EL GRAN HOTEL… CONCEPTUAL
Sus hoteles poco tienen que ver con el estilo tradicional ibicenco porque a Diego Calvo le gusta diferenciarse. El arte y la estética de los setenta marcan a este empresario con pinta de estrella del rock al que ya se conoce como el rey de la otra Ibiza.
No se dejen engañar por su tupé, sus camisas coloridas y su aire de estrella del rock, Diego Calvo (Ibiza, 1980) es uno de los empresarios hoteleros más exitosos de Baleares y no el líder de una banda de música. Dicen que es el rey de la otra Ibiza, esa que para él significa “desayunar unas tostadas en Es Pins en San Lorenzo y terminar bailando rock en Rock Nights en el Hotel Pikes”, explica a Vanity Fair. Su primer hotel conceptual, Santos, nació en 2013 y hoy tiene siete —el último, Grand Paradiso, abrió este verano—. “Todo surgió en una servilleta manchada de vino tinto con mi amigo de la infancia Tallyn Planells —exdirector de la discoteca Privilege— y aquí seguimos, ahora también con Marc Rahola, con el que queremos llevar al grupo a una nueva pantalla del videojuego”. Su último proyecto es un espectáculo para los sentidos.
“En la o icina me llaman ‘el martillito’, pero la perseverancia es clave”
“Grand Paradiso es la unión de una arquitectura art déco con el cine. El universo de Wes Anderson nos inspiró mucho”. La sala de cine es uno de los grandes alicientes de este alojamiento, pero también el Caduzzi, un Cadillac rosa reconvertido en jacuzzi, uno de esos objetos de deseo que obsesionan a Calvo. “Nos gusta generar un elemento rompedor en cada hotel. Ya habíamos hecho una capilla para casarse en Romeos. Pero lo más loco siempre está por venir”. Se formó en Hostelería y trabajó para cadenas como Marriott hasta levantar su propio grupo.
Pero de niño tenía otros planes en su cabeza. “Soñaba con ser Kevin Arnold en Aquellos maravillosos años, estaba enamorado de Winnie Cooper”, bromea. “Mi cuarto de adolescente estaba empapelado con recortes de Gabriela Sabatini, Loquillo y Willy Deville, y con 13 años compraba casetes de Los Rebeldes o Burning, aunque
tuve mi etapa grunge. Luego me corté la melena y me dejé patillas y tupé”, añade divertido. Esos gustos adolescentes se convirtieron en parte de su bagaje cultural. “Me inspiran desde el barrio de South Beach en Miami a las películas de David Lynch, Almodóvar o Tarantino, la arquitectura de Bofill, el mobiliario de Verner Panton…”. Curiosamente, algunas de sus creaciones recuerdan a Palm Beach, pero nunca ha visitado California ni el mítico hotel Chateau Marmont, al que espera ir en febrero. “Volveré con una cámara llena de ideas”. Por sus siete ‘casas’ han pasado famosos de medio mundo (le hubiera gustado recibir a Elvis y Priscilla Presley) y en las fiestas que organiza en la isla desde hace 17 años, las Rock Nights, han bailado Kate Moss y Marky Ramone. “Esta temporada estará tatuando en Paradiso Mark Mahoney, el tatuador de Johnny Depp y Brad Pitt”, nos adelanta en primicia. Diego tuvo una infancia nómada. Vivió en Sierra Leona o Nicaragua, ya que sus padres, un ginecólogo y una sexóloga, se movían mucho por trabajo, y luego pasó por Londres y Barcelona. Pero Ibiza es donde es feliz. Allí vive con sus dos hijas y su novia, la periodista Laura Martínez, en una increíble casa llamada Villa Carmelita —como la de Cher y Sonny Bono—, que bien podría ser el escenario contemporáneo de una fotografía de Slim Aarons (del que tiene varias obras), y colecciona coches clásicos y camisas hawaianas y de estilo wéstern (tiene más de 400). “Son una obsesión, las envaso al vacío porque ya no me queda espacio para guardarlas”, ríe. Amante del diseño, del rock (hizo un cameo en un vídeo de los Rolling Stones) y de la cultura de los sesenta y setenta, Diego Calvo ha revolucionado la escena ibicenca (“Mi madre me llama ‘gota malaya’ y en la oficina me dicen ‘el martillito’, soy muy pesado, la perseverancia es clave para conseguir lo que deseas”), pero aún le queda mucho por crear. “Mi objetivo es abrir un hotel en la ciudad y marcar la diferencia como lo hemos hecho en el sector vacacional”.