Vanity Fair (Spain)

LA ELEGANCIA Y SER ELEGANTE

La elegancia no es estética, más bien es una forma de estar, de ser, de mirar, de comportars­e, de sonreír, de hablar, de sentarse, de pagar, de querer, de andar, de perdonar… De vivir, en suma.

- POR JESÚS TERRÉS

La elegancia es un espejo, lo tengo cada día más claro. Un espejo en el que cada uno vemos reflejado lo que proyectamo­s, lo que anhelamos o detestamos desde esa profundida­d insondable que son nuestros conflictos no resueltos. Nuestras mierdas, vaya. La teoría del espejo de Jacques Lacan viene a decir que la construcci­ón de nuestra identidad se produce a través de la percepción de uno mismo en los demás, es decir: lo que ves en los demás dice mucho más de ti de lo que piensas; así que cuando vas depositand­o alegrement­e juicios: “Qué elegante ese tío con sus pantalones de lino”, “¿Cómo puede ir vestida así a una boda?”, “Está demasiado operada, qué mal lleva el paso del tiempo”, “Grace Kelly sí que era una estrella”… no estamos hablando tanto de ellos como de nosotros. De nuestros deseos y nuestras fobias, de las cosas que aceptamos de nosotros mismos y de las que no, pero es que siempre es más fácil plantarlas en el otro. Lo difícil es mirar dentro.

Ser elegante no tiene nada que ver con la elegancia y eso lo tienen clarísimo dos mujeres que admiro mucho, Milena Busquets y Marta D. Riezu, estupendas escritoras. Pero todavía me gusta más cómo piensan. Para Milena, “un hombre elegante sabe remangarse la camisa, literal y figurativa­mente. Un hombre elegante no se hace selfies. Un hombre elegante no lleva joyas y tiene sentido del humor. Albert Camus, Samuel Beckett, Miguel Delibes, Ernest Hemingway y Vladimir Nabokov eran hombres elegantes”. Riezu ha hecho suyo un mantra que además es una declaració­n de intencione­s tremenda: “La anécdota es conocida. Preguntaro­n a Cecil Beaton qué es la elegancia y respondió: ‘Agua y jabón’. Que es lo mismo que decir: lo elegante es lo sencillo, lo útil, lo de toda la vida”.

La elegancia no es estética, más bien es una forma de estar, de ser, de mirar, de comportars­e, de sonreír, de hablar, de sentarse, de pagar, de querer, de andar, de perdonar… De vivir, en suma. Ese vecino que sabe dar las gracias cuando le sostienes la puerta a la vuelta de la compra con bolsas del mercado y te saluda mirándote a los ojos es elegante. Tom Hardy rescatando un perro (y quedándose­lo, ahora su papá es Tom) durante el rodaje de Lawless junto a Jessica Chastain es tremendame­nte elegante — y atractivo, también—. Las declaracio­nes de la ministra Sanna Marin tras irse de farra —sin echar balones fuera y sin culpar a nadie— son elegantes. Esas señoras que se reúnen cada tarde en una de las plataforma­s del fondo en la cala de Alcaufar en Menorca con sus sillas plegables, sus revistas y sus vestidos de colores son elegantísi­mas. El pescador que planta el cartel en la puerta de su casa (justo detrás de esas señoras) con “Estoy pescando” escrito de su puño y letra en una tablilla de madera para que lo sepan sus vecinos es elegante. Quien se entrega a la ostentació­n casi nunca es elegante. Paul Newman compartien­do parte de su salario con Susan Sarandon para equilibrar la brecha salarial en Al caer el sol es elegante. Paul Newman no presumiend­o de ello es imposible que sea más elegante. Querer hacer el mundo mejor es elegante. Casi todo lo demás es cosmética.

Jesús Terrés siempre manda sus ‘newsletter­s’ del n de semana con el segundo café. En la redacción eso nos parece elegante.

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ELEGANCIA EN LA MADUREZ Ernest Hemingway, paradigma de la elegancia para Milena Busquets.

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