La heterogeneidad (por fin) aterriza en las pasarelas.
Con castings cada vez más variados en términos de etnicidad, género, edad y talla, la moda apuesta por la diversidad. Una toma de conciencia que se articula sobre las pasarelas, pero que aspira a convertirse en herramienta de cambio social y puede repercutir favorablemente sobre la economía.
Un cuerpo delgado, tonificado, joven... y, casi siempre, blanco. El modelo estético que han cultivado tradicionalmente las industrias de la moda, la cosmética y el entretenimiento es un ideal que parece reducir la belleza a una definición cuasicientífica. Caldo de cultivo para los complejos y críticas que convierten al cuerpo (propio y ajeno) en el centro del debate. «Vestirse debería ser la parte fácil y divertida del día, no la dura. La moda es emocional y vivimos llevando ropa, así que ¿por qué no sentirnos bien en ella?», pregunta el diseñador Christian Siriano. Él lidera, junto a compañeros como Michael Kors y Chromat, un escuadrón que muestra que los cuerpos, al igual que los tonos de piel, las edades y otras construcciones de carácter cultural como las creencias o el género, presentan un abanico de singularidades. «No me gustaba oír que una prenda no me iba a sentar bien debido a mi talla», continúa Siriano, «así que sentí que era el momento de cambiar esa percepción. Espero que cualquier mujer, hombre, o persona no-binaria vea nuestras colecciones y se sienta inspirado al vestirse cada día». La pluralidad, asegura The
Fashion Spot en su Informe de diversidad, ha alcanzado en las últimas dos temporadas cifras históricas. En primavera/verano, se rompió el techo en términos de edad (27 mujeres de más de 50 años) y
de talla (93 plus-size); en otoño/invierno, de etnicidad (la presencia de modelos de color alcanzó el 32,5%) y de género (56 mujeres transgénero y 8 personas no-binarias).
El concepto de belleza es libre y se expresa de muchas maneras», razona Daniel Pérez, brand communication
director de Desigual, firma que, ya en 2014, encumbró a Winnie Harlow, atípica modelo con vitiligo (despigmentaciones en la piel) y que cuenta con variados castings en sus presentaciones y campañas publicitarias. «La diversidad es valiosa en sí misma porque enriquece nuestra sociedad, pero no tiene sentido si no somos capaces de trabajar juntos aprendiendo de las diferencias de cada uno». Esa toma de conciencia es la que permite que mujeres como Hali- ma Aden, musulmana nacida en un campo de refugiados en Kenia, pueda ejercer la moda sin renunciar a sus creencias, y desfilar para Max Mara o protagonizar portadas de revistas luciendo hiyab, el conocido como ‘velo islámico’. «Estoy poniendo una cara a los musulmanes aparte de la que ves en las noticias del Isis», relata en el número de mayo de la edición británica de Vogue. Su irrupción en la industria, hace menos de un año, ya ha abierto el camino a otras modelos como Kadija Diawara (que en su debut en febrero, desfiló para Chromat, Pyer Moss y Maki Oh) e Ikram Abdi Omar (que lo hizo para Molly Goddard y Juicy Couture). «Todo el mundo quiere ser visto y es muy empoderador verse representado en la cultura. Es esencial», dicen Ryan Lobo y Ramon Martin, de Tome. Del dicho al hecho: en su presentación de primavera contaron con un 70% de modelos no caucásicas, una transgénero, tres mayores de 50 y dos de tallas grandes. «Nos enorgullece decir que Tome es para todas, y que habla a mujeres de todas las edades, formas y etnicidades, democrática e inclusivamente. No es estratégico, nos sale del corazón».
Como apuntan desde Models of Color –la cuenta de Instagram que, desde 2014, subraya la ausencia de diversidad en la moda–, también es esencial en términos de negocio. «La noción de que la belleza eurocéntrica es el ‘ideal’ es intrínsecamente racista, así que es crucial que la industria represente y celebre la belleza de una manera universal. También tiene sentido económicamente para las marcas ser diversos. Excluyendo a estas minorías, están dejando pasar ventas en mercados globales lucrativos. El ejemplo más reciente lo encontramos en el cine, con Black Panther, que tiene un reparto mayoritariamente negro. Ha recaudado más de mil millones en menos de tres meses y es una de las diez películas más taquilleras en Estados Unidos de todos los tiempos». Según el Informe sobre el estado de la economía islámi
ca global, de Thomson Reuters, los consumidores musulmanes gastaron 198.500 millones de euros en ropa, aproximadamente, en 2015, y se estima que su consumo ascienda a los 300.000 millones para 2021. Firmas como Dolce & Gabbana, DKNY y Nike ya se han adentrado en esas aguas al lanzar colecciones específicas para ese público en los últimos años.
«LA MODA ES MUCHO MÁS QUE ROPA, ES SOBRE LA ASPIRACIÓN Y CÓMO QUEREMOS QUE SE PERCIBA EL MUNDO» BRANDON MAXWELL
Ampliar el tallaje es otro de los frentes en los que batalla Siriano, que afirma que la diversidad «puede ayudar al negocio y hacer que la gente se sienta bien consigo misma, así que todo el mundo sale ganando». Ashley Graham, Candice Huffine o Sabina Karlsson son algunas de las modelos, segmentadas bajo la etiqueta ‘tallas grandes’, habituales en sus desfiles. «Personalmente, me gusta llamarme simplemente modelo, porque es lo que hago», afirma Karlsson, eludiendo el plus-size. «Creo que la industria ha cambiado un poco desde que empecé con una talla 42. Ahora tengo clientes que me contratan por quien soy y me visten en la talla que mejor se ajuste a mí, sea una M o una XL». Por sus rasgos africanos, melena pelirroja y pecas, esta sueca es la viva expresión de la diferencia. «Como modelo con más curvas y mestiza, disfruto mucho viendo a otras mujeres con las que pueda identificarme ya que no solo confirma que la moda nos ve a todas, sino que puede empoderar a otras chicas», reflexiona. «Ver la integración gradual de la diversidad en las pasarelas es muy alentador», continúan desde Models of Color, «pero esperemos que no sea solo una tendencia». Que el hecho de que una modelo negra abra el desfile de Prada por primera vez en 20 años sea noticia pone en evidencia que el camino que queda por recorrer aún es largo. Otras firmas, como la de Brandon Maxwell –que contó con un 70% de no caucásicas en su último desfile– hacen de la diversidad «una prioridad cada temporada». «Para mí, es el único enfoque. La moda es mucho más que ropa, es sobre la aspiración y cómo queremos que se perciba el mundo. Las prendas pueden ser un sueño, pero la mujer que las lleva necesita ser una realidad»