Revista Viajar

una esPeCiaL reLaCiÓn Con eL aGua

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Si el petróleo, los diamantes y demás minerales son importante­s, Angola tiene otro recurso que no lo es menos: el agua. Los inmensos bosques del interior (sabana y bosque subtropica­l en la mitad sur, selva tropical en el norte) propician que las lluvias sean abundantes de noviembre a abril y nutran sus incontable­s ríos. La meseta de Bié, situada en el centro del país, con más de mil quinientos metros de altitud media, actúa como “dispersor”. De esta forma, los ríos parten del centro y circulan desde él en todas las direccione­s. El Kwango, el Kasai o el Kuilo, afluentes del Congo, fluyen hacia el norte hasta encontrars­e con el gran río. El Zambeze lo hace hacia el Este, hasta el Índico. A él se une el Kwando, tras empezar circulando hacia el sur y girar después hacia el este. Hacia el sur fluye el Kubango, que atraviesa Namibia, donde se le conoce como Kabango, y llega a Botsuana. Aquí vuelve a cambiar de nombre, pasando a llamarse Okavango, y forma el extraordin­ario delta del mismo nombre a las puertas del desierto del Kalahari. En el Atlántico desemboca el Kunene, que empieza su camino hacia el sur y después gira hacia el oeste, y el Kwanza, que arranca hacia el norte para girar después también al oeste. Este último, que circula íntegramen­te por territorio angolano, es el gran río del país. Y no sólo por la cantidad de agua que lleva: la moneda nacional lleva su nombre. La relación de los angolanos con el agua es estrechísi­ma. Siempre que el Kwanza, como el resto de los ríos, pasa junto a una ciudad o una aldea, se repite la misma imagen. Hombres, mujeres y niños están en el agua, formando un mosaico multicolor que constituye una de las estampas más repetidas por el país.

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