Vanity Fair (Spain)

UNA COLECCIÓN MUY PERSONAL

ES PROMOTOR INMOBILIAR­IO Y UNO DE LOS COLECCIONI­STAS DE ARTE MÁS IMPORTANTE­S. AHORA SE PUEDE VISITAR EN SEVILLA TERRITORIO­S, QUE EXPONE OBRAS DE SU COLECCIÓN. HABLAMOS CON JORGE M. PÉREZ.

- IANKO LÓPEZ

Estaba en la universida­d y no tenía dinero, así que empecé a comprar arte con lo que ganaba jugando al póquer”, dice Jorge M. Pérez (Buenos Aires, Argentina, 1949). De experto tahúr a uno de los coleccioni­stas de arte más importante­s y una de las personas más ricas del continente americano, todo es organizars­e. Como promotor inmobiliar­io, a través de su empresa The Related Group, ha erigido grandes edificios en varios países de América del Norte y del Sur. Y, como coleccioni­sta, vino a España para la inauguraci­ón de Territorio­s, una exposición compuesta por obras de artistas latinoamer­icanos de su vastísima colección, que puede visitarse en el CAAC de Sevilla hasta el 1 de septiembre. Claro que lo que allí se expone es la punta del iceberg para alguien que ha visto cómo el letrero de la entrada al mayor centro de arte contemporá­neo de Miami, ciudad donde reside, lleva su nombre desde 2013. Una vez

Hijo de cubanos, Pérez nació en Argentina y vive en Miami, donde, se dedica al mundo del arte y trabaja como promotor inmobiliar­io. convertido en ciudadano estadounid­ense, y tras amasar su enorme fortuna económica y artística, pensó que “una ciudad que se ha hecho básicament­e por los emigrantes latinos como es Miami, que además me permitió a mí hacer todo lo que he soñado, debía tener la mejor colección de arte latinoamer­icano de Estados Unidos”. Así que decidió financiar la construcci­ón del nuevo edificio del Miami Art Museum y donarle parte de su colección, de forma que fue rebautizad­o con su nombre. Que exista en Estados Unidos un gran museo llamado Pérez Art Museum Miami tiene, desde luego, cierto valor simbólico.

Su propia historia familiar incluye paradas en varios países de Latinoamér­ica. Nació en Argentina de padres cubanos, vivió en Colombia tras la revolución castrista y después se trasladó a vivir a Estados Unidos siguiendo a un amor de juventud. Pérez siempre ha revindicad­o esa herencia latina, incluso frente a Donald Trump, del que primero fue amigo y socio y después enemigo declarado, desde que rechazó la oferta de construir el muro en la frontera con México con el que en su día amenazó el anterior presidente americano. “Él no me quiere en absoluto”, zanja. “Cuando me hizo aquella oferta le respondí un mail donde le decía que, primero, esa pared no iba a servir para nada, porque este es un problema económico. Segundo, que los mexicanos son muy buenos haciendo túneles. Y tercero, que mi nombre es Jorge Pérez, que en qué lado de la pared me iba a meter. Nos dimos cuenta entonces de que teníamos muchas diferencia­s. En todo. Yo soy un demócrata liberal y él es un extremado derechista. Y un demagogo completo”. Al valorar al presidente argentino Javier Milei, en cambio, es más cauto: “Entre mis amigos del mundo de los negocios los hay con mucha esperanza. Argentina es un país muy complicado. Lo quiero mucho, tengo

ARGENTINA ES UN PAÍS MUY COMPLICADO. TENGO GRANDES AMIGOS ALLÍ, PERO POLÍTICAME­NTE ES DIFÍCIL”

ME GUSTA APOYAR EL ARTE LATINOAMER­ICANO. QUIERO QUE PUEDA LLEGAR A UN NIVEL INTERNACIO­NAL”

grandes amigos allí, pero políticame­nte es difícil. Y ojalá le vaya bien”.

Quizá algo de sensibilid­ad artística no les habría venido mal a Trump o a Milei. Pérez asegura que a él el arte le cambió la vida: “Me hace pensar de forma diferente. He tenido que estudiar mucho para poder comprender­lo porque yo antes era bastante ignorante al respecto. Ha sido un proceso largo y duro, pero creo que he encontrado esa educación necesaria para comprender las obras que compro”. También sus ideas políticas se han modelado en parte gracias a esta pasión artística. “El cambio social es una de las cosas más importante­s para mí, y los artistas nos hablan de las injusticia­s del mundo”, afirma. “Hay que denunciar las injusticia­s, sean de derechas o de izquierdas. Por eso es importante que esas piezas que a mí me han transforma­do estén en un museo, para que el resto de la gente pueda verlas, y ojalá sientan lo mismo. Igual pasa en nuestros proyectos inmobiliar­ios: hacemos rascacielo­s de 50 o 60 pisos y nadie toca el arte de las paredes sino mis curadores y yo. Quiero que la gente que viva en mis edificios se empape de ese arte”.

Asegura que como coleccioni­sta no ha seguido los pasos de nadie ni ha contratado asesores que tomen las decisiones por él, como hacen otros: “Colecciono de forma muy particular, sin consultore­s. Estudio mucho, voy por ciertos rumbos que hoy en día son muy diferentes. Aunque siempre le pregunto a mis curadores y a los directores de museos que conozco. Por ejemplo, llamaba a Manuel Borja-Villel cuando era director en el Reina Sofía. Pero si después de todo lo que me digan me encanta, lo voy a comprar de todos modos. La mía es una colección muy personal”.

También cree que su posición privilegia­da le asigna una obligación moral para el resto de la sociedad: “Una vez leí una encuesta que decía que Latinoamér­ica es donde la gente rica menos da, y eso siempre me ha dolido. Creo que cuando una persona llega a un punto en su vida donde por suertuda y trabajador­a tiene mucho dinero y no le hace falta tanto, debe darlo”. Aplica esta premisa no solo a sus proyectos de carácter social, sino al propio coleccioni­smo de arte. “Me gusta apoyar el arte latinoamer­icano, porque hay unos talentos increíbles que no salen porque no tienen el marketing necesario”, dice. “Yo quiero que esos grandes artistas puedan llegar a un nivel internacio­nal. Yo estoy en los patronatos del Tate, del MoMA, del Pérez y del Reina Sofía. Algunos de estos museos están ahora tratando de comprar arte que antes no se compraba, porque no había arte latinoamer­icano en ellos. Ni español. Creo que es deber de uno impulsar que los museos compren ese arte. Por eso di una donación al Reina Sofía con muchas piezas de arte latinoamer­icano. Y ahora estoy pensando en hacer una exposición en nuestro espacio de Miami con obras de artistas españoles de mi colección y de la del Reina Sofía, para impulsar el arte español que no se conoce tanto en el mundo”. Entre los artistas españoles de su colección, cita a Antoni Tàpies, Cristina Iglesias, Aurèlia Muñoz, Esther Ferrer, Juan Muñoz, Almudena Lobera o Secundino Hernández, autores de distintas generacion­es que prueban que no se guía solo por el brillo de los nombres consagrado­s.

Da la impresión de que concibe el coleccioni­smo como una actividad a tiempo completo. Sin embargo, su imperio inmobiliar­io también está bien atendido. “Soy una persona bastante apasionada, y además trabajo mucho”, asegura. “Afortunada­mente, tengo dos hijos mayores, de 39 y 36 años, que están haciendo una labor increíble dirigiendo la compañía. Sigo siendo el CEO y me reúno con ellos diariament­e, pero el día a día lo manejan ellos con nuestro personal más sénior. Eso me da tiempo. Si trabajo 12 horas al día, de ellas dedico tres al arte, tres a filantropí­a, tres al negocio y tres a lectura. Porque, sí, leo mucho”. _

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