UN GENIO DE NARICES
Biarritz, años veinte. Un químico, un gran duque ruso y, por supuesto, Coco. La historia del, probablemente, aroma más famoso de todos los tiempos es apasionante. Hablamos de Chanel Nº 5.
En el Festival de Cine de Cannes, rodeado de estrellas como Virginie Ledoyen o Eva Herzigová, (Cannes, 72 años) exhibe cierto François Demachy aire de despiste. Su salsa es otra. Está en el pueblo de Indonesia donde se destila el pachuli con un alambique; en Sri Lanka, donde va a buscar sándalo. “He conocido lugares extraordinarios, como Madagascar para el ylang ylang o la India para el jazmín sambac”, comenta. Y, naturalmente, en su tierra, Grasse. Allí Christian Dior cultivó jazmín y rosas y Demachy aprendió su oficio “aprovechando el savoir-faire de mis antepasados y viviendo entre campos de flores”, dice el director-creador de perfumes de Dior desde 2006 —Demachy es autor de 140 referencias, entre ellas el último best seller de la casa, el aroma masculino Sauvage—. Todos estos escenarios, incluido su aséptico laboratorio, los recorre el espectador absolutamente encandilado durante los 70 minutos de metraje de Nose, el documental dirigido por los cineastas
y que relata dos años en Clément Beauvais Arthur de Kersauson la vida del artesano, como él mismo se califica, mientras viaja por el mundo en busca de las materias primas más preciadas. La bergamota de Calabria o el ámbar que se extrae del vómito de las ballenas que surcan la costa irlandesa. Paisajes espectaculares aparte, lo mejor de Nose es descubrir los pormenores de un oficio que, a pesar de estar presente en nuestra vida cotidiana, constituye un auténtico misterio. O escuchar a Demachy ofrecer la mejor descripción posible de un perfume: “¡Es el misterio! Es como el amor. No se explica”. No queremos hacer spoiler, pero en Nose Demachy deja atónitos a propios, extraños… y a Eva Herzigová.
El gran duque fue Dmitri Pavlóvich uno de esos personajes fascinantes y genuinos que solo podía dar el convulso siglo XX. Siempre se ha dicho que se vio obligado a escapar precipitadamente de Rusia tras haber instigado el asesinato de Rasputín. En su huida, y como muchos de sus compatriotas, los denominados rusos blancos, recaló en Biarritz, donde conoció a
Chanel. El romance Coco entre ambos fue tan breve como fructífero, ya que gracias al gran duque la diseñadora conoció a un hombre que, este sí, cambiaría definitivamente su vida: el químico Beaux. Chanel le encargó
Ernest un aroma complejo y seductor, alejado de las fragancias excesivamente florales de la época. Beaux le presentó varias muestras numeradas del 1 al 5 y del 20 al 24, de las que Coco escogió dos: la 22, que con el tiempo sería la base de su perfume 1922. Y la cinco. Así nació la, quizá, fragancia más famosa de todos los tiempos: Chanel Nº 5. Coco lo lanzó el día cinco del quinto mes del año, mayo, de 1921. “Eligió un frasco de una transparencia perfecta porque debía realzarse el contenido, no el continente”, cuenta
Gabrielle Palasse-Labrunie que así se lo confió la propia Chanel, su tía. El resto es historia. _P. SIMÓN
"ELIGIÓ UN FRASCO DE UNA TRANSPARENCIA PERFECTA PORQUE DEBÍA REALZARSE EL CONTENIDO, NO EL CONTINENTE”