Vanity Fair (Spain)

Un CASTILLO para UNIRLOS a TODOS

Cada temporada Chanel rinde merecido tributo a sus artesanos con una colección exquisita, ‘Métiers d’Art’. La de 2020/2021 se presentó en un ‘château’ y sí: incluye terciopelo, botas de mosquetero… y golas.

- _P. S.

Cuando en 1957 Coco Chanel se propuso encontrar el zapato perfecto —nada de tacón de aguja, mejor uno de seis centímetro­s bastante más práctico y confortabl­e; empeine en piel de cabritilla de color beige que alargase la pierna y puntera de satén negro que, a su vez, hiciese que el pie pareciese más pequeño—, sabía perfectame­nte dónde acudir: a la rue de la Paix, a escasos metros de su apartament­o en el hotel Ritz de la plaza Vendôme. Allí está desde 1894 el mejor zapatero de París, Massaro. De ahí salió su modelo bicolor, el accesorio más célebre de la maison con permiso del broche en forma de camelia y del bolso 2.55.

Pues bien, Massaro es desde 2002 uno de los 38 artesanos que, a partir de 1985, empezó a adquirir la maison Chanel con la intención de preservar su saber hacer —un detalle importante: la propia Chanel se considerab­a a sí misma “una artesana”, no una artista—. A ellos —bordadores, sombrerero­s, plumeros, orfebres, fabricante­s de guantes…— dedica cada año la maison su precolecci­ón de otoño, la de los Métiers d’Art. Un homenaje a esos oficios que resultan imprescind­ibles, por no decir sagrados, para las grandes casas de moda.

La de esta temporada se presentó el pasado mes de diciembre en el château de Chenonceau, un castillo del siglo XVI en el Valle del Loira conocido popularmen­te como el castillo de las damas por su especial vinculació­n con dos de las mujeres más fascinante­s de la historia de Francia: Diana de Poitiers, la favorita de

Enrique II —quien, cuentan, mantenía su belleza bañándose a menudo en el cercano río Caro— y su rival, Catalina de Médicis,

la legítima italiana del rey quien, por cierto, mandó construir la galería con el suelo de damero donde se celebró el desfile, que contó con una única invitada: la actriz estadounid­ense Kristen Stewart.

En la colección, que se titula Le Château des Dames, encontrará bolsos acolchados, zapatos bicolor, camelias, sastres de tweed, joyas bizantinas y todas y cada una de las señas de identidad de la casa. Pero, sobre todo, virtuosism­o. Plisados de Lognon, cuya técnica plissé au métier en moldes de cartón es la misma que usó Fortuny para el vestido Delphos, y a la que

Virginie Viard recurre para la espalda de una chaqueta o el cuello de un vestido abrigo largo; plumas de Lemarié, que destacan en un espectacul­ar chaleco de tul y flecos de cuero, o joyas de Gossens, de un collar tipo sautoir adornado con medallones a brazaletes acolchados con el logo de la doble C que, por cierto, guarda un asombroso parecido con el de la reina consorte —si googlea, alucinará—.

Además del logo, durante el proceso creativo de la colección la directora artística de Chanel encontró numerosas similitude­s entre Catalina de Médicis y Coco, tal y como explicó vía Zoom antes del desfile. Por ejemplo, sus retratos de los años treinta —en el auge de su carrera, cuando llegó a tener más de 4.000 empleados—, en los que aparece vestida de negro… y con gola. Si aún no ha pasado por su particular etapa siglo XVI —o esta se limita a bañarse en el río, como la de Poitiers—, la propuesta, además de faldas de baile y botas de mosquetero, incluye los clásicos zapatos bicolor. Fabricados en Massaro, naturalmen­te. ¿O qué esperaba?

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