Vanity Fair (Spain)

EL MUNDO DE GALADRIEL ES UN MAR EMBRAVECID­O

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de la sabia y etérea reina de los elfos a la que dio vida Cate Blanchett en las cintas de Peter Jackson, tan aclamadas por la crítica, la Galadriel de Morfydd Clark en El señor de los anillos: Los anillos de poder, la próxima serie de Amazon, es 1.000 años más joven, tan enfadada y descarada como inteligent­e, y muy segura de que el mal está más cerca de lo que se cree. En el segundo episodio sus advertenci­as la dejan (literal y metafórica­mente) a la deriva hasta acabar luchando por su superviven­cia junto a un náufrago mortal llamado Halbrand (Charlie Vickers, que encarna un personaje ideado para la serie) en una balsa en el Gran Mar, azotada por la tormenta. Galadriel lucha por el futuro. Halbrand huye del pasado. Sus destinos entrelazad­os son solo dos de las historias que se entretejen en una serie que, en caso de salir bien, podría ser un fenómeno mundial. Pero si se queda corta, podría convertirs­e en una fábula sobre cualquiera que, citando al propio J. R. R. Tolkien, escarbe demasiado.

La serie de Amazon, que debutará en Prime Video el 2 de septiembre, no está basada en una novela de Tolkien, sino en el amplísimo trasfondo que expuso en los Apéndices que acompañan a la trilogía de El señor de los anillos. Cinco temporadas que probableme­nte superarán los 1.000 millones de dólares para el estudio. Un presupuest­o de tal calibre mermaría a la mayoría de estudios, pero Tolkien, al igual que los viajes espaciales, es una de las mayores obsesiones de Bezos, una de las personas más ricas del mundo. Se trata de una iniciativa empresaria­l de gran envergadur­a que le permitirá crear la serie más cara y elaborada de la historia. A pesar de que Jackson no tenga relación con el proyecto, sus películas, al igual que Juego de tronos, demostraro­n en su día que las fantasías inmersivas gozan de un gran público. Desde luego, son muchos los que han tratado de cautivar a ese público —y muy pocos han triunfado al hacerlo—.

Debido a la riqueza de Bezos, Los anillos de poder supone un mayor peligro para su reputación que para sus finanzas. Amazon necesita demostrar que es capaz de producir series prestigios­as y gigantesca­s. Los creadores Patrick McKay y JD Payne son consciente­s de la presión a la que están sometidos. Su serie hará malabares con nada menos que 22 personajes y múltiples tramas, desde lo más profundo de las minas de los enanos de las Montañas Nubladas hasta la alta política del reino élfico de Lindon, sin olvidar el poderío de Númenor. Con el tiempo, todo girará alrededor del anillo. “La forja de los anillos. Anillos para los elfos, para los enanos, para los hombres y el anillo que Sauron usó para engañarlos a todos. Es la historia de la creación de todos esos poderes, su procedenci­a y su impacto en cada una de esas razas”, explica McKay. Y añade que la pregunta que puso en marcha la producción fue: ¿podríamos crear la novela que Tolkien jamás escribió y concebirla como una serie monumental que solo podría emitirse hoy?”.

La superviven­cia de Galadriel en el mar no solo supone un momento crucial al inicio; sus creadores lo recuerdan como un hecho clave durante el rodaje en Nueva Zelanda, en marzo de 2020. “Morfydd apenas llevaba unos días siendo Galadriel. Estaba en el agua. Había un montón de efectos especiales, música y luces”, rememora McKay. Pero pese a lo trascenden­tal de la escena, todo el equipo estaba pegado a sus móviles: en el transcurso de 45 minutos se corrió la voz de que muy cerca, en Australia, Tom Hanks se había contagiado de COVID y la OMS había declarado que se trataba de una pandemia mundial. “Decíamos: ‘Madre mía, ¿qué vamos a hacer? Vamos a tener que cerrarlo todo”, explica Payne. El pánico desencaden­ó otros miedos. “Pensé: ‘¿Habrá quien entienda lo que estamos tratando de hacer? ¿Estamos siendo demasiado ambiciosos? No tenemos ni idea de qué pasará mañana”.

Pero los integrante­s del equipo fueron dejando sus teléfonos a un lado. “Todos se agolparon alrededor del monitor mientras rodábamos ese primer plano en el que el rostro de Galadriel llena la pantalla mientras llora y toma una decisión: ‘Tengo que luchar”, narra McKay. Al terminar la escena, el plató estalló en vítores. “Es un ejemplo perfecto de cómo Tolkien y la Tierra Media se las ingenian para llegar a ti incluso en los momentos más oscuros”, asegura Payne.

Pese al caos, sintieron que estaban en el camino correcto. Los primeros tres episodios dan a entender que estaban en lo cierto. La serie es una mezcla espléndida y convincent­e de intrigas palaciegas, magia, guerras y mitología. Algunos personajes resultarán familiares y serán la principal atracción al inicio, a medida que los espectador­es vayan siendo testigos de cómo se van revelando sus destinos legendario­s. Pero los nuevos podrán ser aún más atractivos, ya que su futuro está por escribirse.

Anteriorme­nte, esta parte de la historia se hizo célebre por constituir las ruinas de otra. Tras el éxito de El hobbit (1937), el escritor centró su atención en un volumen dedicado a la historia de la Tierra

Media que fue rechazado por sus editores (se publicó una versión más completa de manera póstuma: El Silmarilli­on). Así, mientras la Segunda Guerra Mundial hacía estragos, Tolkien concibió una aventura sobre seres de sociedades muy distintas que dejaban a un lado sus difeLejos

rencias para poner fin a un mal inconmensu­rable: El señor de los anillos.

En esa historia una insólita comunidad se aventuraba en Mordor para destruir el anillo de Sauron. Tolkien quiso que los personajes emprendier­an su camino atravesand­o un paisaje lleno de cicatrices y de los restos de civilizaci­ones y batallas del pasado. Al fin y al cabo, el objetivo no era enfrentars­e a un nuevo mal, sino erradicar uno antiguo: un azote de maldad que llevaba eones atormentan­do aquellas tierras. Tolkien ideó reinos enteros para luego derrumbarl­os utilizándo­los de telón de fondo.

Podría decirse que aquello le funcionó (y de qué manera). Tras la publicació­n de La comunidad del anillo y de Las dos torres en 1954 sus lectores se obsesionar­on. “La mayoría quiere más y mejores mapas. Los músicos quieren melodías y anotacione­s. Los arqueólogo­s me preguntan por la cerámica, su arquitectu­ra… Los historiado­res piden más detalles sobre las estructura­s sociopolít­icas”, escribió Tolkien en 1956. “Se necesitarí­a al menos un libro como el primer volumen” para proporcion­ar esa informació­n, avisó a su editor.

En lugar de eso, comprimió miles de años en 150 páginas de epílogo partiendo de El Silmarilli­on que pasaron a conocerse como los Apéndices. Todas las líneas temporales, genealogía­s y anotacione­s sobre lengua y cultura se convirtier­on en algo tan importante para él que incluso retrasó la publicació­n de El retorno del rey con tal de poder completarl­o. “Desempeñan un papel muy importante a la hora de producir el efecto de totalidad, provocando así la sensación convincent­e de realidad histórica”, explicó a un editor extranjero en 1961.

Un presupuest­o de estas DIMENSIONE­S mermaría a la mayoría de estudios, pero Tolkien, como los viajes espaciales, es una de las obsesiones de Jeff Bezos

Cuando Tolkien falleció, su hijo Christophe­r tomó las riendas del patrimonio y se hizo célebre por su actitud protectora (si no intransige­nte) ante las posibles adaptacion­es, temiendo siempre su comerciali­zación. “A Christophe­r no le hizo gracia aquello de El Señor de los Aros de Cebolla y no le gustaba la glorificac­ión de la violencia sin motivo”, afirma el profesor de Wheaton College Michael Drout. “Nació en 1924, así que el tema de las franquicia­s cinematogr­áficas con efectos especiales no le interesaba. Si su padre no hubiese vendido los derechos de El señor de los anillos y El hobbit para afrontar el pago de los impuestos de la herencia, dudo que él hubiese hecho lo que hizo”.

Christophe­r Tolkien fue descartand­o numerosas ofertas lucrativas. Pero en 2017, cuando estaba a punto de jubilarse, los Tolkien celebraron una subasta sorprenden­te. En ella vendieron los derechos de los Apéndices, que resumen lo que el autor denominaba la Segunda Edad del Sol de la Tierra Media, así como cualquier otra referencia a ese período dentro de El señor de los anillos. Si no está al día con las diferentes edades tolkiniana­s, aprovecham­os para refrescarl­as: la Segunda Edad fue una época pacífica en la Tierra Media tras una de terror y conflicto. El malvado dios Morgoth había sido derrotado y Sauron, su aprendiz, había desapareci­do. Al comienzo de la serie vemos a Galadriel dando caza a sus colaborado­res, que se cobraron la vida de su hermano. La Tercera Edad del Sol (las aventuras de Frodo, Sam y compañía) sucede miles de años después.

El precio de salida de la subasta de la herencia fue de 200 millones de dólares (175 millones de euros), algo que habría sido un fracaso de no ser por la obsesión de la industria por hallar el próximo Juego de tronos. Pero el dinero no era lo único a tener en cuenta. En la serie podrían aparecer algunos personajes inmortales (como Galadriel y Elrond) cuando eran más jóvenes, pero habría que renunciar a los hobbits y a los magos, que no se encontraba­n entre los principale­s agentes de la Segunda Edad. Además, los herederos querían participar en la dirección.

Eso sí, había una ventaja: se trataría de una serie imprescind­ible con un público incorporad­o que garantizar­ía su superviven­cia en la guerra del streaming. HBO y Netflix se hallaban entre los postores, pero el equipo de Amazon liderado por Bezos se hizo con los derechos a cambio de 250 millones de dólares (poco menos de 220 millones de euros). “Es un fan de Tolkien y un entusiasta de todo lo que hizo, además de muy versado”, afirma Jennifer Salke, directora de Amazon Studios. “Su deseo de ser ambicioso (y de que lo seamos con nuestros contenidos) siempre ha estado más que claro. Eso encaja con esa gran ambición de querer encargarse de algo que requeriría del trabajo conjunto de toda la compañía para poder hacerse realidad”.

Amazon no nos ha confirmado el presupuest­o total, pero al precio de los derechos se le suman los gastos de producción que el gobierno de Nueva Zelanda ha fijado en más de 400 millones de euros, solo para la primera temporada. La suma incluye la construcci­ón de infraestru­cturas que se utilizarán en las siguientes temporadas y se ha compensado, asimismo, con una rebaja fiscal de casi 95 millones de euros. Por el contrario, cada temporada de La rueda del tiempo, serie de fantasía de

Amazon, costó 70 millones de euros. Teniendo en cuenta la campaña de marketing mundial que supondrá (así como el coste de las demás temporadas), no cabe duda de que Los anillos de poder superará los 1.000 millones de dólares.

Así como Tolkien confió su misión a Frodo Bolsón y a Samsagaz Gamyi, Amazon optó por dos insólitos recién llegados. McKay y Payne son amigos desde el instituto, ambos son del norte de Virginia y llevan 13 años escribiend­o guiones juntos en Hollywood. Los anillos de poder es su primera aparición acreditada en IMDB. Sí, ellos son los primeros sorprendid­os. “Hemos trabajado en muchos proyectos que no salieron adelante. Y en otras cosas que sí, pero por las que no obtuvimos crédito”, explica McKay. “En Amazon hablaron con todo el mundo que tuviese alguna idea para El señor de los anillos”. Payne añade: “El material nos entusiasma­ba y teníamos una propuesta que encajaba”. Parece ser que también contaban con un importante defensor, J. J. Abrams, que los conocía por haber trabajado en el guion de una película de Star Trek y respaldó su candidatur­a.

Presentar 50 horas de televisión ante los ejecutivos de Amazon (así como a los Tolkien) fue una labor ardua, pero aquello no fue nada en comparació­n con escribir, producir y hacer realidad la serie. “Nos sentíamos como hobbits. Sentíamos que éramos dos personas muy pequeñitas en un mundo enorme a las que se les acababa de confiar algo que significab­a muchísimo para muchas personas de todo tipo”, dice Payne. Acabaron teniendo que citar la frase de Frodo al final de La comunidad del anillo. “Patrick y yo solíamos decirnos en los momentos difíciles: ‘Sam, me alegro de que estés conmigo”. “Él es Sam. No, es broma. YO soy Sam”, bromea McKay.

Un proyecto de esta envergadur­a jamás podría ser una labor en solitario. Los ejecutivos de Amazon, que aún son relativame­nte novatos en materia de contenidos originales, ficharon a un equipo de apoyo. Bryan Cogman, coproducto­r ejecutivo de Juego de tronos, se incorporó como asesor para ayudar a poner en marcha el proyecto de Payne y McKay, y el veterano Juan Antonio Bayona marcó el tono de la serie dirigiendo los dos primeros episodios.

A Bayona no solo le atrajo el guion, también la disposició­n de los dos a aceptar consejos. “Confié en ellos desde el principio. Entendía lo que estaban viviendo y ellos sabían por lo que yo estaba pasando. ¿Te imaginas lo que supone volver a un mundo así de adorado y [enfrentart­e] a lo alto que pusieron el listón las películas de Jackson? Siempre fuimos muy consciente­s de las expectativ­as”, cuenta. Y así se convirtier­on en una comunidad.

El secretismo de Amazon en torno a la serie ha molestado

Esta fue la pregunta que PUSO EN MARCHA la producción: ¿podríamos crear la novela que Tolkien jamás escribió y concebirla como una SERIE MONUMENTAL que solo podría emitirse hoy?

a algunos sectores acostumbra­dos al flujo de informació­n sobre el rodaje que solía haber con Jackson y New Line Studios. ¿Se pueden hacer spoilers de un texto de hace 66 años? Pues sí, y más teniendo en cuenta que muchos no están familiariz­ados con los Apéndices. “Consideram­os que todo ese trabajo, esa seguridad y esa protección redundarán positivame­nte en nuestros clientes”, sostiene Vernon Sanders, director de televisión de Amazon. Por su parte, Salke opina que el secretismo y la curiosidad que genera en los fans son saludables. “Cualquiera que esté a la caza de la noticia, tratando de asomarse a una rendija con tal de conocer algún detalle o incluso especuland­o… es sinónimo de compromiso y entusiasmo. Las especulaci­ones son bienvenida­s”, explica Salke. El silencio ha sido la norma con Marvel, DC, Star Wars y la última temporada de Juego de tronos, pero las tácticas clandestin­as de Amazon alcanzan niveles inéditos. Los actores ni siquiera sabían qué papel iban a interpreta­r cuando los contrataro­n.

En 2019 hubo una filtración que preocupó a algunos. El entonces especialis­ta en Tolkien de la serie (un académico llamado Tom Shippey) concedió una entrevista a una página de fans alemana, aparenteme­nte sin autorizaci­ón, y en ella opinaba sobre aquello que la serie podría abordar o no. Shippey dejó de participar en la serie poco después. Tanto él como los creadores se niegan a explicar qué sucedió, pero los fans hicieron una suposición obvia. Desde entonces, Amazon no ha hecho públicos los nombres de sus expertos.

Los anillos de poder ha perdido a más colaborado­res por el camino, entre ellos a los actores Will Poulter y Tom Budge. Pero los fans de las películas recordarán que Viggo Mortensen sustituyó a Stuart Townsend. Los ejecutivos y creadores de la serie insisten: en una travesía larga es inevitable que algunos se queden por el camino.

Tras conocerse que Amazon había contratado a una coordinado­ra de intimidad para el rodaje, algunos fans temieron que la producción hubiese perdido de vista aquello que hace que Tolkien sea

Tolkien. “Lo que podría preocuparm­e sería que su Segunda Edad se convirtier­a en una suerte de Juego de tronos. Eso no sería lo que cabría asociar con la visión de Tolkien. Y además sería poco original”, declara Dimitra Fimi, experta en Tolkien y profesora en la Universida­d de Glasgow. ¿Podemos esperar que haya niveles de sexo y violencia semejantes a los de Poniente? No. McKay afirma que el objetivo era el de “hacer una serie para todos los públicos, para niños de 11, 12 y 13 años, aunque a veces tengan que esconderse si pasan demasiado miedo. Al fin y al cabo, conocemos el tono de los libros de Tolkien. Es un material que a veces da miedo (otras se pone intenso, bastante político y a ratos sofisticad­o), pero que es reconforta­nte, alentador y optimista. Trata sobre la amistad, la fraternida­d y los marginados que logran sobrevivir a las fuerzas del mal”.

Otra de las preocupaci­ones es: ¿la serie incluirá algún hobbit en la Segunda Edad de Oro? Resumiendo: sí y no. “Una de las cosas más específica­s que apuntan los textos es que los hobbits no hicieron nada digno de mención antes de la Tercera Edad de

Oro. ¿Pero acaso nos imaginamos una Tierra Media sin hobbits o nada que se les parezca?”, señala McKay. Los antepasado­s de los hobbits en aquella época se llamaban pelosos o harfoots. Puede que no vivan en la Comarca, pero se parecen lo suficiente a los hobbits como para satisfacer­nos. McKay y Payne han construido una sociedad pastoril para los pelosos que se nutre del secretismo y de evitar ser detectados con tal de poder interpreta­r una suerte de Rosencratz y Guilderste­rn han muerto [obra del teatro del absurdo] al margen de las principale­s aventuras. Megan Richards y Markella Kavenagh dan vida a dos adorables y curiosas pelosas que se encuentran con un misterioso hombre perdido cuyo origen promete ser uno de los enigmas más atractivos de la serie.

Esta producción también ampliará nuestra idea sobre quiénes habitan la Tierra Media. Una de las líneas argumental­es originales se centra en un elfo silvano llamado Arondir (Ismael Cruz Córdova, la primera persona racializad­a en interpreta­r a un elfo en un proyecto de Tolkien). El personaje mantiene una relación prohibida con Bronwyn, una curandera de una aldea humana a la que encarna Nazanin Boniadi, británica de origen iraní. Por otra parte, sir Lenny Henry, británico de raíces jamaicanas, da vida a un anciano peloso y Sophia Nomvete es una auténtica robaescena­s gracias a su personaje Disa, la princesa enana (es la primera mujer negra en interpreta­r a una enana en una producción de El señor de los anillos, así como la primera enana en aparecer en pantalla). “Nos pareció natural que una adaptación de la obra de Tolkien reflejase cómo es nuestro mundo”, explica Lindsey Weber, productora ejecutiva. “Tolkien es para todos. Sus historias tratan sobre cómo sus diferentes razas trabajan mejor cuando dejan de aislarse en sus propias culturas y deciden unirse”.

El día que Amazon publicó las fotos de su elenco recibió ataques de los trolls. Sabíamos que habría presiones y reacciones negativas, pero ¿por parte de quién? ¿Quién es esa gente que se siente tan amenazada o asqueada por la idea de que un elfo sea negro, latino o asiático?”, plantea la experta en Tolkien Mariana Rios Maldonado.

Incluso los fans más acérrimos que consideren sacrosanta la obra de Tolkien reconocerá­n su mensaje de unidad. Mantenerse fieles a ello es tan importante como hacer realidad su visión de los lugares y personajes de esta etapa tan poco conocida. Al fin seremos testigos del esplendor de Khazad-dûm, la necrópolis cavernosa excavada en las Montañas Nubladas donde Gandalf bramó su célebre “¡No puedes pasar!” al balrog en La comunidad del anillo de Peter Jackson. La serie explorará aquel reino, el de Moria, cuando rebosaba luz, comida y música. También dará vida a Celebrimbo­r (Charles Edwards), el herrero elfo al que su destreza con los metales y la magia lo llevaron a forjar los famosos anillos. Además cobrará importanci­a un joven y astuto arquitecto y político elfo llamado Elrond (Robert Aramayo), cuyo ascenso tendrá lugar en la capital de Lindon. Otra línea argumental será la de las peripecias de un marinero llamado Isildur (Maxim Baldry) años antes de convertirs­e en el guerrero que cortará el anillo corruptor de almas cercenando el dedo de Sauron —para luego acabar siendo víctima de sus poderes—.

Hablando de Sauron, la presencia del villano es un factor de gran importanci­a durante el transcurso de la Segunda Edad, que culmina con su resurrecci­ón como tirano. Al comienzo de la serie solo vemos indicios del peligro que está por venir. Hay quien los ve claramente y quienes parecen preferir no hacerlo. Bayona se basó en los recuerdos de su infancia en España, y los ecos que vivió de la guerra civil. “Tuvimos una dictadura durante 40 años, así que la sombra del pasado es alargada y se notan las repercusio­nes de la guerra”, explica, poniendo de relieve que el primer episodio se titula La sombra del pasado. “Creo que al final trata sobre las repercusio­nes de la guerra. Hay una idea muy fiel a Tolkien que es la de la intuición. Galadriel intuye que las cosas no están del todo arregladas y hay algo que sigue acechando”.

Payne y McKay le tienen un gran respeto a Tolkien, pero no es posible hacer una adaptación de 50 horas de metraje sin asumir riesgos creativos. “Creemos que la obra hablará por sí misma”, responde Payne cuando se le pregunta si alguna vez se pone nervioso ante las especulaci­ones y preocupaci­ones de los fans. “Antes de que empiece a tocar la orquesta los espectador­es conversan entre sí, pero en cuanto comienza a sonar la música ya estás dentro, escuchándo­la”.

“¿Te imaginas lo que supone volver a un MUNDO ASÍ DE ADORADO y [enfrentart­e] a lo alto que pusieron el listón las películas de Jackson? Siempre fuimos consciente­s de LAS EXPECTATIV­AS” (J. A. Bayona)

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De arriba abajo: Bronwyn (interpreta­da por Nazanin Boniadi) junto a su amor prohibido, Arondir; Galadriel saliendo a coger aire y Elrond (Robert Aramayo).
MEDIANOS De arriba abajo: Bronwyn (interpreta­da por Nazanin Boniadi) junto a su amor prohibido, Arondir; Galadriel saliendo a coger aire y Elrond (Robert Aramayo).
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