México D.F., la ciudad de las mil caras
Colonial, vanguardista, indígena, europea… la capital mexicana ofrece uno de los patrimonios históricos y culturales más exquisitos y gigantescos del mundo.
Colonial, vanguardista, indígena, europea, la capital mexicana es un fenómeno sociológico difícil de catalogar. Su área metropolitana rompe todos los límites y crece sin descanso. Pero más que una urbe monstruosa, sus calles y avenidas ofrecen uno de los patrimonios históricos y culturales más exquisitos y gigantescos del mundo. De cerca, seduce y empalaga; de lejos, se la echa de menos.
La silueta dorada del Ángel de la Independencia, fundido para coronar a los caudillos que liberaron a México de España, tiene rostro afeminado, pechos de mujer y caderas prominentes. Luce el porte de la Victoria de Samotracia y reina sobre el Paseo de la Reforma, una avenida construida al estilo de los bulevares parisinos en la época del emperador Maximiliano, hoy centro financiero, hotelero y diplomático. Desde su elevado promontorio, la figura alada ha visto inundaciones, ha sentido en su piel dorada la ira de los terremotos y cada día contempla las siluetas nevadas del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Dos volcanes convertidos en amantes por una leyenda azteca y que, perdidos entre las nubes, se yerguen en torno al valle de Anahúac, el lecho donde se asienta Ciudad de México, más conocida como México D.F. Con más de 20 millones de habitantes –la realidad es que nadie sabe los que tiene–, recibe y despide a diario a miles de ciudadanos en busca del éxito. Abierta a la modernidad y atrapada entre el pasado colonial y el orgullo precolombino, para conocerla es necesario un cambio de mentalidad, superar el smog, la altitud, las páginas de sucesos, el tráfico caótico, las grandes distancias y todo el molesto disfraz de las megalópolis. Primer paso para recibir su abrazo placentero y deleitarse con sus atractivos. Luce el patrimonio histó-
La capital mexicana luce el patrimonio histórico más completo de América y también se enjoya con grandes colecciones de arte y excelentes museos
rico más completo de América, se enjoya con colecciones de arte y excelentes museos y su lecho es un marco colonial inigualable, levantado sobre la antigua Tenochtitlán, destruida por los conquistadores y reinventada con lo mejor del Renacimiento, del Barroco tardío y del Neoclasicismo. Tras la colonia añadiría a sus encantos las modas imperiales importadas de Francia y las corrientes del art
nouveau. Su piel urbana también ha sido tatuada por la arquitectura de diseño. Tal vez, por eso, el Ángel de la Independencia dirige su mirada hacia el cielo implorando la protección para tanta belleza.
No lejos de allí, los dioses aztecas andan al acecho. Están confinados en las vitrinas del Museo Nacional de Antropología y personifican las fuerzas de ese cosmos que rige el destino. Más que un museo, el recinto es un templo del arte mesoamericano con 23 salas donde se exhiben más de diez mil objetos modelados en barro o tallados en piedra, procedentes de todos los rincones de la República. Recorrerlas es realizar un viaje en el tiempo por las creencias, la magia, el misterio y la sabiduría de las culturas que habitaron el México precolombino. Fundamental para conocer los avances en medicina del pueblo zapoteca, los conocimientos astronómicos de los mayas y las claves del tiempo cíclico están codifica-
dos en la piedra circular del calendario azteca que se exhibe en el recinto. Conocida como la Piedra del Sol, fue encontrada durante una remodelación del Zócalo llevada a cabo en el siglo XVIII.
El museo, vecino del exclusivo barrio de Polanco y de la colonia Condesa, zona de moda, se levanta en el parque de Chapultepec, el mayor lugar de expansión de los capitalinos. Acoge el Auditorio Nacional y cuenta con restaurantes, cine, teatros, zoológico y diez museos, entre ellos el de Rufino Tamayo, el de Arte Moderno y el del Papalote, dedicado a los niños. Con casi 700 hectáreas, es el gran pulmón de la ciudad, puesto a punto en los últimos años como parque ecológico. Apreciado en tiempos aztecas y coloniales por sus manantiales, mantiene en pie viejas fuentes y el depósito del Cárcamo, decorado por Diego Rivera con el mural Los orígenes
del agua y el mosaico de Tlalóc, dios azteca de la lluvia.
el Nombre del parque significa “cerro del chapulín” y hace honor a los dos grandes montículos que se levantan sobre el terreno, que evocan en su perfil a ese insecto, ingrediente de la cocina mexicana. Sobre una de las elevaciones se levanta el neoclásico Castillo de Chapultepec, antigua residencia de virreyes, de la pareja imperial Carlota y Maximiliano y de presidentes de la República hasta
1934, hoy Museo Nacional de Historia. Además de objetos relacionados con su cometido, exhibe murales de Siqueiros, Orozco y O’gorman y una vista privilegiada del parque donde el emperador Moctezuma tuvo casa de fieras y el rey poeta Nezahualcóyotl residencia para el descanso. Pero a decir verdad, los únicos recuerdos vivos que quedan de aquellos tiempos los protagonizan, junto al Museo de Antropología, los concheros con sus danzas y los voladores de Papantla, que celebran el ceremonial aéreo y musical de la cultura totonaca, destinado a armonizar la tierra y el cielo.
A los primeros, ataviados con bellos tocados de plumaje e indumentaria de guerrero, se les puede ver también en el Zócalo, centro neurálgico de la vida política y religiosa de la Tenochtitlán azteca, de la Colonia y de la República. Su inmenso perímetro rectangular acoge el Palacio de Gobierno, antigua sede de la autoridad virreinal, levantado sobre los cimientos del Palacio de Moctezuma y decorado por Diego Rivera con espectaculares murales. En ese mismo lateral se encuentran las ruinas del Templo Mayor, símbolo teocrático de los aztecas, demolido poco después de la conquista. En su lugar fue levantada la Catedral Metropolitana como sede del nuevo culto. Sus capillas y demás elementos arquitectónicos son una enciclopedia de los diferentes estilos que durante los tres
Con más de 20 millones de habitantes –la realidad es que nadie sabe los que tiene–, recibe y despide a diario a miles de ciudadanos en busca del éxito
siglos de la colonia recalaron en México. Comparte grandeza con el Sagrario, otro ensueño calcáreo con el que lentamente se hunde en el subsuelo, agobiados ambos por el sobrepeso y por la inconsistencia del terreno. El mal que también sufre el Palacio de Bellas Artes, un ejemplo de art nouveau decorado por muralistas y utilizado como sala de conciertos, teatro y sede de exposiciones, se ha cebado además con campanarios de diferentes templos coloniales.
los profetas del fatalismo aseguran que “debe ser la venganza de los dioses del inframundo”. Pero lo cierto es que Ciudad de México es algo así como una Venecia sin agua, asentada como dice la canción sobre una laguna, desecada a principios del XVII. Hasta entonces, era una isla hermosa unida por impresionantes calzadas a la ribera y a otras poblaciones acuáticas. La obra hidráulica le dio la oportunidad de ampliar sus límites y convertirse en el alma y grandeza del virreinato. Aquella capital colonial es el Centro Histórico de hoy, un poema del urbanismo renacentista mutilado por los terremotos. Sus palacios, casonas, iglesias y conventos, alineados en calles trazadas en cuadrícula o escondidos en recónditas plazas que desahogan el trasiego ciudadano, son escenarios de leyendas y el tratado más completo de arte y de historia de México. La
calle Tacuba por donde huyeron los españoles durante el episodio conocido como “la noche triste”, el Hospital de Jesús, en el que Cortés yace olvidado, el convento de la poetisa sor Juana Inés de la Cruz, el Portal de Mercaderes donde se vendían las mercancías importadas de China, el claustro mudéjar de La Merced o la Casa de los Azulejos son solo un pequeño ejemplo de todo lo que ofrece.
la plaza de las tres culturas es otra joya de la historia. Su nombre recuerda las etapas que ha vivido el recinto, encarnadas por la arquitectura contemporánea, la iglesia colonial de Santiago y las ruinas del centro ceremonial de Tlatelolco, la antigua población azteca sede del mercado más grande de los tiempos prehispánicos. Tlatelolco fue escenario de la última batalla que puso fin al imperio azteca. Una inscripción en la plaza recuerda ese momento trágico: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtemoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”.
El Centro Histórico es la semilla que ha dado origen a una ciudad que no para de crecer. Sus tentáculos se han ido extendiendo en todas direcciones en busca de espacio, absorbiendo poblaciones como Iztapalapa, ligada al fin del Diluvio de la mitología azteca y
Los palacios, casonas, iglesias y conventos del Centro Histórico son escenarios de leyendas y el tratado más completo de arte y de historia de México
a la ceremonia del Fuego Nuevo que acontecía tras los días aciagos del calendario. Coyoacán, de sabor colonial, es otro de los pueblos integrado en México D.F. Primera residencia de Cortés tras la conquista, se ha convertido en asentamiento de artistas y bohemios. Las viejas residencias de Frida Khalo, Diego Rivera y León Trotsky, transformadas en museos, hablan por sí mismas de la calidad cultural de este barrio. La última morada y estudio de Diego Rivera, concebido en piedra volcánica y forma de pirámide, alberga una de las colecciones más importantes de arte prehispánico, reunida por el pintor. De su obra apenas quedan restos en las paredes. La mayor parte de sus cuadros cuelgan en el Casa Museo de Dolores Olmedo, musa del pintor, afincada en la vecina Xochimilco.
Absorbida también por D.F., esta población, cuyo nombre en náhuatl significa “el lugar de las flores”, es uno de esos retazos prehispánicos donde los últimos canales aztecas riegan los huertos de flores. Cada primavera, al son de marimbas, las balsas o trajineras realizan un recorrido en honor a la ganadora del concurso de belleza indígena “la flor más bella del Egido”. Y es que México D.F. es un mosaico de razas y etnias, cada una con sus costumbres y ritos que se mezclan convirtiendo a esta ciudad en fuente permanente de inspiración artística y en uno de los lugares más coloristas del mundo.