Vanity Fair (Spain)

DE CUANDO ME ENCONTRÉ A PENÉLOPE Y LLORÉ ENTRE BRAGAS BARATAS

- POR ÁNGELES CABALLERO

Son dos escenas de dos viajes a Nueva York, la ciudad que mejor conozco después de Madrid. Pero cada una me recuerda lo cerca que he estado de rozar el glamour con mis propias manos.

Me he sentido pocas veces cerca del glamour. Un concepto lejanísimo durante los años que veraneé en Alicante y para soportar la playa y la humedad me compraba una revista que criticaba a mujeres guapas y famosas. Era uno de mis pasatiempo­s favoritos, leer los bocadillos de aquellas páginas y comprobar que las estrías no campaban por sus anchas solo en mis blanquísim­os muslos. Yo era una mujer en busca de aire acondicion­ado que soñaba con el frío en mi rostro y que, mientras tanto, sobrevivía a base de args y vino blanco. No es una época de la que me sienta especialme­nte orgullosa, pero conservo buenos chistes y un posgrado en sociología levantina. Es más que suficiente.

Pero hay veces que lo rozas con las manos. Era primavera y yo paseaba sin rumbo por Nueva York, la segunda ciudad que mejor conozco después de Madrid. Mientras esperaba a que mi hermana saliera de trabajar de su despacho situado justo enfrente del Radio City Music Hall, sentía que aquel entorno me pegaba muchísimo y que era bastante más guapa y glamurosa de lo que me mostraba el espejo cada mañana.

Y la vi. Mirando un escaparate de una joyería cercana a la catedral de Saint Patrick. La reconocí por el pelo y la llamé por su nombre con la voz temblorosa: “¡Penélope!”. Ella se giró y me topé con un rostro sublime. “Perdona no te quiero molestar pero si me pudieras firmar un autógrafo para mi marido que le gustas muchísimo ay si estuviera aquí le da algo eres muy guapa gracias”, dije. Saqué la libreta y el boli que llevo siempre en el bolso por si acaso el periodismo asoma o para escenas lamentable­mente ejecutadas como esta. Ella sonrió y me dijo que yo también lo era. Ese autógrafo ha sobrevivid­o a mudanzas y desgastes y desde entonces cuento que Penélope

piensa que soy guapa para gran guasa de mis hijos.

La última vez que respiré algo parecido estaba en la misma ciudad con una amiga. Ella quería comprar bragas baratas en Victoria’s Secret y me pareció el plan perfecto para compensar los 20 dólares que nos habíamos dejado en dos copas de vino en la azotea del hotel Peninsula. Y la vi. Esta vez eran una melena pelirroja, una piel nívea y unas enormes gafas de sol negras. Jessica Chastain caminaba del brazo de otro guapo a rabiar y pasó por nuestro lado ignorando nuestra presencia y la de cualquier otro ser humano a 150 metros de distancia. Pero esta vez la fascinació­n duró poco. Mi amiga quería renovar su cajón de ropa interior y yo en este viaje no me sentía ligera. Mi padre se estaba muriendo y la pena se pegaba a la piel más que la humedad de Alicante y Nueva York juntas. Mientras ella removía prendas en desorden me acordé de que la primera vez que pisé Manhattan fue con él y las risas que nos pasamos para que aprendiera a decir coffee y sugar. Recodé su gesto de orgullo cuando apareció con su ristretto en la mano sin necesidad de traductora. Si el glamour fuera actitud, ese día papá lo tuvo todo.

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Penélope Cruz y Tom Cruise rodando una escena de Vanilla Sky
en 2001.
ACCIÓN! Penélope Cruz y Tom Cruise rodando una escena de Vanilla Sky en 2001.

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