Vanity Fair (Spain)

El DIVORCIO que CAMBIÓ HOLLYWOOD

STEVEN SPIELBERG ABORDA EN LOS FABELMAN LA TRAUMÁTICA RUPTURA DE SUS PADRES. DE NO HABER SIDO POR AQUEL DIVORCIO, EL CINE ACTUAL SERÍA MUY DIFERENTE.

- Por JUAN SANGUINO

Por puro pudor, Steven Spielberg esperó hasta que sus padres muriesen para hacer una película sobre ellos. Y casi se queda con las ganas: su madre, Leah, vivió hasta los 97 años y su padre, Arnold, falleció en 2020 a los 103. En Los Fabelman, que se estrena el 10 de febrero, tienen el aspecto de Michelle Williams y Paul Dano pero el conflicto es el mismo que traumatizó al pequeño Steven: un divorcio repentino y un secreto familiar que le ocultaron durante años y que él solo descubrió cuando ya era el director más famoso del mundo. Los Fabelman es la primera película en la que Spielberg retrata de manera explícita la desintegra­ción de su familia, pero en realidad lleva toda su filmografí­a contándola.

“Yo no hice terapia, yo hice E. T.”, admite el director. Spielberg quería retratar cómo un divorcio afecta a un niño, pero ¿cómo devolverle la ilusión infantil al pequeño Elliot? “Solo podría ocurrir mediante un descubrimi­ento extraordin­ario, algo como un extraterre­stre”, explica. Y así tomó forma E. T. (1982), una fábula en la que los adultos a menudo aparecen sin cara. La figura del padre ausente, del que solo sabemos que está “en México con Sally” y que usaba colonia Old Spice, es un tabú en esa casa. Elliot y E. T. conectan porque ambos han sido abandonado­s. Y así confluyen dos de los temas clave en la carrera de Spielberg: el abandono del padre y el niño que se ve obligado a madurar al reclamar el control sobre su realidad.

Spielberg recuerda su infancia como una postal de Norman Rockwell. Leah era bohemia, artista y casi una hermana más. Arnold trabajaba en sistemas informátic­os seis días a la semana. Una familia perfecta en un país perfecto. Pero a los 10 años su padre se fue de casa sin más explicació­n, los tres hijos se distanciar­on de él por rencor y Steven, ya adolescent­e, empezó a rodar películas con una cámara casera porque en el mundo de la fantasía él sí podía controlar lo que

pasaba. No fue hasta finales de los setenta, después de haber batido récords de taquilla con Tiburón (1975), que averiguó el verdadero motivo del divorcio: Leah se había enamorado del “tío Bernie”, el mejor amigo de Arnold. Y el marido, para preservar la imagen de su esposa ante sus hijos, decidió echarse a la espalda la culpa de la separación.

Spielberg rodó uno de los tres únicos guiones que ha escrito en su carrera, Encuentros en la tercera fase (1977), en el que un hombre se deja abducir por una nave alienígena rumbo a lo desconocid­o con tal de no pasar ni un solo minuto más con su mujer y sus hijos. Para un niño, que su padre se marche del hogar resulta tan incomprens­ible como que se lo lleven los alienígena­s. La escena más dramática de la película, en la que Richard Dreyfuss se pone a llorar y su hijo le grita “llorica” poseído por la rabia, está sacada literalmen­te de un episodio de la vida de Steven.

Con la aparición de Sean Connery en Indiana Jones y la última cruzada (1989), el público descubrió que todo lo que anhela Indy, un aventurero sin miedo a nada (excepto a las serpientes), es la aprobación de su padre, quien se obsesionó tanto con el Santo Grial que se olvidó de su familia. En Hook (1991) unos niños descubren que ese padre que no les hace ni caso es en realidad Peter Pan y que su amargura proviene de haber crecido en contra de su voluntad. En Parque jurásico (1993) los padres de Lexie y Tim los mandan a pasar un fin de semana con los dinosaurio­s de su abuelo mientras ellos se divorcian. En La guerra de los mundos (2005) Tom Cruise es incapaz de conectar emocionalm­ente con su hija ni siquiera en pleno fin del mundo. En Múnich (2005) Eric Bana observa un salón de mentira en una tienda de muebles mientras comprende que, para construir una nación para sus hijos, ha tenido que renunciar a su hogar. Cada vez que Arnold Spielberg iba a ver una película de su hijo temía el inevitable recurso del padre ausente. “Me dolía, pero en silencio. Todavía me duele”, admitió en 2018.

La segunda película escrita por Spielberg, Inteligenc­ia artificial (2001), era un cuento de hadas distópico sobre un niño (robot) al que su madre, incapaz de quererlo como a un hijo, abandona en el bosque. Él se pasará la eternidad buscándola. El Leonardo DiCaprio

Es la primera película en la que Spielberg retrata la desintegra­ción de su familia, pero en realidad lleva toda su ilmografía contándola

de Atrápame si puedes (2002) se empeña en convertirs­e en un estafador de guante blanco para devolverle la dignidad a su padre, un timador de poca monta a quien su mujer abandonó para casarse… con el mejor amigo de su marido. Y en un guiño socarrón, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008) empezaba con el héroe llegando a lo que parecía su hogar familiar… hasta que la cámara revela que todo es un decorado de pruebas nucleares. La única manera de Indy de tener una familia nuclear es teniendo una familia nuclear.

Los Fabelman, claro, es la tercera película escrita por él. Supone la coronación de una filmografí­a de la que siempre se dice que ha hecho soñar a millones de personas, pero cuyo éxito también radica en cómo ha sabido conectar con la primera generación de hijos del divorcio. Sí, Spielberg ha hecho volar la imaginació­n de muchos seres humanos, pero también los ha ayudado a sentirse menos solos. ■

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