PERLAS y CANICHES
Cuando presentó sus memorias, la duquesa de Argyll recibió a una periodista en su casa de Mayfair. En el salón, tapizado en azul pálido y coral y decorado con muebles franceses y orientales y espejos venecianos, Margaret Campbell dio muestra de su indudable atractivo y de su particular ingenio, dos de las cualidades que la habían aupado a debutante del año en 1930 o distinguido como una de las 10 mujeres mejor vestidas del mundo. Fue una de las primeras en llevar el New Look de Dior, por ejemplo. “Todo el mundo se ha vuelto viejo y gordo. Ir desarreglado y ser poco atractivo está de moda”, decía en la entrevista en la que criticaba abiertamente Ascot o a la duquesa de Windsor y lamentaba la falta de clubes nocturnos en Londres. Margaret estaba acompañada por su caniche ciego, Alphonse, y lucía sus “joyas de día”: pulseras de oro, un broche de diamantes con un topacio y perlas. Rara vez se desprendía de su collar de tres vueltas. De hecho, era lo único que llevaba en la polaroid en la que aparece practicándole una felación a un caballero sin identificar, y que fue una de las pruebas que usó contra ella su segundo marido, el duque de Argyll, en su tormentoso divorcio. Un proceso durante el cual Margaret fue tachada públicamente de puta y llegó a ser reprobada por el juez por ser una “mujer completamente promiscua cuyo apetito sexual solo podía satisfacerse con varios hombres”. No Forget, que así se titula su libro, pasa por alto el escándalo; no así la segunda temporada de A Very English Scandal, protagonizada por Claire Foy y Paul Bettany. La serie debería aclarar la identidad del denominado “hombre sin cabeza”, pero también por qué esta mujer extraordinaria inspiraba canciones a Cole Porter o alternaba con Somerset Maugham. Last but not least: incuir perlas y caniches en cada escena.
Paloma Simón es Editora de Moda y Estilo de Vida de ‘Vanity Fair’.