IMPARABLE
Billie Eilish, el fenómeno mundial de la música pop.
Btiene 19 años y ya illie Eilish podríamos considerarla el mayor fenómeno mundial de la música pop, tanto por talento puro como por presencia. Su canción con Rosalía, Lo vas a olvidar, donde se atreve a darle la réplica en castellano, es solo el último ejemplo de una versatilidad y un instinto descomunales (también una buena oportunidad de ver de qué son capaces los dos mejores hombres en la sombra del pop: Finneas O’Connell, hermano de Billie, y el canario El Guincho, coproductor de El mal querer). Pero, como todo con Billie Eilish Pirate Baird O’Connell, nos estaríamos quedando cortos y llegando tarde: 2021 es el tercer año de estrellato de la cantante. Lo sabe su público original, la generación Z, que agotó entradas en 2019 para su gira —España incluida— pese a que nunca la habían visto en directo.
Y lo sabía la industria de la moda, dispuesta a adaptarse a la imaginería intransferible de la artista: estética oversize, motivos siniestros, flirteos con la nueva carne que pondrían nervioso a David Cronenberg, fluidos corporales y colores de videojuego y anime japoneses. Su personal universo, que en cualquier otra década habría sido de culto y underground, ha encontrado su lugar en los años de la pandemia.
Eilish se hizo famosa en las tripas de Internet con los temas que componía a medias con su hermano desde casa y con el apoyo de sus padres, que decidieron educarlos en el hogar familiar por el miedo a los 230 tiroteos en colegios que ha habido en Estados Unidos desde la matanza de Columbine (que se produjo cuando mamá O’Connell estaba embarazada de Finneas). Eilish canta a los ansiolíticos, a los monstruos de debajo de la cama, a la subversión en las relaciones y se ha convertido en la voz de la confusión de la juventud desubicada en el mundo en el que vivimos: el pop ya no lo gobiernan cantantes melosas ni chicas buenas, sino mujeres sin ganas de morderse la lengua, independientemente de la fecha que adorne su carné.
Su canción con Rosalía también describe muy bien el lugar en el mundo de ambas: es parte de la banda sonora de Euphoria, la serie de HBO que ha aplastado como una bola de demolición el dibujo generacional de los zeta. Una horquilla de posadolecentes cargados de ese discurso identitario que tanto irrita a los viejos de espíritu incapaces de capear la segunda década del siglo XXI, donde hasta los gestos más nimios son políticos (la tendencia de Eilish a vestir con “ropa de quarterback”, como decía el rapero Tyler, the Creator, es una forma de cortocircuitar cualquier intento de sexualizarla, por poner un ejemplo), y que tiene en Billie a una de sus mejores embajadoras.
Para los que alberguen dudas sobre su relevancia, y su capacidad de abrirse cada vez a más públicos, quizá la mejor manera de resumir su carrera sea comparándola con Madonna. Billie ha vivido en dos años, un único disco y un puñado de colaboraciones lo que la Ambición Rubia demoró una década en conseguir: ya ha actuado en los Oscar (Madonnna tardó ocho años); ya ha firmado un tema Bond (nueve años); ha descabalgado a Taylor Swift de todos los récords que tenía en los Grammy, con cinco en su primera noche, con 18 años (Madonna ganó su primer Grammy una década después de publicar su primer disco); y el pasado marzo protagonizó su primera portada para la edición estadounidense de Vanity Fair (algo que Madonna tardó tres años en conseguir). Hasta pudo encabezar un Coachella antes de que el mundo cerrase las puertas.