Vivir en una granja
Rodeada de olivos
Esta granja con olivar había pertenecido a distintas generaciones de la familia antes de que llegara a manos de Francesco. Pero como los tiempos cambiaron, decidió que tenía que encontrarle una nueva utilidad si no quería perderla. Así fue como decidieron rehabilitarla para poder alquilarla en periodos estivales.
El abuelo del propietario COMPRÓ la finca a principios del siglo XX
El SALÓN tiene una doble altura que ayuda a mantener la temperatura fresca en verano
Tanto el suelo como la pared y las VIGAS de la cocina son originales de la casa
El acento recae en los materiales naturales: piedra, SUELO de madera y vigas expuestas
Francesco no cuenta ovejas para dormir, cuenta olivos... más de 22.000. Aunque lo cierto es que no tiene problemas de insomnio, gracias al estilo de vida relajado que lleva en su casa de veraneo, una finca con plantaciones de olivos en el corazón de Umbría, en Italia. Francesco y su mujer Claudia viven en Casa della Roccia, una de las tres casas de piedra que anteriormente había alojado a los campesinos, en la finca de 1.000 hectáreas que pertenece a la familia desde hace generaciones.
El abuelo de Francesco, Giovanni, compró la finca a principios del siglo XX y la convirtió en una granja en la que se cultivaban, entre otras cosas, olivos para hacer aceite. En esa época, los diferentes edificios que conformaban la finca alojaban a treinta personas. Pero hubo un momento, a mediados de los años 50, en el que los campesinos empezaron a emigrar porque el campo no les daba de comer. Francesco, ingeniero civil, enseguida detectó el problema: los edificios tenían que ser renovados para convertirlos en casas rurales para ser alquiladas en verano. Eso sí, con todas las comodidades de la ciudad, pero con el encanto del paisaje de la zona.
Los propietarios empezaron con las obras de su propia casa en 1987. Su reto consistía en utilizar tanto material original como les fuera posible. En cuanto a la decoración interior, tanto Claudia como Francesco apostaron por la sencillez. Por eso los suelos son de terracota en la planta baja y de madera en la primera planta. Además, han dejado al descubierto las vigas antiguas y la mayor parte de las tejas que cubren el tejado son las originales. También han preferido que las paredes de piedra quedaran a la vista, tanto por una cuestión de estética como por practicidad: en verano ayudan a mantener la casa fresca.
Han renunciado a las cortinas, porque nadie les ve, y por la noche pueden cerrar los porticones de madera para que no entre la luz del sol. Claudia disfrutó mucho yendo a comprar los muebles y objetos decorativos al pueblo medieval de Spoleto o incluso a Roma, Florencia y Perugia, todas ellas ciudades muy cercanas.