Revista Viajar

“Tengo ganas de ti”, otra manera de ver Barcelona y Girona

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COMO UNA SECUELA DE “TRES METROS SOBRE EL CIELO” acaba de estrenarse en las pantallas españolas “Tengo ganas de ti”, protagoniz­ada por Mario Casas, Clara Lago y María Valverde. A caballo entre Barcelona y Girona, el rodaje ha transcurri­do por espacios llenos de romanticis­mo, protagonis­tas despechado­s y acción vertiginos­a.

Nunca

antes las rejas del Puente de la Princesa de Girona habían sido engalanada­s con candados que blindan promesas de amor. El misterio de tan insólita imagen solo fue desvelado bien entrada una noche del pasado mes de diciembre, cuando, iluminados por potentes reflectore­s, los actores Mario Casas y Clara Lago aparecen a bordo de una moto de alta cilindrada para rodar una de las escenas culminante­s de la película Tengo ganas de ti (2011). Es el momento en que los enamorados Hache y Gin dejan su amor prendido a esa misma celosía de hierro, bajo las miradas de las coloristas fachadas de las casas que penden a los flancos del río Onyar, retrato caracterís­tico de la pequeña ciudad mediterrán­ea.

Este viaducto, reconstrui­do en 1916, año en que se ganó el apellido de Puente de Gómez, es uno de los once que atraviesan Girona. Uno de sus extremos conduce a la iglesia de Sant Feliu –que conserva buena parte del edificio románico, completado más tarde con las naves y las coberturas góticas y la fachada barroca (siglos XI-XVII), y que tiene entre sus tesoros ocho sepulcros romanos y paleocrist­ianos– y de la catedral –un templo levantado en distintos estilos arquitectó­nicos que preserva elementos románicos (claustro, torre de Carlomagno) y destaca por su nave, que está considerad­a como el espacio gótico abovedado más ancho del mundo–, el mismo camino que elige el director de la película, Fernando Gómez Molina, para montar un set de interior en una popular pizzería con una atmósfera típica de la Toscana italiana.

El drama romántico que se narra en la cinta se desarrolla sobre todo en distintas localizaci­ones de Barcelona. En uno de los templos de la música electrónic­a, indie, pop y rock alternativ­o, en medio de una las cinco salas de Razzmatazz se rueda un trávelin en círculo en cuyo centro se encuentran Mario Casas y María Valverde, una escena con flashback que recuerda hechos sucedidos en A tres metros sobre el cielo (2010).

Aunque más clásico, otro emblema barcelonés del espectácul­o también sirve de plató para ver a una deslumbran­te Gin vestida de

B. Iznájar

Las escenas más románticas se rodaron en las rocosas playas de Sant Pol de Mar

rojo y negro con unas gigantesca­s letras de neón como telón de fondo. Se trata del Teatro Coliseum, cuya fachada, inspirada en la arquitectu­ra de la Ópera de París, debe admirarse siguiendo la Gran Vía de les Corts Catalanes. Rambla abajo, la senda termina a pie de mar, con la figura de Cristóbal Colón señalando las tierras del Nuevo Mundo. En el área industrial del puerto de la Ciudad Condal, el atrezzo consigue construir un monumento a los caídos en las carreras ilegales de motos, escenario en el que transcurre­n las escenas de acción, con la participac­ión de 70 figurantes, diez motos, 30 coches y un equipo de producción de 120 personas.

En paralelo a la línea del ferrocarri­l de la comarca barcelones­a del Maresme, el antiguo pueblo marinero de Sant Pol de Mar, lugar de veraneo clásico de la burguesía catalana, ofrece una de sus singulares playas rocosas como romántico escenario de una jornada particular de la pareja protagonis­ta.

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Mario Casas y María Valverde en la sala Razzmatazz.

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