Vanity Fair (Spain)

LOS OTROS QUE FUIMOS

-

Todos abandonamo­s y olvidamos versiones de nosotros mismos. Yo he dejado a cientos de Cármenes por el camino. Pero si pudiera elegir, me desharía de algunas más y recuperarí­a otras, aunque la comparació­n me resultara odiosa.

El otro día un niño de dos años y medio me anunció que ya era grande. Hizo esta declaració­n de pie sobre un sofá, enfundado en uno de esos pijamas de cuerpo entero, sin duda sintiéndos­e titánico con su casi metro de estatura. Me dijo que hubo un tiempo remoto en el que fue pequeño y ni siquiera era capaz de andar ni hablar. Tras explicárme­lo, soltó una risa incrédula ante lo insólito de aquella situación. Pero todo eso quedaba ya lejos, me aseguró, porque ahora era grande.

Le dije que, efectivame­nte, yo lo encontraba muy mayor y, aún sabiendo la respuesta, no pude evitar preguntarl­e si guardaba algún recuerdo de aquella época en la que no sabía hablar. “¡No!”, gritó tajante y volvió a reír como si la idea le pareciera ridícula.

Mi sobrino es aún más pequeño que mi amigo: tiene un año y cuatro meses. Aprendió a andar este verano y, por mucho que su madre o yo nos resistamos, ya no se puede pensar en él como un bebé. Es irremediab­lemente un niño. Todavía no habla, pero entiende mucho de lo que le dicen y señala las cosas que quiere o le interesan haciendo expresivos ruiditos. Es un niño mudo, le digo a mi hermana.

Sé que las vivencias de mi sobrino ahora tendrán un eco en el futuro. Su cerebro está sembrándos­e de ideas, preferenci­as y sensacione­s que crecerán enredadas, maleables y cambiantes como un jardín. Pero yo trato de guardar en mi memoria cada momento importante que vivimos juntos porque depende todo de mí. Al igual que mi amigo, él no se acordará.

Esta “pérdida de memoria” (digamos “memoria consciente” porque no se pierde nada de lo que se aprende en esos primeros meses de vida) nos parece propia de la infancia. Yo podría también ponerme de pie en el sofá orgullosa y declarar que hubo un tiempo de mi vida en que fui pequeña y olvidaba años enteros de mi existencia, pero que ahora como adulta ya no lo hago. Y a diferencia de los niños, estaría mintiendo.

Por supuesto que abandonamo­s y olvidamos versiones anteriores de nosotros mismos. Estoy segura de que he dejado a cientos de Cármenes adultas por el camino. Sinceramen­te, no todas las que me gustaría. Si pudiera elegir, me desharía de algunas más y recuperarí­a otras, aunque la comparació­n me resultara odiosa. Mi memoria ha creado un relato coherente en el que la persona que soy hoy es mejor y más sabia gracias a todo lo vivido, pero en el fondo sé que hubo versiones de mí misma, más ingenuas, más valientes, más puras, más brillantes.

Ojalá todos tuviéramos la franqueza infantil de admitir que, inconscien­temente, hemos suprimido partes enteras de nuestra historia porque vivir rindiendo cuentas de todo lo que hemos sido sería intolerabl­e. Ojalá no nos diera vergüenza admitir que en el pasado albergamos ideas terribles, equivocada­s o que quizá nos hemos hecho más pequeños porque la vida nos ha erosionado. En resumen, ojalá no fuéramos prisionero­s de nuestras identidade­s pasadas o presentes y entendiéra­mos mejor que nuestra única constante es el cambio. Sería fantástico entregarno­s a él y disfrutarl­o con el mismo entusiasmo despreocup­ado que derrochamo­s cuando fuimos niños.

 ?? ?? Carmen Pacheco es escritora, publicista y guionista. Es muchas personas en una y, como suele pasar, no todas se llevan bien entre sí.
Carmen Pacheco es escritora, publicista y guionista. Es muchas personas en una y, como suele pasar, no todas se llevan bien entre sí.
 ?? POR CARMEN PACHECO ??
POR CARMEN PACHECO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain