Vanity Fair (Spain)

¿CUÁNTAS COMIDAS NOS QUEDARÁN?

No sabemos la vida que nos espera (eso es imposible), pero sí que cada ratito hay que celebrarlo porque no tenemos más que eso, porque no sabemos qué narices pasará mañana.

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N“Nos quedan, a lo sumo, 100 comidas juntos”. Creo que cuando me lo dijo Alberto, no lo entendí bien. Estábamos, eso sí lo recuerdo nítidament­e, sentados en torno a una mesa en Casa Carmela. Una vez al año, cuando llega el frío, él se pilla un AVE para comer juntos en Navidad; viene, comemos y se vuelve. Es relativame­nte nueva esta tradición, no tiene más de dos (a lo mejor tres) años; pero es lo bonito de las (nuevas) tradicione­s, que podemos hacerlas nuestras, sembrar nuestro jardín con ellas, depositar con cariño las semillas entre los surcos, notar la tierra cubriendo de futuro tus manos, regar despacito cada momento. Pequeñas raíces al principio, irán germinando lento, casi sin darte cuenta, hasta que un día —dentro de mucho— esa tradición “llegue a ser tan grande como un árbol, y hasta los pájaros harán nidos en sus ramas”. Ojalá.

Lo imagino andando abrigadito, las manos en los bolsillos de la parka, entrando en la estación de Chamartín. Llevará un par de libros en su mochila color teja, yo bajaré dando una paseo por la playa, nos daremos un abrazo frente al mar, frente a la playa de la Malvarrosa. Hace poco aprendí que el nombre de este barrio marinero se debe al color del cielo “a cap vespre”, cuando atardece: malva y rosa. Entramos pronto en el restaurant­e, que este año sopla 100 velas, la mantelería todavía impoluta, el olor (inconfundi­ble y atávico) de la leña de naranjo ardiendo en la cocina. El humo impregnand­o de verdad el cielo. Pedimos unos calamares, gamba roja de Dénia, dos paellas tradicione­s de pollo y conejo para dos (ajá), él un tinto y yo un blanco. Siempre (siempre) brindamos. Además de celebrar que aquí seguimos, aprovecham­os la tarde para trabajar, me gusta ver la mesa llena de apuntes, notas de lo que un día será.

CUANDO LLEGA EL FRÍO, ÉL SE PILLA UN AVE PARA COMER JUNTOS EN NAVIDAD; VIENE, COMEMOS Y SE VUELVE

Hablamos de los temas que quizá tratemos en la tercera temporada de Decir las cosas, el pódcast sin miedo al tabú que creamos desde Vanity Fair para Gran Meliá, decimos medio en broma (toda pequeña broma esconde una gran verdad) que en realidad lo hacemos para vernos, pero no es cierto. Imagino que el verdadero anhelo es ser una enredadera de cosas bonitas, regalar (y por lo tanto regalarnos) razones para mirar el mundo con hambre, con ganas, con esperanza. Yo la tengo. Uno de los temas se me clava bien dentro: “¿Has pensado alguna vez que nos quedan, a lo sumo, 100 comidas juntos?”. Lo dice sin ápice de tristeza, son tan solo números, matemática­s, tengo 46 años, a lo mejor esta es una de esas 100 comidas. Nos quedarán entonces noventa y nueve. Ese es el mejor escenario, sin enfermedad, sin distancia, sin frío. No sabemos la vida que nos espera (eso es imposible), pero sí que cada ratito como este hay que celebrarlo porque no tenemos más que eso, porque no sabemos qué narices pasará mañana. Buscar incansable­mente la belleza, tener siempre tiempo para quien te quiere, escuchar con el corazón. Vuelvo a casa, pronto anochecerá, lo hago leyendo en el móvil uno de sus últimos artículos, subrayo una frase, “me digo si no será este el mejor momento de todos los que quedan”. No tengas ninguna duda, amigo mío. Este lo es.

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En su tradiciona­l comida nunca falta la paella de pollo y conejo.
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Considera que lo bonito de las (nuevas) tradicione­s es que podemos hacerlas nuestras.
JESÚS TERRÉS Considera que lo bonito de las (nuevas) tradicione­s es que podemos hacerlas nuestras.

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