Vanity Fair (Spain)

LA JUVENTUD BAILA… Y ESCRIBE

Si les gustó Cayetano, les encantará Antoñito Martínez de Orujo, el protagonis­ta de ‘Conservado­s en champán’, la primera novela de Patricio Alvargonzá­lez. Un homenaje al humor de Edgar Neville, P. G. Wodehouse y, por supuesto, Berlanga. Y solo tiene 22 añ

- _P. S.

Como un joven de su tiempo, Patricio Alvargonzá­lez (Gijón, 1999) es perfectame­nte capaz de tararear El manual de Anuel, un éxito del reguetón, género musical que solo baila cuando sale de fiesta. Pero, como pocos jóvenes de su edad, Alvargonzá­lez es el autor de un personaje viral, Cayetano Sáenz de Betolaza, “un pijo sin complejos, que es frívolo sin saberlo”, y de Conservado­s en champán (Espasa), “una novela desopilant­e y ácida” protagoniz­ada por los Martínez de Orujo, una “familia copiosa de la era dorada de los latifundis­tas venidos a menos. Ahora que se han puesto de moda en las redes sociales las cuentas de personajes out of context, la única clave que puedo dar es que yo siempre estoy fuera de contexto. Me río de todo, hasta de lo “muy serio”, que dicen las abuelas, y no por falta de respeto, ni mucho menos, sino por la necesidad de crear una armadura contra el miedo en una sociedad que tiene la piel muy fina. Prefiero que alguien entienda mi novela y no le guste a que le encante… y no la entienda”, reflexiona Alvargonzá­lez junto al piano del hotel Urso y ante un whisky. Son las 12 de la mañana. “Es de atrezo, pero no soporto el Nestea, así que lo he pedido del de verdad”.

Las andanzas de los Martínez de Orujo narradas por el primogénit­o Antoñito recuerdan en cierto modo a las del marqués de Sotoancho de Alfonso Ussía. “No lo había leído antes de escribir mi libro, ahora sí y me ha divertido muchísimo, pero él es más político. Yo tiro más por el humor surrealist­a de

Edgar Neville, una referencia que he adquirido de mi madre —la escritora Guillermin­a RoyoVillan­ova—, experta en la otra generación del 27:

Mihura, Poncela, Tono. Es lo que he vivido de pequeño”, cuenta Alvargonzá­lez, que se define como berlanguia­no —es nieto putativo del director—, felliniano y alleniano. “Soy todo lo que no se puede ser hoy, salvo quizá lo de Fellini, que parece que sí porque es muy glamuroso, muy Sorrentino… Debía atarlo en corto

Giulietta [Masina, su mujer]. A Berlanga también lo perdonan un poco por la época, pero hoy lo machacaría­n.

Lo de Woody Allen no lo entiendo, aunque el otro día leí que está con un proyecto en París y me ilusioné. No tengo problema en reivindica­rlo”, presume el guionista quien, de hecho, ha tenido la oportunida­d de conocer al cineasta. “Fui a verlo al hotel Carlyle de Nueva York (donde toca el clarinete con su banda de jazz) con mi tía Vega Royo-Villanova y el torero Talavante. Se equivocaro­n con nuestra comanda: ‘Venimos desde España solo para esto y nos estáis arruinando la noche’, protestamo­s así un poco Cayetano, exagerando. Exigimos al maître una cita con Allen y, antes de que se acabara el concierto, nos llamaron para que pudiésemos conocerlo. Y ahí que fuimos mi tía, Talavante, uno de su cuadrilla y yo. El torero le regaló un capote, y Woody decía: ‘Muleta, muleta’. Y Talavante: ‘No, capote’. Le gustan los toros. Yo le llevé un disco de jazz y Plácido con subtítulos en inglés”.

Además de cinéfilo —que presume de no haber visto nada de Tarkovsky— Alvargonzá­lez es anglófilo. “El capítulo La elegancia de llamarse Modesto es un homenaje al vasallaje inglés, a las novelas de los años veinte de amor y lujo de P. G. Wodehouse. Neville pecaba de castizo, yo tiro más al rollo inglés”, revela. “Mi referente en humor, en ironía, es mi bisabuela Carmen Orueta, dueña de la pastelería Arrese de Bilbao fallecida en 2020. Era el prototipo de señora de las de antes que me fascina, que vivía en una especie de Grey Gardens en un piso que era como viajar a 1947, que fue cuando lo decoró. La gente bien cuanto más decadente, más bien”, sentencia.

Conservado­s en champán satiriza sobre el feminismo, las políticas de género “o casi todo, en realidad”. Lo tiene perfectame­nte planeado: “Era demasiado joven y no sabía lo que escribía’, me defenderé cuando intenten cancelarme. Así, puede permitirse comentar que “las influencer­s que van de señoras pero se quedan embarazada­s de penalti a los 18 años… ¡Las niñas bien a esa edad abortaban en Londres! [risas]. Nos tomamos todo demasiado en serio, esto no es una sentencia, ni siquiera una opinión, solo pretendo hacer reír”. Aprueba en cambio que Victoria

Federica sea una estrella en Instagram. “La vi hace poco en la discoteca Liberty, en su cumpleaños, y muy bien. Me parece estupendo que sea influencer. Si la realeza quiere sobrevivir en España, tiene que ir por ese camino. Aunque me gustaba más cuando era ‘Victoria patín piti’. Googléalo. El humor es muy peligroso, porque no podemos evitar que algo nos haga gracia”, zanja mientras apura el whisky. “Como dice mi madre: ‘El humor es el remedio para un mundo enfermo”.

“Si la realeza quiere sobrevivir, tiene que ir por el camino ‘influencer”

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