapa. Desde entonces es un recinto referente en el turf, en el ocio y en la animada noche madrileña. Hoy el COVID-19 no ha impedido que los aficionados y familia acudan al hipódromo a disfrutar de un espectáculo en el que se entremezclan la emoción, la adrenalina y la pasión. Gerardo Torres, su actual director, explica cómo ha cambiado hasta el perfil de propietario de caballo de carreras: “Antes era alguien con un gran poder adquisitivo y una posición social alta. Ahora eso es más heterogéneo. Tener un caballo continúa siendo caro [de 1.500 a 3.000 euros al mes], aunque existen fórmulas de multipropiedad”.
Pero la Zarzuela no solo ha sido un escenario de clase, lujo y distinción. Desde hace años existe una leyenda negra sobre un sitio encantado dentro de las lindes del hipódromo. “Es cierto. Había trabajadores que tenían experiencias paranormales: cosas que se movían solas, ruidos extraños…”, nos confirma Torres. Se mandó a hacer una investigación a un equipo liderado por el padre José María Pilón, un jesuita especializado en ciencia paranormal, quien confirmó que había una serie de espíritus atascados en su viaje al más allá. “Una zona se pudo limpiar y no ha vuelto a suceder nada extraño, pero hay una casa dentro del recinto, en la que vivió uno de los aparejadores que trabajaron en su construcción, a la que el equipo del padre Pilón ni siquiera quiso acercarse porque en ella se había realizado magia negra. Ese espacio es conocido como ‘la casa de las brujas’. Nadie se acerca por miedo”.
Embrujos y espíritus aparte, el hipódromo hoy continúa llevando a los amantes de la hípica esa magia donde pasado, presente y futuro conviven entre las paredes del espectacular proyecto arquitectónico que llevó a cabo el ingeniero Eduardo Torroja, abuelo de la cantante Ana Torroja, junto a los arquitectos Carlos Arniches y Manuel Domínguez. Declarado Bien de Interés Cultural en 2009 con la categoría de monumento, allí siguen resonando los cascos de leyendas de cuatro patas como algún día lo fueron Bannaby, Entre Copas, Noozhoh Canarias o Abrantes. Larga vida al turf español.
“En 1956 la visita del coronel Townsend, pretendiente de la princesa Margarita, generó expectación”