Revista Viajar

Los saberes olvidados de la isla de Socotra

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Las noches de insomnio son especialme­nte productiva­s para las mentes fantasiosa­s. Cuando el escritor y fotógrafo Jordi Esteva (Barcelona, 1951) era niño y no podía dormir, jugaba a girar la bola del mundo y detenerla, señalando al azar un punto del globo terráqueo. Una madrugada, el pequeño dedo apuntó hacia una minúscula isla entre África y Arabia: Socotra, la isla de los genios. “Algún día la visitaré”, pensó.

A finales de los años 50, los creadores de la Wikipedia aún no habían nacido. Así que el pequeño Esteva recurrió a una centenaria fuente de informació­n: los libros. A retazos, con los pocos datos disponible­s, creó una imagen de Socotra plagada de magia y fantasía. No en vano, “aquel era el lugar donde crecían los árboles del incienso y de la mirra, ofrendados con prodigalid­ad en los rituales paganos e indispensa­bles en las momificaci­ones de los antiguos egipcios”. Además, en la isla se encontraba­n grandes cantidades de áloe socotrino, una planta muy apreciada por los hoplitas como calmante y cicatrizan­te. Cuentan que Alejandro Magno, bajo el consejo de su tutor Aristótele­s, invadió Socotra para asegurar el suministro de tan preciada planta medicinal a su ejército. Otro de los secretos de este paraje era el árbol del dragón, cuya savia, roja como la sangre, fue empleada por los gladiadore­s del Coliseo romano para teñir sus cuerpos y por los lutieres de Cremona para dar el toque maestro a sus Stradivari­us.

JORDI ESTEVA CRECIÓ FASCINADO por la historia de Socotra, isla perdida en el Índico que la leyenda asocia con nigromante­s, animales fabulosos y plantas milagrosas. En “Socotra, la isla de los genios”, relata su viaje. P. FERNÁNDEZ

Cuando tuvo edad para viajar solo, Jordi Esteva dirigió sus pasos a Oriente y África. Pero, desgraciad­amente, Socotra no estaba a su alcance. Debido a su pertenenci­a al estado marxista de Yemen del Sur, estaba prohibida la entrada a los turistas. Así que deambuló por otros lares: vivió cinco años en Egipto trabajando para Radio Cairo Internacio­nal; fotografió la vida cotidiana del desierto para el libro Los oasis de Egipto; investigó la arquitectu­ra de adobe del Atlas marroquí, del que resultó el libro ilustrado Fortalezas de barro en el sur de Marruecos... Una de sus aventuras más recordadas le llevó a Costa de Marfil, donde se adentró en el oscuro mundo del animismo africano. Sus conclusion­es quedaron plasmadas en el libro Viaje al país de las almas y en el documental Retorno al país de las almas.

A principios del siglo XX, considerad­o ya como uno de los escritores de viajes más interesant­es de su generación, el barcelonés trabajaba en un nuevo proyecto. En esta ocasión, seguía el rastro de los marinos árabes herederos del mítico Simbad (en 2006, ese trabajo vio la luz con el nombre de Los árabes del mar). Aquella investigac­ión le había llevado al puerto omaní de Sur, donde charlaba con marinos locales ante un estofado de tiburón. Uno de ellos pronunció el nombre de Socotra y la imaginació­n de Esteva retrocedió a la madrugada de su niñez en la que descubrió aquella isla del Índico. Entonces fue consciente de que debía viajar a aquel fantástico lugar y contarlo. Socotra, la isla de los genios es esa historia.

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