LO QUE EL AÑO PASADO ME ENSEÑÓ
Como ya es costumbre, he aquí el resumen de todo lo que me ha dejado el 2021. Doce meses de extraños e inciertos días de los que he escogido quedarme con lo que escribo y comparto con ustedes en estas líneas, queridos lectores.
Llega fin de año, y con él, mi ya tradicional recuento en esta columna de lo que he aprendido durante estos extraños e inciertos días. Consejos, citas, anotaciones, descubrimientos, aspiraciones, propósitos, errores y correcciones que me guardo y repito con el espíritu deportivo de mejorar (o por lo menos de no empeorar) y con la vaga esperanza de que le pueda servir a alguien en lo venidero. O no.
Quietud y fascinación. Acuérdate de las olas del mar y de Seymour Glass en Un día perfecto para el pez plátano. Haz una lista con todas las palabras que vas descubriendo (especialmente las de
Luis Landero). Lee a Richard
Feynman. Ve a pilates. Recuerda lo que dijo Szymborska: nadie, nadie, nadie hace eso de “escribir para uno mismo”. El novio de Anne Hathaway en El diablo se viste de Prada era realmente imbécil; tu cumpleaños no es tan importante. Deja de compararte cronológicamente con tus padres: no tiene demasiado sentido. Las ediciones especiales de libros en formato estuche están muy bien como elemento decorativo, no para consultar. Lo de los NFT es como una fiesta de un vecino de la que proviene una música estridente, aunque interesante, y a la que bajas por curiosear y no sabes muy bien si quedarte o si llamar a la policía.
Cambiar de opinión no es una muestra de debilidad de carácter (ni pasar de un extremo a otro te otorga más legitimidad por ello). “Más que adscrito a una corriente, o a una ideología, permanece fiel a un puñado de libros”,
Javier Pérez Andújar. Disfruta de los parques y jardines antes de que los conviertan todos en insulsas zonas pavimentadas con trozos verdes como en esa canción de Joni
Mitchell. Tienes una edad ya como para dejar de asustarte cuando te roza la cortina de una ducha fuera de casa. No es obligatorio usar PowerPoint en una presentación, tampoco te hace parecer más profesional. Cuidado con lo de dar ánimos huecos y no solicitados; como decía la crítica de cine
Pauline Kael: “Hollywood es el único sitio en el que te puedes morir de ánimos”. Querer, por desgracia, no siempre es admirar. “Es mucho más difícil describir que opinar. Infinitamente más. Por eso todo el mundo opina”, Josep
Pla. El trabajo realizado, y no otra cosa, es lo que habla por ti y lo que te consigue nuevos lectores, oyentes, espectadores o clientes. Tomarse Twitter en serio es precisamente no enfadarse. Manifiesta tus fracasos; calla tus éxitos. No te obsesiones demasiado con los títulos y acreditaciones: “Cada día que imprimen tu columna, te están dando el puto diploma”,
Frank Sinatra al periodista Pete Hamill. Para dirigir la orquesta a veces hay que dar la espalda al público (pero nunca olvides que pagaron por la entrada). Tener un millón de ideas en la cabeza no vale de nada: lo difícil es escribirlas. Las cartas de los restaurantes no merecen ser suplantadas por un triste código QR. “Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál es su careta”, Pío Baroja.
No seas el que pisa por primera vez un sitio y se apresura a pontificar y formular una teoría sociológica de presunta validez universal. “El enemigo del diablo no es un santo, sino otro diablo” (Taleb); el rival de una mentira no es la verdad, es otra mentira más elocuente. No es casualidad que todas las casas de ensueño y las playas paradisíacas salgan siempre sin gente. Mejor desconcertar que ser previsible. “En estas soledades, sé una multitud para ti mismo”. Mantén la esperanza de que algo se eleve y salpique; escucha ese sonido. Huye de pandillas, cenáculos y generaciones. Comparte lo que lees.