Johanna Ortiz, la reina del estilo latino.
INSPIRADA EN LA CULTURA TRADICIONAL LATINA, LA DISEÑADORA COLOMBIANA JOHANNA ORTIZ HA TRASPASADO FRONTERAS CON SUS COLECCIONES DE FACTURA ARTESANAL.
La brisa tropical acompaña a Johanna Ortiz allá donde va. No importa que se trate de un día plomizo de marzo en la residencia del embajador de Colombia en Madrid, donde la diseñadora caleña presentó su colección de otoño 2018 en compañía de una docena de periodistas. La calidez y el contagioso espíritu de sus raíces latinas se escapa en cada pliegue de los intrincados volantes de sus faldas y las mangas abullonadas de sus blusas. «Mi país siempre está presente en mis prendas. Muchos diseñadores buscan afianzar la identidad de sus marcas mirando a lugares desconocidos para ellos, porque les resultan exóticos e inspiradores, pero desde que volví hace 15 años a instalarme en Cali, la ciudad donde nací, ahondar en el
sentimiento colombiano es el eje de mi creatividad», asegura. Tras haberse formado entre Miami y Nueva York primero como diseñadora textil y de moda después, Ortiz abrió su taller en 2005. «Mi madre era decoradora de interiores y mi casa siempre estuvo llena de muestras de telas y paneles de inspiración. Supongo que por eso crecí cautivada por la idea de cómo transformar esos tejidos en prendas». De ahí que cada colección tenga su arranque creativo en una serie de estampados, como los de los papeles de pared de los años 20 que encontró recorriendo anticuarios de Colombia y Argentina y que son el origen de
Les Femmes Nomades, como ha bautizado a esta última.
Partiendo de un personaje histórico que descubrió casi por casualidad, la poeta argentina Beatriz Osorio, Johanna ha construido un repertorio contagiado por la estética de los gauchos y los llaneros declinados en una versión romántica y femenina. «Hay un carácter festivo en mis prendas que celebra el empoderamiento de la mujer en clave elegante. Me gusta pensar que mis clientas disfrutan con mis prendas, que les apasionan y que con ellas crean su estilo personal. Ver cómo reinterpretan los estilismos que he creado y los llevan a su terreno es lo más satisfactorio de mi trabajo». Cada una de las piezas que salen de su taller de Cali (donde trabajan 377 personas) tiene una etiqueta en la que, además de un número de serie, figura quién la ha confeccionado, lo que subraya la importancia que Ortiz le da a la artesanía y la producción local. «No aspiro a convertirme en una marca masiva. Las veinte mil prendas que producimos cada año están todas hechas en Colombia y aquí queremos mantenernos. El talento humano es lo que más quiero apoyar ahora», concede