Viajes National Geographic

MONTENEGRO

Un viaje desde la bahía de Kotor a las montañas Prokletije a través de los enclaves más bellos de este país balcánico.

- Manuela Gressler

El pequeño país de los Balcanes alberga multitud de atractivos, desde la bahía de Kotor hasta los lagos y bosques del Parque Nacional de Durmitor.

PorPor lo azaroso de su historia, la belleza de este pequeño y montañoso país ha perma-necido perma-necido adormecida durante déca-das, déca-das, aunque hoy su singular y rico atractivo es un secreto a voces y todos los caminos parecen llevar a este confín del mar Adriático.

Desde que el Imperio Romano se dividió en el año 395, esta región de los Balcanes pasó a ser la línea divisoria entre Oriente y Occidente. Occidente. Montenegro ha sido desde entonces entonces una encrucijad­a de pueblos y culturas. Romanos, bizantinos, venecianos, serbios y otomanos se han sucedido en estas tierras, con todo lo positivo y lo conflictiv­o que eso conlleva.

A pesar de su pequeño tamaño, Montenegro es una joya arquitectó­nica arquitectó­nica y natural. Empezando por el mayor de sus atractivos: la bahía de Kotor, conocida como «el fiordo más meridional de Europa». Pero Pero este espectacul­ar paraje no es un antiguo valle glaciar, sino el cañón sumergido del río Bokelj, enmarcado enmarcado por los escarpados Alpes Dináricos. Dináricos. Sus orillas están salpicadas de aldeas medievales como Herceg Novi, cuyo casco antiguo es uno de los mejor preservado­s y una mues

tra de lo que hallaremos en nuestra ruta más adelante.

Siguiendo la estrecha y sinuosa carretera que bordea la bahía, pronto pronto llegamos a Perast. Elegante y serena, serena, la localidad está poblada de antiguos palacios que dejan constancia constancia de su alianza secular con Venecia en el pasado. Dos islotes emergen frente a su paseo marítimo: marítimo: Gospa od Skrpjela ( Nuestra Señora de las Rocas) y Sveti Dorde (San Jorge). El origen del primero lo explica la leyenda de dos hermanos hermanos que encontraro­n una imagen de la Virgen grabada sobre una roca que sobresalía del agua y decidieron decidieron erigir allí una iglesia; para ello primero se construyó un islote con rocas y restos de barcos hundidos. Reconstrui­da tras el terremoto de 1667 que derrumbó la original, la pequeña iglesia es de estilo bizantino, bizantino, con una cúpula azul que compone una de las postales más bonitas de la zona. La isla de Sveti Dorde, esta sí natural, acoge un monasterio benedictin­o del siglo xii. Su perfil rodeado de cipreses contrasta con las aguas azules.

Kotor, el pueblo que da nombre a la bahía, es Patrimonio de la Humanidad Humanidad desde 1979. Su aire veneciano veneciano es herencia de los 400 años

en los que la Serenísima República dominó estas tierras. Vale la pena perderse perderse entre las callejuela­s y plazas que resguardan sus murallas, visitar la catedral de San Trifón y luego subir los 1355 escalones excavados excavados en la montaña que llevan al castillo de San Juan. Los restos de la fortaleza no tienen gran interés, interés, pero las vistas de la bahía desde esta cima merecen cualquier esfuerzo esfuerzo y serán una de las imágenes inolvidabl­es del viaje.

Panorámica­s cada vez más vertiginos­as vertiginos­as se obtienen al seguir el camino que asciende al pico más alto del Parque Natural de Lovcen, Lovcen, donde se encuentra el mausoleo mausoleo de Petar II Petrovi- Njegoš. Considerad­o uno de los padres de la patria montenegri­na, este vládika vládika ( príncipe- obispo) gobernó Montenegro entre 1830 y 1851 y es autor, además, de una epopeya titulada titulada La guirnalda de la montaña, emblema de la identidad nacional.

No muy lejos de aquí se localiza Cetinje, la capital de Montenegro hasta hasta 1918. Esta ciudad pequeña y tranquila es ahora un símbolo de la historia y cultura del país. Sus calles continúan repletas de embajadas embajadas diecioches­cas, museos y palacios de la antigua corte.

Rumbo hacia el sur, la costa adriática sigue ofreciendo un precioso paisaje montañoso, montañoso, con playas azul turquesa y pueblos medievales de belleza sosegada y luz mediterrán­ea. Un ejemplo de ello es Budva o su cercana cercana isla de Sveti Stefan. Pegada al continente, antiguamen­te albergó un pequeño pueblo pesquero que hoy ha pasado a manos privadas para transforma­rse en un hotel exclusivo. Por algo el poeta inglés lord Byron consideró el litoral de Montenegro como « la más bella fusión entre el mar y la tierra».

El interior del país guarda otras joyas naturales, como el lago Skadar

que divide su superficie con Albania. Albania. Es la mayor reserva de agua dulce de los Balcanes y un paraíso para los ornitólogo­s, pues lo habitan habitan unas 270 especies de aves de forma permanente. Además, en sus aguas oscuras y repletas de nenúfares hay islotes sobre los que aún se ven restos de fortificac­iones fortificac­iones medievales y monasterio­s.

En esta zona se extiende la región región vinícola de Crmnica, repleta de bodegas familiares que producen producen el vranac, el vino autóctono y parte fundamenta­l de la vida montenegri­na. montenegri­na. Quizás una de las más curiosas sea la bodega Sipcanik, pues ocupa un túnel de 356 m de largo que acogió un hangar subterráne­o subterráne­o y secreto de la Yugoslavia de Tito (segunda mitad del siglo xx).

El pasado comunista del país permanece aún latente en los bloques bloques de viviendas de su capital, Podgorica. Lo más destacable de la ciudad tal vez sea la visita al barrio de Stara Varos, la antigua ciudad otomana, agrupada en torno a la Torre del Reloj.

En 2014 se consagró la nueva nueva catedral ortodoxa, dedicada a la Resurrecci­ón de Cristo. Su interior interior impresiona por las enormes lámparas de araña y la abrumadora sucesión de frescos dorados que recubren sus paredes.

Uno de los destinos de peregrinaj­e peregrinaj­e religioso más visitados de los Balcanes se encuentra muy cerca de Podgorica y es el monasterio ortodoxo ortodoxo de Ostrog. Excavado en el interior de una roca sobre un acantilado acantilado del valle de Piva, custodia los restos de san Basilio, su fundador.

Según nos adentramos en el nordeste de Montenegro, el paisaje paisaje cambia radicalmen­te, pues las montañas, antes peladas, se cubren del intenso verdor de frondosos bosques. En el de Biogrdska Biogrdska Gora, situado un poco más al sur, se puede pasear por una de las pocas florestas vírgenes de quedan en Europa.

Hemos dejado para el final una de las sorpresas más espectacul­ares del viaje: viaje: el Parque Nacional de Durmitor. Durmitor. Esta reserva fue declarada Patrimonio de la Humanidad tanto por albergar el impresiona­nte impresiona­nte cañón del río Tara, que llega llega a tener 1300 m de profundida­d, como por sus 18 lagos de origen glaciar, que aquí llaman gorske oci, los « ojos de la montaña » . El más grande, el lago Negro, a 1416 m de altitud, es segurament­e también el más bello. Con aguas de un azul intenso, refleja los bosques de pino negro de su alrededor y es un deleite para los senderista­s. Las densas masas de abeto y pino pino negro que tapizan estas altas cumbres explican por qué los venecianos venecianos llamaron a este lugar el «monte negro». ❚

INFORMACIÓ­N. Desde España los vuelos hasta el aeropuerto de Podgorica realizan una escala. www.turismomon­tenegro.es

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Los palacios e iglesias de la marinera Perast, un villa de inspiració­n veneciana, se asoman a esta icónica bahía de Montenegro.
BAHÍA DE KOTOR Los palacios e iglesias de la marinera Perast, un villa de inspiració­n veneciana, se asoman a esta icónica bahía de Montenegro.
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▲ FORTALEZA DE SAN JUAN. Este bastión de Kotor fue construido para frenar a los otomanos. Se eleva sobre una colina con vistas de la ciudad.
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lago Skadar.
Entre los atractivos del P. N. Skadarsko se hallan el meandro que forma el río Rijeka Crnojevica (en la foto) y el inmenso lago Skadar.

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