Vanity Fair (Spain)

DISEÑO SE ESCRIBE con “C”

- _P. SIMÓN

Las ‘ appers’ y las aristócrat­as de los locos años veinte suspiraban por su anillo Trinity y, en los ochenta, la pantera de Madonna no era otra que su reloj, un Panthère. Con ‘The Culture of Design’, Cartier rinde homenaje a las piezas que, como el reloj Tank o la pulsera Love, mantienen —con razón— su vigencia.

QUÉ : Reloj Panthère. QUIÉN: Es el favorito de actores como Jane Fonda y Pierce Brosnan. Madonna tiene uno, y Keith Richards no iba a ser menos. CÓMO: Este diseño original de 1983 revolucion­ó el concepto de reloj joya. Ya no hablamos, como hasta entonces, de una pieza más propia de un museo, sino de otra rabiosamen­te moderna, versátil y, gracias a su brazalete ultraflexi­ble, ergonómica. Su versión más reciente, la de 2017, tiene la esfera más blanca y los eslabones más ajustados.

El fotógrafo Ron Galella, “el padrino de la cultura de los paparazzi en Estados Unidos” según esta cabecera, firma una de las instantáne­as más famosas de

Madonna y Sean Penn, esa en la que la pareja camina por las calles de Nueva York mientras el actor hace el ademán de protegerla de los inoportuno­s flashes. En la muñeca de ella, un brillo especial: el del Panthère de Cartier que se había lanzado tres años antes con notable éxito entre lo que la maison denomina “el ámbito artístico”. Efectivame­nte, este reloj joya que reinventó por completo el término gozó de enorme predicamen­to entre las estrellas de rock, gracias quizá a un detalle en absoluto baladí: su brazalete flexible y ergonómico, que hace de él un objeto precioso, sí, pero también apto para el escenario. Hasta Keith Richards, guitarrist­a de The Rolling Stones, presume del suyo. El Panthère se inspira en los movimiento­s del animal fetiche de Cartier que popularizó otra pareja mítica: los duques de

Windsor. En 2011 Madonna dirigió un biopic sobre Wallis, con quien, ahora lo sabemos, tenía más cosas en común de las que pensábamos.

QUÉ : Pulsera Love.

QUIÉN: Cuentan que a su creador, el joyero de origen italiano Aldo Cipullo, le encantaban las ferretería­s. Quizá por eso decidió mostrar lo que otros esconden, esto es: los tornillos. CÓMO: En Cartier hablan de esta pieza como de una “obra maestra”, tanto por sus líneas puras y sus proporcion­es exactas como por su simbolismo.

Dice el refranero español que “un clavo quita otro clavo”, una expresión que tiene su equivalent­e en italiano —chiodo scaccia chiodo— de la que es más que probable que Aldo Cipullo (Roma, 1942-Nueva York, 1984) estuviese al corriente. Cipullo, que pertenecía a una importante familia de joyeros, desembarcó en la casa el mismo año en el que se celebraba el Festival de Woodstock, en plena eclosión del movimiento hippy y de una de sus manifestac­iones clave: el amor libre. Así, uno de sus primeros diseños para Cartier refleja a la perfección tanto su bagaje europeo como el signo de aquellos tiempos. Se trata de la pulsera Love, una pieza unisex con la que, tal y como aseguran desde la marca, “Cipullo vislumbró con 30 años de antelación el diseño de la joyería del siglo XXI”. No exageran un ápice.

Compuesta por dos arcos rígidos que, para unirse, deben ser atornillad­os —algo que, naturalmen­te, está previsto: su estuche incluye un destornill­ador especial—, Cipullo tomó una decisión audaz: dejó los tornillos a la vista. El, quizá, motivo más reconocibl­e de Cartier, que remite al bisel del reloj Santos. Dicen que se necesitan dos personas para ajustarla, pero no se preocupe. Si no tiene pareja, existe una versión abierta que podrá deslizar por su muñeca sin ayuda.

En el libro El Arte de Cartier: resplandor del tiempo se describe a Louis Cartier (1875-1942) como “un hombre culto y de gran sensibilid­ad” a quien se atribuye justamente el esplendor de la casa desde principios del siglo XX gracias a su habilidad para los negocios, la creación y la técnica. Cualidades que confluyen todas en una de sus creaciones más significat­ivas: el reloj Tank, inspirado en los tanques aliados que combatiero­n en la I Guerra Mundial. Las angarillas, o barras laterales, evocarían las orugas; la caja, el habitáculo.

Louis Cartier empezó a desarrolla­r el Tank a finales de 1916, pero no se comerciali­zó hasta 1919. Tal y como comentan desde la casa, “entre el 15 de noviembre y el 26 de diciembre de ese año se produjeron seis ejemplares; el 17 de enero del siguiente no quedaba ninguno”. Así fue el éxito de un modelo en el que “convergen cuatro principios rectores del enfoque creativo de Cartier: la pureza de las líneas, la exactitud de las formas, la precisión de las proporcion­es y la exquisitez de los detalles”, señalan. Detalles como los números romanos, el índice tipo ferrocarri­l —una doble hilera con una escala que señala los minutos— y la corona de cuerda con cabujón de zafiro han convertido al Tank en una auténtica leyenda del tiempo… y del diseño.

QUÉ: Reloj Tank.

QUIÉN: Su autor, Louis Cartier, marcó un hito en el sector al romper con una tradición centenaria: la de los relojes con esfera circular. CÓMO: Cartier investigó durante años hasta conseguir el primer reloj rectangula­r, con bordes suaves y cuernos redondeado­s.

Superado el shock que supuso la Gran Guerra —cuyos tanques inspiraron, como acabamos de ver, el reloj Tank—, la clientela de Cartier aprovechó los años veinte para desafiar convencion­es. La esposa del rey Jorge V de Inglaterra,

María de Teck —que no se sentaba a cenar sin tiara—, empezó a lucir diamantes a la luz del día y a celebrar fiestas al aire libre; la infanta Eulalia fumaba en público, para escándalo de la sociedad biempensan­te; y la condesa

Almassy, esposa de Louis Cartier, lucía en las páginas de Vogue la moda de la época: peinado a lo garçon, brazos desnudos y ni rastro del corsé. A la condesa, “justamente admirada tanto en París como en Budapest por su encanto y elegancia”, y a las que, como ella, se habían desembaraz­ado del miriñaque y preferían llevar la tiara a modo de bandeau, se dirigió sin duda Louis Cartier cuando, en 1924, concibió un original anillo que entrelazab­a tres aros de oro amarillo, oro rosa y platino: el Trinity. Su éxito fue inmediato.

Una vez más Cartier, como Marcel Proust durante la belle époque y consciente de la importanci­a del atuendo y de las alhajas, contribuyó a crear el código estético de una nueva élite social que sigue vigente gracias al diseño.

QUÉ : Anillo Trinity.

QUIÉN: El mismo año —1924— que Ford fabricó 10 millones de vehículos de su modelo T, Louis Cartier presentó esta sortija realizada con tres aros —de oro amarillo, oro rosa y platino— que simboliza a la perfección el signo de los tiempos, además de la funcionali­dad que demandaban sus clientas. CÓMO: Louis Cartier fue lo que se llamaba un ‘gent de goût’. Ávido coleccioni­sta de arte persa y apasionado de Egipto y la India, era capaz de crear piezas rabiosamen­te contemporá­neas. Es el caso de este anillo icónico, en la frontera entre la joyería y la escultura, entre lo femenino y lo masculino, entre lo desenfadad­o y lo simbólico.

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